Oprimidos y gente
Estábamos pasando unos días en Barcelona y de pronto una pregunta, más bien dos, tomó la ciudad. La gente se decía ¿has visto la pregunta? y por el microgesto previo a la respuesta ya se sabía qué le había parecido (en realidad se sabe antes, está transparente Cataluña, un problema). No sabemos qué pasará pero sabemos que se seguirá hablando y que la conversación va como va. Mucha gente se mueve en las zonas intermedias pero el debate tiende a polarizarse entre el discurso 300añosoprimidosporunpaísfallidoyautoritario (a partir de ahora oprimidos) y burguesesinsolidariosymanipuladores ( digámosles gente).
La conversación está rota, cada uno suelta su historia (sobre todo oprimidos, gente habla más desde fuera) y confía en ganar metros dialécticos, en ir agrandando el espacio de los suyos, sin ninguna posibilidad de influir ni ser influido por el otro. Pero en una cosa hay práctica unanimidad, a nadie le gusta cómo está actuando el tercero en discordia (¿o el segundo?) España, el Estado, Madrid, la élite gobernante, hay distintas versiones de la cosa.
Aquí se mezclan todas las miserias que todos detectamos y detestamos (corrupción, desigualdad, abusos…) – vosotros que no tenéis un proyecto independentista, ¿cómo es que no estáis quemando contenedores? nos decía un amigo- y el particular trato que entienden que recibe Cataluña. La mayoría de los catalanes y catalanas, los contrarios a la independencia también, entienden que están siendo maltratados (simbólica, económica, culturalmente). O sea que los oprimidos tienen más que lo que dicen las encuestas porque tienen un enemigo compartido con su supuesto adversario y un buen relato, mientras que gente (los no independentistas) se siente desamparado y en minoría (la mayoría es la mayoría de los que mandan). Los oprimidos (los indies, no nos liemos) tienen el discurso, la iniciativa, el relato y un enemigo que lo hace creíble (les servirá de confirmación eso de que les prohíban el referéndum). No sabemos qué pasará pero es fácil predecir cómo se contará y quien gane en eso tiene medio ganado el siguiente set del partido.
Nota: En la imagen y al fondo, la torre Agbar, símbolo del tardocapitalismo globalizado, y el Museo del Diseño. En primer plano, el mercado de Els Encants, una nave espacial venida de Andrómeda que los barceloneses aprovechan para montar un mercadillo de los de toda la vida.
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