Preparados, Cámara y…¡Acción!
Estamos en junio y me tiemblan las piernas de pensar que esta era la época de las fiestas de fin de curso. No sólo porque eso significaba que terminaba el curso escolar y te endiñaban los niños a casa toooodo un largo verano, sino porque te tirabas quince días intentando conseguir sacar el disfraz que te habían encomendado las seños (que por cierto cada año te lo complicaban más y estoy segura que era porque como yo no iba a las reuniones del cole…. te la guardaban para estos momentos) y al final siempre tenías que improvisar porque algo fallaba, te hacían cambios de última hora o se te echaba el tiempo encima. Y claro, las madres hacendosas rápidamente lo solucionaban, pero tú (radicalmente opuesta a la teoría de la madre clásica) llevabas al niño cogido con imperdibles hasta debajo de las orejas (aunque de frente daba el pego) y rezabas para que no se le cayera nada a la buena criaturita hasta pasado el desenlace del evento.
Llegado el momento, ahí estabas tú con tu estupendo, los abuelos y tus dos churumbeles emperifollaos. La niña, vestida de princesita, se bajaba del coche que parecía que bajaba de una limusina rosa, saludando entusiasmada, sintiéndose feliz y mona monísima, y el niño con una cara de cabreo que daba miedo y el disfraz en mi brazo porque no había manera de ponérselo dado su desarrollado sentido del ridículo, impropio de su corta edad. Le endiñabas el niño a la seño y el disfraz y le decías: ¡¡hala… a ver si tienes güevos de ponérselo tú!! Y es que vestir a un niño de cuatro años de mariposita ¡¡manda perejiles!! En el fondo lo entendía al pobre.
Mientras los niños se quedaban concentrados con su seño allá donde quiera que se los llevaran (y donde imagino que los hipnotizaban para que se pusieran los disfraces y se portaran bien), tú te vas dirigiendo al salón de actos perdiendo el culo (perdón por la expresión) para pillar sitio en primera fila y poder hacer el reportaje de tu vida a tu/s criaturita/s, o eso te creías tú. Cuando llegas te das cuenta que ya está todo el anfiteatro hasta la bola y te cuestionas si no habrán dormido allí esos padres para que no les quiten la primera fila, porque esto no me parece normal.
Comienzan los saludos, besitos y el paseíllo de celebrities -sí, digo bien- porque a estas fiestas del colegio parece ser que hay que ir de peluquería, de maquillaje profesional y de ropa de firma, porque si no….¡¡adivina adivinanza quién será el tema de conversación de la noche!! Pues nada, a hacer de tripas corazón y a sucumbir al protocolo, todo sea por no parecer disidente. ¡Qué largas se me hacían a mí estas funciones!. Menos mal que con el tiempo, en el cole de mis hijos terminaron por hacer las fiestas entre semana en lugar del fin de semana y esto fue para mí una liberación porque ya tenía excusa para no ir. Cariño, mamá trabaja y no puede ir, pero va papá y los abuelitos. Grábamelo en vídeo que te coma luego. No omito el complejo de culpa que esto me acarreaba, pero prometo que era verdad que trabajaba.
Continuando con las celebrities, ni que decir tiene que el repaso era obligatorio y ¡ay de ti como no pasaras el examen!
-Nena, ¡qué guapa vienes!…estás diferente, no sé…. te noto algo distinto, estás más delgada..¿no?
-Pues sí.... probablemente será porque he engordado 4 kilos, contestabas tú, ya que claramente veías que ese era el fin último de su diplomática conversación y mientras antes lleguemos al meollo mejor, antes dejaremos de hablar.
-¡¡¡Anda ya, tonta!!! Te veo estupenda..
-Falsa..más que falsa….pensabas tú para tus adentros…¡¡pues anda que ella va fina!!!
Y multiplica esta conversación por siete u ocho veces que es lo que la tienes que repetir. Te daban ganas de colgarte un cartel del cuello diciendo: “Sí, estoy más gorda -me he inflao a bollycaos especialmente para la ocasión- pero no te preocupes que ya lo sé.”
Otro punto a tener en cuenta en estas fiestas era el hecho de que solía haber cuatrocientas personas (para un aforo de cien) en el salón de actos y algo así como otras cuatrocientas cámaras de video y claro, no te creas que resultaba fácil no entorpecerse los unos a los otros. Aquí la discordia la provocaban casi siempre los padres (que suelen ser los paparazis) porque tú estabas tan estupendamente colocado con tu cámara ubicada entre cabeza y cabeza de tus filas precedentes y con una razonable buena perspectiva más o menos, hasta que salía el conejito -que era el niño del padre de delante tuya-, en ese momento, el padre se te levanta cámara en mano, para hacer un primer plano del animalito y nos ha jodío. Ya te desestabilizas tú y buscas alternativa de visión moviéndote de un lado a otro intentando encontrar un hueco donde volver a hacerte con el escenario y desestabilizas a los de atrás, que también se habían acoplado y entre tanto follón y movimiento, sale tu mariposita y no la has podido grabar…y aquí te cagas en tó lo que te tengas que cagar y mandas a la mierda las cordiales relaciones de todo un año de convivencia con los padres/madres de la clase “Pitufos” (y perdón de nuevo por el desenfreno de la expresión, pero es que te tocaba las narices). Total, con un poco de suerte el año que viene no coincidimos.
Por cierto, es imprescindible en estas fiestas comprobar con antelación (de al menos un día) que llevas la batería de la cámara cargada a tope y otra de repuesto o el móvil a tope.... y no os riáis que sé que también os ha pasado más de una vez.
En fin, es curioso como estas fiestas de fin de curso pueden sacar lo peor de nosotros, pero también lo mejor, en plan Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Yo, como tenía dos y con tres años de diferencia entre ambos, me tenía que chupar todos los pases (a palo seco, que esa es otra) porque empezaba la primera con el mío pequeño (que al final se disfrazaba el muy… y además iba súpercontento…manda…lo dicho, los hipnotizan..) y hasta que salía la princesita pasaban por el escenario tres cursos más con sus correspondientes dos clases por curso y desdobles incluidos entre medias. Pero ¡¡cualquiera dejaba el asiento entre una actuación y otra!! negativo. Una vez que pillas un asiento estratégicamente decente, ya te puedes quedar allí hasta que se recoja el último animalito del colegio, de lo contrario, olvídate de ver al niño vestido de butterfly. Y a lo que iba, me pasaba la función entera llorando como una magdalena, fueran míos los animalitos o no, daba igual. Era descorrer el telón, salir el primero… y como que no podía contener las lágrimas…¡¡qué poquito autocontrol se tiene cuando te corren por las venas los enanos estos!! ains…. Aunque hayan puesto a Merceditas de prota cuando tu Amalita es mucho más graciosa y resuelta ¡dónde va a parar! pero como es la hija de la dire…. (Sigues pagando las ausencias de las reuniones del cole, de por vida).
Ains..benditas funciones de fin de curso. En el fondo las echo de menos, porque no asistir a ellas significa que mis niños han crecido y te da penilla que el tiempo pase tan deprisa. Una madre nunca está preparada para que sus niños crezcan.
Así es que, si es lo que toca, poneos guap@s, cargad la batería de la cámara, madrugad y disfrutad de vuestros animalitos que a buen seguro sacarán lo mejor de sí mismos esa noche para hacernos reír, llorar y sentirnos orgullosos de nuestros preciosos angelitos.
Y para el año que viene…..¡¡a ver si consigo desengancharme de los bollycaos!!
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