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Mis nuevos Amigos, los Mocos.

María Isabel Martínez

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Creo que lo que más tememos las madres en esta época del año son los mocos. Aparecen de la nada en nuestras casas con las primeras lluvias y cambios de temperatura, se instalan cómodamente y no se van hasta que no llega de nuevo el calorcito, allá por marzo o abril. Así es que queda inaugurada oficialmente la temporada de mocos 2014-2015.

Nuestra odisea contra los mocos comienza en las primeras semanas de septiembre, justo dos semanas después de que el niño empiece a ir a la guardería (sobre todo si es su primer año o si tiene hermanitos escolarizados). Los bebés pequeños son especialmente vulnerables ya que su sistema inmune aún no funciona de forma competente y eso les hace estar en peores condiciones defensivas ante los virus y bacterias que interaccionan con ellos. Por eso se insiste mucho en la lactancia materna como alimentación primordial para ellos, ya que de esta forma la madre le aporta las defensas y anticuerpos que precisa mediante la leche, a modo de vacuna.

Estos resfriados o catarros infantiles que provocan los tediosos mocos son provocados por virus que se transmiten casi siempre por unas micro partículas de saliva y/o secreciones que emitimos al hablar, toser o estornudar llamadas Gotitas de Pflügge, que hacen de vehículo propagador de los microorganismos. No son partículas en suspensión sino que se depositan en poco tiempo tras ser emitidas por el portador, pero pueden permanecer en el aire durante 30 minutos, por lo que el contagio se produce al estar en contacto directo con ellas o indirectamente por tocar algunas superficies contaminadas (por ejemplo al taparnos la boca para estornudar o toser y luego tocarlas) o mediante fómites (objetos que podrían actuar como transportadores). También está demostrado que los ambientes cerrados son un buen caldo de cultivo para la propagación de los microorganismos y en este sentido, las guarderías y colegios suelen ser un sitio excelente para este tipo de transmisiones. Además en estos sitios y con tantos niños, suele haber un catálogo bastante variopinto de microorganismos dispuestos a darlo todo.

Hay muchos tipos de virus responsables, más de doscientos, aunque se estima que un tercio de los catarros infantiles o resfriados comunes son causados por los rinovirus. Estos son los que suelen inaugurar la temporada de mocos allá por septiembre y son responsables de esos primeros mocos que suelen cursar sin fiebre o con poca fiebre. Más adelante, sobre octubre, suele aparecer el parainfluenza virus, responsable de laringitis y en los meses más invernales suelen aparecer los virus responsables de las bronquitis y bronquiolitis infantiles (virus respiratorio sincitial) o la gripe (Influenza virus) y los coronavirus. También hay por ahí otros virus como los adenovirus que pululan a sus anchas durante todo el otoño e invierno y que suelen ser responsables de las faringitis y las conjuntivitis. Y así hasta un total de unos doscientos, virus arriba, virus abajo.

Aunque los pediatras se suelen orientar por este “calendario epidemiológico de aparición de virus”, la verdad es que no son fáciles de distinguir unos de otros, al igual que la sintomatología que provocan puede variar de unos niños a otros y esto dificulta enormemente el diagnóstico diferencial.

Se estima que cada niño puede padecer de media al menos un catarro al mes durante los meses de septiembre a marzo/ abril y esto se hace extensivo a los cinco primeros años de vida, aunque es bastante más evidente en los primeros dos años y en los niños escolarizados.

El tratamiento de estos procesos catarrales suele ser exclusivamente sintomático ya que los antibióticos no sirven para los virus, solo para las infecciones bacterianas. Éstos solo se dan en los casos de sospecha de contaminación bacteriana (por ejemplo, aparición de otitis, sinusitis o neumonías por sobreinfección) y por supuesto bajo indicación de nuestro pediatra.

Mucho nos tememos que estos virus van fortaleciendo el sistema inmune de los bebés y niños,  y les hace adquirir los anticuerpos que más adelante les defenderán de más procesos catarrales, aunque a los padres nos queda la sensación de que nuestro hijo está adquiriendo la inmunidad a tortazos. Forma parte de la naturaleza.

Lo más importante en estos casos sería insistir en la vía de propagación. Lavarse mucho las manos, estornudar con la boca apoyada en nuestro antebrazo (no taparse la boca con la mano), reservar a los niños en casa cuando estén resfriados, etc…pero esto sabemos que con niños tan pequeños es muy complicado y casi una causa perdida.

¿Cómo tratar los mocos?

  • Generalmente es suficiente con aplicar suero fisiológico y extraerlos si fuera necesario con un extractor nasal.
  • Si se acompaña de tos expectorante, no debemos tratarla pues ésta es la forma en la que el bebé expulsará los microorganismos y los mocos. Si por el contrario la tos fuese seca e irritativa, el pediatra os mandará un jarabe o tratamiento para ello.
  • Es importante mantener al niño bien hidratado para ayudarle a eliminar las secreciones.
  • Lavar bien las manos al bebé/ niño frecuentemente. Hacer lo mismo con los hermanitos.
  • Los masajes en el pecho a modo de golpecitos o ventosas (con la mano cóncava sobre su tórax) también le puede ayudar a expulsar las mucosidades.
  • Baños de vapor. Meter al bebé en el cuarto de baño mientras nos damos una ducha caliente para que inhale los vapores le ayudará a descongestionarlo y respirará mejor.
  • Mantener la casa bien ventilada y evitar lugares cerrados y aglomerados.
  • Humidificar la habitación del bebé si el ambiente es muy seco. Mantener la temperatura de esta entorno a los 20-22ºC.
  • Usar pañuelos desechables.
  • Evitar contacto con personas afectadas y evitar el saludo a los bebés con besos si estamos afectados los familiares.
  • También hay un sinfín de alternativas naturales que pueden mejorar los síntomas.

Si estos catarros viniesen acompañados de fiebre no muy alta y el niño está con buen estado general y activo, ni siquiera es necesario tratar la fiebre. Recordamos que ésta es un mecanismo de defensa del organismo y lo que indica es que el sistema inmune se ha puesto en marcha para atacar a los agentes patógenos. No obstante, si  vemos que el niño está aletargado, la fiebre es alta y lleva más de tres días con ella, el bebé no come o se queja, debemos llevarlo a su pediatra para que valore si necesita algún tratamiento.

Como excepción, si el bebé es menor de seis meses, ante la aparición de fiebre siempre acudiremos a su pediatra, pues ya hemos comentado que su sistema inmune es menos competente. También si el niño experimenta dificultad respiratoria o se le escuchan sibilancias (pitos).

En fin, que en definitiva, lo mejor es que aprendamos a sobrellevar lo mejor posible la compañía de los benditos mocos porque parece ser que vamos a convivir con ellos en tiempo y espacio por una larga temporada, mejor hacerse amigos por tanto.....  

¡¡¡Larga vida a los mocos....y a nuestra paciencia con ellos!!!

www.cemlosarcos.es

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