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Aprendiendo a Escuchar

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María Isabel Martínez

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A veces me pregunto, en qué momento dejamos de escuchar a nuestro instinto animal, ése que nos hace estar aquí y ahora, habiendo sobrevivido a miles de años y crianzas felices e intuitivas y sin embargo, damos crédito y voz a cualquier cosa que sale desde nuestro mundo racional.

El ser humano es una especie que desciende de los primates y para encontrar respuestas a miles de preguntas cotidianas bastaría con que los observáramos en su hábitat natural para darnos cuenta que no somos tan distintos, aunque lo queramos olvidar o reneguemos.

Un bebé es un cachorro animal con un cerebro primitivo y rudimentario que actúa en base a patrones regidos por su propio instinto de supervivencia. Un bebé depende completamente de su madre para sobrevivir y es lógico que se sienta inseguro y perdido si no está con ella. A veces cuando me comentan mamás que sus hijos lloran mucho y sólo se calman si los toman en brazos, siempre les explico esto mismo. El llanto es la única forma de comunicación que tiene nuestro bebé. Con él pueden expresar incomodidades, necesidades primarias, sentimientos de soledad o necesidad de contacto. Contacto, sí. Somos una especie de acarreo que nace antes de tiempo, biológicamente hablando y por tanto, inmaduros e indefensos. Carecemos de autonomía para sobrevivir, pues somos incapaces de andar solos e incapaces de alimentarnos por nosotros mismos. Dependemos de una madre las veinticuatro horas del día, sí las veinticuatro. Por tanto nuestro mundo empieza y termina en nuestra madre. Si estamos cerca de ella estaremos seguros y tranquilos, pero si ésta se aleja de nosotros, necesitaremos llamar su atención mediante el llanto para hacerle ver que la necesitamos.

Cuando dejamos un bebé en su cuna, él no sabe que su madre está pendiente de él y si necesita algo acudirá rauda y veloz. Él sólo sabe que lo han dejado abandonado y solo. Naturalmente ese bebé llorará reclamando a su madre pues intuye que está desvalido y a merced de los depredadores (recordemos su cerebro primitivo y sus instintos básicos de supervivencia) por tanto llora para reclamar la atención de la madre y hacerle saber que la necesita y que se siente desprotegido.

Hay multitud de estudios que demuestran que los niños que son porteados lloran bastante menos que los que no lo son. ¿Os habéis parado a pensar cuál puede ser la razón? Tan sencilla como que tienen a su madre cerca a la que huelen y por tanto les da seguridad y tranquilidad. ¿Y por qué los niños que colechan con sus padres duermen mejor? La misma razón.

Los niños necesitan mucha mucha atención al principio hasta que su cerebro se va desarrollando y consiguen entender que mamá no se va a ir y que no hay depredadores acechando a su alrededor. Por ello es fundamental que la madre comprenda que ese bebé sólo la tiene a ella y así también entenderá sus reacciones.

El llanto también es la forma en la que nuestro bebé se comunica con nosotros. Si un bebé tiene hambre o está mojado e incómodo o tiene un malestar físico, la única forma en la que podrá expresar cómo se siente es mediante el llanto, pues de momento es lo único que puede hacer. En estos casos, una vez satisfecha la necesidad, el llanto cederá. Pero está claro que muchas otras veces no responderá a ninguna de estas necesidades y probado ya con todo y ante la imposibilidad de calmar a ese bebé,  los padres nos perdemos y nos agobiamos.

Hay que entender que los bebés también están sometidos a estrés constante al igual que nosotros. Cambios de rutina, salidas a la calle, voces, ruidos, luces, etc. son elementos que pueden hacer que nuestros pequeños se estresen más de lo habitual  y tampoco ellos disponen aún de los recursos necesarios para relajarse por sí mismos. Un adulto, cuando está estresado, es capaz de eliminar su estrés de muchas formas, haciendo deporte, leyendo, con una ducha relajante o simplemente dando un puñetazo sobre la mesa, pero los bebés no pueden hacer esas cosas. Si un bebé está cansado y necesita dormir pero está estresado, la única forma de eliminar su tensión será llorando, por eso estos niños briegan mucho en la cama, lloran sin consuelo y acaban durmiendo cuando consiguen eliminar su tensión mediante este llanto liberador. Pero ojo, que necesiten llorar no significa que los dejemos llorar solos en su cunita y desatendidos, ni mucho menos, porque eso sólo agravará su estrés y sentimiento de soledad. Un bebé que llora para liberarse necesita la contención de sus padres, sus abrazos, el sentirlos cercanos para que sepa que no está solo, sino que sus padres le escuchan y le entienden. Ese bebé necesita que sus padres lo abracen tiernamente y le susurren al oído: llora lo que necesites, que te escuchamos. Si viésemos a un adulto cercano a nosotros llorar desconsoladamente, ¿qué haríamos? ¿le ofreceríamos nuestro hombro y trataríamos de escucharlo, o nos daríamos media vuelta para que se calmara solo?

Por otra parte, el llanto hoy en día aún sigue siendo algo socialmente inaceptable. Todos hemos vuelto la cabeza en algún momento incomodados por ese bebé que llora desconsoladamente (en un restaurante, por ejemplo)  e inconscientemente hemos mandado un mensaje de reproche con nuestra mirada a esa madre animándola a que solucione el problema a la mayor brevedad posible. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Sin embargo, en ese mismo restaurante se nos permite hablar a los adultos  porque el habla es una forma de comunicación aceptada por todos, el llanto no, pero os aseguro que he estado en restaurantes donde molestaban más las conversaciones de estos supuestos adultos que los propios llantos infantiles.

Otra cuestión interesante sobre la que le insisto yo a los padres y madres es ¿Cómo reaccionamos cuando nuestro bebé llora? ¿Nos ponemos nerviosos? ¿Nos calmamos? ¿Cómo nos sentimos? Haceros esa pregunta. Eso es muy importante pues si reaccionamos con calma y tranquilos daremos mucho antes con la respuesta adecuada, pero si nos ponemos nerviosos transmitiremos al bebé un clima de nerviosismo que hará que tampoco él se pueda calmar. En este caso, mejor recurrir a alguien cercano que esté tranquilo (sirve la propia vecina puerta con puerta) para que calme a nuestro bebé, pero no porque lo vaya a hacer mejor que nosotros, sino porque al no estar nerviosa, el bebé reaccionará mejor y se calmará antes.

Por tanto, el llanto en una forma de comunicación que expresa necesidades básicas como la alimentación, incomodidades o molestias, sentimientos de soledad, inseguridad o necesidad de apego y también nos ayuda a equilibrarnos pues mediante él conseguimos eliminar estrés y tensión. Estoy de acuerdo en que al principio todos los llantos nos parecen iguales a los padres recién estrenados, pero con el tiempo se van diferenciando. Lo importante es observar al bebé pues su lenguaje corporal nos da mucha información sobre su estado. Hablaremos más detenidamente de esto en otra entrada.

En fin, espero que tras leer este pequeño resumen, la próxima vez que oigamos llorar a nuestro bebé (o al del vecino), nos planteemos escucharle atendiendo a nuestro instinto protector y sanador, ese que espera nuestro cachorro de nosotros.

Autor: Dra. Mª Isabel Martínez Muñoz

Autor: Dra. Mª Isabel Martínez Muñoz

Médico Especializada en Educación Maternal y Recuperación Puerperal.

Máster en Nutrición Clínica, Alimentación, Obesidad y Nutrición Vegetariana. Universidad de Barcelona. Experta en intolerancias y alergias alimentarias.

Asesora de lactancia Materna y Educadora de Masaje Infantil

Directora del Centro de Educación Maternal C.E.M. Los Arcos

www.cemlosarcos.es

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