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Manaos, Amazonas brasileño

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Fidel Del Campo

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Manaos es la capital del Amazonas brasileño, con más de dos millones de habitantes. Un cosmos aislado por la selva, donde es fácil ver lo complejo que es hablar de progreso y sostenibilidad. La ciudad se sumerge en una impresionante mancha verde que subsiste a pesar de las madereras, el narco y la explotación salvaje. Manaos es la única forma urbana de acercarse a la selva. Y no es poca cosa. Esta ciudad tiene alma portuguesa e indígena. Mira al Amazonas junto a su unión con el Río Negro. Frente a ella, en barco, se puede ver el “encuentro de las aguas”, la fusión de los dos ríos, visible pues las aguas del río Negro bajan mucho más oscuras y se mezclan con las de color chocolate del mítico Amazonas. También impresionan las riberas con palafitos de pescadores, manglares, caimanes y aves míticas como el tucán.

Manaos es una megaurbe ruidosa y llena de color. El mercurio rara vez baja de los 25 grados durante todo el año. Una metrópolis con aires de tierra recién conquistada, desorden, bullicio y fuertes contrastes, aunque no tan radicalizados como en las grandes capitales brasileñas del sur. Se asienta sobre un antiguo fortín portugués pero lo que la marca es haber sido meca del caucho a finales del XIX. De esa época dorada conserva un mínimo pero curioso centro histórico en el que destaca el teatro de la ópera, el Teatro Amazonas. Un soberbio edificio donde los señores del caucho jugaban a ser europeos. Lo cubren más de 36.000 azulejos, mobiliario Luis XV y una tradición musical única. La sala está viva gracias al celo que ponen en conservarlo como símbolo. Otro punto, el mercado a orillas del Amazonas. Una impresionante exposición de frutas, verduras y pescados. La mayoría de los alimentos expuestos no tienen siquiera traducción al castellano. Y al lado, el puerto de pasajeros a manera de enorme balcón al Amazonas. Allí atracan barcas, pesqueros y los ferrys de madera que recorren el río, camino de la Amazonía peruana a miles de kilómetros al oeste. Barcos donde los pasajeros deben dormir en hamacas. Un lugar de paso para indígenas, buscavidas y aventureros. Entre mercado, puerto y barrios comerciales hay oportunidades para hacerse con artesanía local y oler, ver y tocar.

A orillas del Amazonas y a pocos kilómetros de la ciudad hay complejos de cabañas que ofrecen senderismo en la selva, playas en el río y excursiones en barca para ver delfines de río e incluso pescar pirañas. Choca navegar por entre los caños que horadan la selva mientras al fondo se ven los edificios más altos de la ciudad. Hay opciones junto al agua para dormir en la selva y disfrutar de ella.

Manaos será sede de los Mundiales y desarrolla una zona industrial que atrae hasta su puerto incluso a petroleros que llegan a esta zona del Amazonas sin dificultad. Una ciudad desmesurada en un país desmesurado que nos hace a los Europeos muy pequeños. Hay un aeropuerto excelente con numerosas frecuencias con el sur, Río y Sao Paulo, y resulta mucho más asequible al turista de lo que pueda pensar.

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