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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Ecce Homo de Córdoba

Retablo de la calle Lineros.

Magdalena Entrenas

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“El retablo de la Calle Lineros ya luce como nuevo ”, rezaba en la prensa local hace pocas fechas cuando se “reinauguró” el famoso retablo de la esquina de la calle Candelaria.

Las imágenes originales de San Rafael en el centro y los Patronos de Córdoba San Acisclo y Santa Victoria, a ambos lados, fueron pintadas por Antonio de Monroy, pintor de Baena de difícil encuadre artístico, dada su falta de formación académica. En el año 1801 parece que algunos cordobeses se rascaron los bolsillos para acometer el retablo como muestra de gratitud por habernos librado de la peste.

El Covid y lo que hemos pasado no es nada más que una versión actual de aquellas epidemias. Un año antes, una fiebre amarilla procedente de América y que había entrado por Cádiz, llegó hasta La Carlota asolándola cuando experimentaba un enorme crecimiento demográfico y económico, como capital de las Nuevas Poblaciones de Andalucía. 

Las pinturas de Monroy sufrieron las inclemencias del tiempo, del vandalismo y por supuesto de la guerra - que no de las balas - y se fueron restaurando sucesivamente. Una de las restauraciones que se cita como la más brillante fue la que en 1933 llevó a cabo Rafael Romero de Torres, hijo de Julio Romero, centrando su retoque en las figuras laterales. Pero llegó la guerra. Y parece que el sanguinario Bruno Ibáñez (Don Bruno), Gobernador Civil de Córdoba, (¡cómo no sería que su época se conoce como “El Terror de Don Bruno”!) decidió una nueva restauración. El trabajo se lo encargó a un soldado de artillería, el joven artista Rafael Díaz Peno, que no pudo decir no, e hizo lo que pudo en sus ratos libres bélicos. En fin. La crónica periodística de la reinauguración se recoge en “El Defensor de Córdoba, Diario Católico de Noticias” en 1937. 

Desde entonces, la decadencia, el deterioro de los años, las inclemencias del tiempo y la mano vandálica humana, con algún retoque urgente, hasta que este Gobierno municipal acomete la restauración completa, como una de sus promesas electorales. Pues sea. 

Si Italia me gusta por algo es porque son capaces de restaurar mejorando ostensiblemente lo inicial, pero pareciendo que todo sigue igual. Incluso son capaces de hacer una intervención tan sutil, que la decadencia sea pura belleza. Esa decadencia sostenida de la que alguna vez les he hablado y que tanto me gusta. Aquí, pasamos del desconchón al encalado blanco nuclear, de lo que está en ruina a que parezca nuevo, de la arruga que imprime carácter, al botox a lo bestia y sin expresión. 

Los lienzos originales se ha publicado - muy de pasada- que se han restaurado y se han cedido al Museo Julio Romero de Torres, y que se han pintado unas copias. Unas copias nuevas que, por tanto, debo interpretar que son las que ayer contemplé en directo a pie de retablo. Pues en mi opinión, un horror. Una pintura de tonos imposibles, relamida, nueva y con una cara la del pobre San Acisclo que ni el Ecce Homo de Borja. 

La esquina, esa esquina del mundo donde antes yo te esperaría, como diría Pedro Salinas, ha perdido su romanticismo, el aura decadente pero sostenida que debió al menos mantener, la belleza del peso de la historia, la magia. No todo en la vida son trazos gruesos, firmes y mucho dorado. Lo difuminado, lo sutil, también existe ¿Es que nadie va a decir nada? “El retablo ya luce como nuevo”. Ya lo dijo la crónica. Sin más. 

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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