Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
Resurrección
La muerte es un invento antiguo. Ya no se estila, no está de moda. De hecho, el afán por no morirse se ha convertido en una empresa, en un nicho (valga la paradoja) de negocio. Gente lista invierte en crear residencias para personas mayores dirigidas, muchas veces, con no más que una calculadora y con una tabla de Excel para simular que los clientes siguen viviendo. La mala vida de los otros es el negocio. No exactamente la muerte. Y, mucho menos, seguir bien vivo o con buen vivir.
La muerte no se entiende si no es por la vida. Por eso se cerraban con monedas los ojos de los muertos. Por lo no gastado, por lo que se tenga que pagar al barquero que te llevará al otro lado. Creo que hoy ocurre lo mismo: las monedas con las que tapas los párpados de tu padre se las quedan los nuevos que ahora “manejan la barca”.
En breve viviremos más gracias a avances científicos, exoesqueletos o prótesis de titanio enriquecido o algo de eso. Seremos pesados para las arcas de un estado público o clientes con brillo de aluminio para los más listos y jóvenes.
Hoy es un domingo tempranero de primavera y Jesús, el zombi, resucita. Otra vez. Insisto: otra vez.
No sé si es un cansino o, realmente, un revolucionario que desafía a los gerontólogos de pacotilla, a los gerentes fariseos, a los que traficaron con las mascarillas del susto o a cualquier otro mercader del templo.
Me gustaría que saliese de su tumba, aunque llueva, que se presentara con un caminar vacilante ante la multitud, que se sacudiese de su sudario el polvo y la cal del sepulcro y cruzase la A-92 acojonando a los conductores como en una peli de George A. Romero.
Y detrás de él, su madre, la Virgen de la Alegría.
Que de alegría, poca.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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