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Al nihilismo por el hedonismo

Alfonso Alba

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He dudado al titular esta entrada, pero al final me gusta: muchos de nosotros alcanzamos las más altas cotas de la nada pasando por los sucesivos escalones de la búsqueda del placer. No me parece mal. Nos humaniza.

Un ejemplo de ello es la fronteriza relación que existe entre Gula y Lujuria, dos capitales, dos ciudades que, como todas, en sus subterráneos comparten una cloaca común.

Pensaba así porque acabo de volver a ver La grande bouffe, la excelsa película francesa que perpetraron el director italiano Marco Ferreri y su guionista español Rafael Azcona. Cine Europeo (para que se entienda bien, que Azcona haya dejado de escribir guiones es al cine lo que le sucedió al Nápoles cuando se fue Maradona o lo que podría pasarle al Mediterráneo si a sus aguas se les fuera la sal: sería una ciénaga asquerosa).

En “La gran comilona” cuatro amigos, exitosos en sus profesiones burguesas, se reúnen en la decadente mansión del decadente poeta francés Boileau para comer mucho -y follar un poco- hasta morir. Son Ugo, Marcello, Phillippe y Michel, es decir: Tognazzi, Mastroianni, Noiret y Piccoli, acompañados de Andrea Ferréol, que se queda con ellos como la Muerte nos acompaña a todos hasta sobrevivirnos, y un trío de putas que tiene el mismo papel en la historia que las viandas que se comen.

La película es hoy mejor incluso que cuando la vi ayer. La burguesía es casi una sombra extinta de lo que quería ser en este mal estado del bien estar en el que están convirtiéndolo todo. Somos los espectadores de una escena en la que gente muere de éxito hartos de comer, de poner ladrillos, de cambiar dinero de sitio o de buscar paraísos a cualquier precio. Mueren y ni siquiera eso nos conforta porque somos buenos y nos han educado para ser movidos por la piedad. Otro gran invento.

Por eso La grande bouffe no es una tragedia ni una comedia sino todo lo contrario.

Si yo fuera un guionista demiurgo de las cosas que pasan a mi alrededor, obligaría a que, en los postres de las pocas cenas de empresa que en estos días se realizan, todos los invitados representasen a los personajes de “La gran comilona” como hacen esos frikis que una vez al año van a ver Rocky Horror Picture Show en cines perdidos del medioeste.

Estaría bien. En esa catarsis colectiva no dudarían en darse cuenta de que ya no son nada, pero ha sido placentero descubrirlo.

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