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Negro

Juan José Fernández Palomo

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Creo que nunca ha sido fácil ser negro. No lo es ahora, tampoco. Tal vez sea un problema de diferencia, cuando ya creíamos –ilusos- que no había diferencia. Se parece a eso de los árabes: que cuando son pobres son “moros” y, cuando son ricos, son “jeques” y compran tu equipo de fútbol y fichan a una estrella que te llena de emoción.

Pienso en esto leyendo los obituarios y viendo documentales sobre Muhammad Alí y discutiendo con una socióloga. La socióloga me dice que solo hay una raza, la humana, y yo no lo tengo claro.

Ahora me acuerdo del verso de un himno que dice: “el género humano es la internacional” y le planteo a mi socióloga favorita que hay una diferencia –al menos filológica- entre raza y género. No está claro esto. Mejor: es una excusa para seguir discutiendo.

Pienso que hay canciones que, por el uso, por la aceptación por una comunidad, se convierten en himnos; y, por el contrario, hay himnos que nacieron con la vocación de ser himnos y se quedan en mera canción. Hay ejemplos de lo uno y lo otro: “We are the champions” es una copla convertida en himno; el himno del Córdoba Club de Fútbol ha acabado como una canción de Queco y de Warner Music, y si la tocas te puede dar calambre. La canción “Córdoba”, de Medina Azahara, nace como copla y acaba en tarareo de eventos cutres endogámicos… en fin.

A lo que iba: en Cabo Verde un negro dueño de una pensión me dijo, con toda buena voluntad, que estábamos en un país tranquilo pero que solo había que tener cuidado con los “negros” que habían llegado para trabajar en la construcción, que eran un poco “problemáticos”. Se refería a trabajadores senegaleses mal pagados que llegaban para subirse a los andamios de las obras de unas islas que lo iban a petar haciendo resorts y hoteles de compañías internacionales en sus fantásticas líneas de costa. Curioso: un “negro” previéndome de los “negros”.

La conversación con mi socióloga favorita acabó –creo- en que, efectivamente, no se trata de raza; sino de clase. Y los desclasados se igualan.

Así que me agarro al símbolo de Alí, al de Mandela. Ojalá sirvan, más allá del color de su piel.

De Obama, del “tardoObama”, no hablo. Que me enfado.

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