A favor de estar en contra y en contra de estar a favor

El PP, como siempre, está en contra del PSOE. Tampoco es nada sorprendente. Igual que el PSOE tiene como hábito estar en contra del PP. Sin embargo, en los últimos tiempos el PP está, además, en contra del PP. La situación es similar en el PSOE, que ya antes había estado en contra del PSOE. O parecida a cuando Podemos no estaba a favor de Podemos y en IU tampoco lo estaban de IU. Bueno, este último caso doble sirve para cualquier momento. Para no confundir al lector, nadie está a favor del otro, e incluso de sí mismo, excepto Ciudadanos según amanezca cada día. Mención aparte merece Vox, que está a favor de estar en contra de todos y a la vez está en contra de estar a favor de cualquier otro. Creo que queda claro. “¡No hija, no!”, que dejó dicho, muy cómicamente, Antonio Ozores.

Resulta normal que cada partido defienda su postulado ideológico, su posición dentro del baile de la Yenka.“Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, un, dos, tres”. De hecho, sería raro de cojones ver, por ejemplo, al PSOE a favor del PP y al PP sin estar en contra del PSOE, o al revés. Ah, lo olvidaba: esto sucedió con Patxi López y Antonio Basagoiti en 2009. Excepciones a un lado, como también aquella reforma exprés e interesada -que había que agradar a Alemania y la Troika moderna- de la Constitución de 2011, lo lógico es que cada cual barra para su lado. Aunque sea para meter la mierda propia debajo de la alfombra y mirar al tapiz ajeno. Tanto es así que nuestros líderes políticos son incapaces de alcanzar un punto de acuerdo incluso en los asuntos que requieren sentido de Estado. ¿Qué es eso? Una premisa abstracta y desconocida por estos lares.

Lo curioso desde hace un par de semanas es precisamente la contraposición de una formación consigo misma. Todo a cuenta de la base logística del Ejército de Tierra que el Ministerio de Defensa decidió establecer, quizá en 2037 entre todos los trámites que son de obligado cumplimiento, en Córdoba. Porque en Jaén entendieron que Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno natural de su vecina ciudad, sacó a pasearles el dedo corazón -para hacer una peineta en toda regla, como las de Luis Bárcenas-. Y el alcalde se enfadó muchísimo con el Ejecutivo. Curiosamente, Julio Millán, que así se llama, es del PSOE, igual que Pedro Sánchez y su gente. El PSOE se posicionó en contra de estar a favor del PSOE. Pero la historia no queda ahí pues, entre otros, el presidente de la Diputación de Córdoba, Antonio Ruiz, defendió la elección. También es secretario provincial de los socialistas. Es decir, el PSOE se situó a favor de estar en contra del PSOE que está en contra de estar a favor del PSOE.

Aquí lo relevante no son las personas que hacen un país sino sus papeletas en las urnas.

Para hacer mayor el jaleo, el PP nacional decidió posicionarse en contra del PSOE nacional lo que significaba estar en contra del PP de Córdoba. La satisfacción de José María Bellido, alcalde de la ciudad olvidada en España y sin embargo ahora señalada y con el nombre casi gastado, tuvo que ser mayúscula. Claro está, desde Génova, en Madrid que es lo que importa y donde cortan el bacalao, se lanzó una rectificación. Y mientras seguían a lo suyo los de Pablo Casado. Además, el PP de Jaén, Toledo y Segovia también se mostraron en contra del PSOE nacional lo que suponía no estar a favor del PP cordobés. Y así es como este último PP quedó extrañamente ligado al PSOE provincial y al de Ferraz, donde un día el actual presidente del Gobierno acabó pateado en el trasero -no literalmente- en un hecho propio de Bananas, de Woody Allen -y mira que es mala la película-. El PSOE nacional estuvo en contra de estar a favor del PSOE nacional y del mismo modo, a favor de estar en contra.

A grandes rasgos, es como si una misma persona hubiera estado a favor y después en contra, o al revés. Perdón, que eso también sucedió. Como con Rosa Díez primero en contra de estar a favor del Gobierno porque había confinamiento y después, a favor de estar en contra porque no lo había. Como bien señaló mi compañero Alfonso Alba, ésta “es la hipérbole política” de España. En resumen, con la ciudadanía a la espera perpetua de que sus gobernantes se pongan a su favor, estos continúan en contra porque en realidad están a favor de sus intereses partidistas. Aquí lo relevante no son las personas que hacen un país sino sus papeletas en las urnas. Y ahora estamos, más que nunca, con Groucho y Zeppo Marx Una noche en la ópera; sin saber quién es la parte contratante de la primera parte y quién, la parte contratante de la segunda parte. Así nos va, todos mareados en un camarote de disparate.