El desequilibrio del mercado del aceite amenaza el futuro del olivar tradicional en Córdoba

El sector del olivar tradicional en España atraviesa un momento crítico. Según datos actualizados a 2024, los costes de producción de un kilo de aceite de olivar tradicional se encuentran por encima de los 4 euros, mientras que el precio de la mejor categoría de aceite ha llegado a estar en torno a 3,80 euros. Esta situación deja al olivar tradicional fuera de rentabilidad, afectando a más del 60% del olivar español, incluido en la provincia de Córdoba. Sin embargo, este problema de precios bajos no es nuevo, sino que ha ocurrido históricamente, aunque ha ganado relevancia en la actualidad.
En primera instancia y para poner el foco en la provincia de Córdoba, el olivar tradicional es un componente esencial de la economía y el paisaje. Se encuentra extendido por España, siendo una fuente de riqueza para muchas familias. Dentro del territorio cordobés, este tipo de olivar es fundamental en áreas como la Subbética, donde existen olivares centenarios y se cuidan los olivos con métodos tradicionales. El municipio de Adamuz, situado en Sierra Morena, cuenta también con un espacio de gran importancia y forma parte de la Denominación de Origen Protegida Montoro-Adamuz. Otros lugares donde se puede encontrar este paisaje son el Valle del Conde -en la localidad de Luque-, considerado un olivar modelo en sostenibilidad, y fincas con olivos de variedades autóctonas como la Hojiblanca en municipios como Rute.

Por tanto, Córdoba está en una situación complicada en este sentido. Este periódico se ha puesto en contacto con José María Penco, presidente la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO) y señala que esta problemática se debe a una confluencia de factores complejos. Y es que existe una falta de confianza dentro del propio sector. El mercado es “muy psicológico” y el olivar se “derrumba demasiado rápido”, vendiendo con nerviosismo, incluso ante cosechas medias. Esta falta de creencia en el valor del producto es vista como la primera y más importante medida a corregir: el propio sector debe “creérselo” y no vender por debajo de coste. Otro factor determinante es la atomización de la oferta frente a una demanda muy concentrada. En España, hay 1850 almazaras -cooperativas o industriales- que ofertan el producto, mientras que solo cuatro o cinco grandes empresas envasadoras y distribuidoras compran y venden el 80% del aceite. Los compradores están mucho más organizados que los vendedores.
La estructura de la propiedad y la profesionalización también influyen. La mayoría de los olivareros en España no viven exclusivamente del aceite, sino que tienen otras profesiones y el olivar es un complemento. Esto les permite soportar mejor no ganar dinero o incluso tener pérdidas, a diferencia de una empresa profesionalizada que tendría que quebrar en esa situación. Las empresas más grandes y profesionales se están reconvirtiendo y modernizando. Además, los costes de producción se han disparado en los últimos tres años, subiendo hasta un 40%. Esto se debe al incremento en la mano de obra, la energía, los impuestos agrarios, los fitosanitarios, los abonos, y la inflación general derivada de la guerra de Ucrania y la Covid-19. Si antes los costes estaban en 2,80-3 euros, ahora superan los cuatro.

La aplicación de la Ley de la Cadena de Valor, que prohíbe vender por debajo de costes, se torna complicada en este contexto. El problema radica en que el precio de producción de un kilo de aceite varía enormemente según el sistema de cultivo. Un olivar tradicional tiene costes por encima de 4 euros -pudiendo superar los 5 euros en montaña-, mientras que un olivar superintensivo en seto puede tener costes en torno a 2 euros y algo. No hay un solo precio de producción, sino muchos, lo que dificulta la fiscalización. El olivar tradicional requiere más mano de obra y presenta dificultad para la mecanización, lo que aumenta sus costes.
Italia y los caminos a resolver
Por otro lado, la comparación con Italia resulta ilustrativa. El mismo aceite que en España está en un depósito a un precio bajo, en Italia vale 9 euros en una almazara. Esto se debe a que los italianos “se lo creen”; pagan por el producto y sus productores defienden que el aceite tiene valor y sus costes deben ser cubiertos.
A pesar de la difícil situación, hay caminos posibles. La confianza del propio sector en el valor de su producto y la negativa a vender por debajo de coste es la primera medida fundamental, aunque requiere un cambio generacional y profesionalización que no ocurrirá en un futuro a corto plazo.
Además, existe una franja de precio digno donde el productor no estaría en pérdida y el consumidor estaría cómodo. Según los profesionales del sector olivar, este abanico se propone entre 4,5 y 5,5 euros por kilo. El presidente de AEMO explica que el consumidor ya ha demostrado estar dispuesto a pagar precios altos -como los 8-9 euros que se alcanzaron por baja producción-. Asimismo, el consumo per cápita en España es de unos 12 litros al año por persona. A un precio de 5,5 euros por litro, el gasto mensual para el consumidor “sería mínimo”, permitiendo al productor cubrir costes y tener un margen.
Es digno remarcar que el olivar tradicional es mucho más que una explotación agrícola; es un componente esencial del paisaje andaluz, un ecosistema tradicional heredado generación tras generación, fuente de riqueza para familias -especialmente en zonas como Jaén y Córdoba., y contribuye a la conservación medioambiental. Produce aceite de oliva virgen extra con mejores características. Sin embargo, la falta de rentabilidad amenaza con el abandono de explotaciones y el riesgo de despoblación rural.
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