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Rapidito, que viene mi marido

Aristóteles Moreno

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Termina las naves, que está detrás el PSOE

(Rosa Aguilar, ex alcaldesa de Córdoba, al empresario Rafael Gómez)

Si la observan con detenimiento, la frase define con exactitud la Córdoba que se nos ha venido encima en la última década. Léanla tumbados en el sofá de casa, con las pantuflas encima de la mesa de centro y una copa de Quina Santa Catalina en la mano, y se darán cuenta de que la expresión encaja perfectamente en la tipología “rapidito que viene mi marido”. Y así, rapitido que viene mi marido, se ha venido perpetrando parte de la política urbanística en los mandatos precedentes de la ciudad en la que usted y yo habitamos.

La frase forma parte del colosal puzzle del caso Colecor que, pieza a pieza, pijota pijota, va cobrando sentido. Ahora ya sabemos que la regidora de Córdoba, en lugar de exigir al promotor de las naves de Colecor que cumpliera la ley como todo hijo de vecino, le apremiaba a que las concluyera antes de que el señor Hurtado, portavoz por entonces del PSOE, llegara con la linterna y los cogiera manos a la obra. El mismo concejal, por cierto, que años después, por arte de magia potagia, desapareció de la escena misteriosamente para resurgir de número dos en la lista que encabezó la señora Aguilar.

El titular, perdonen que insista, es un monumento a la cutrez municipal. Qué decimos a la cutrez municipal: al chanchullo de charcutería, al por aquí te quiero ver, al andando que es gerundio. De tal forma que nos deja la institución consistorial, el órgano que nos representa a todos, a la altura del betún, cualquiera que sea el significado de esta absurda frase.

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