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Por una bromita de nada

El jefe de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, en una imagen de septiembre de 2023

Aristóteles Moreno

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Os vamos a triturar

Miguel Ángel Rodríguez Jefe de Gabinete de Isabel Díaz Ayuso

No conocía personalmente al señor Rodríguez hasta que la semana pasada amenazó con cerrar el periódico para el que escribo. Me encontraba tranquilamente preparando una ensalada de maíz con atún y ralladuras de zanahoria cuando me dijo con tono destemplado que me iba a triturar. No acostumbro a recibir amenazas a la hora de la cena. Mucho menos intimidaciones groseras relacionadas con mi oficio y el sustento material de mi austera vida.

Al principio, me extrañó que un contrastado liberal de la talla del señor Rodríguez se desenvolviera con las maneras propias de un bolchevique. Cerrar un periódico es un acto radicalmente incompatible con el campo semántico en que se pavonea a diario el jefe de gabinete de Ayuso. Pero oiga. Hay liberales, por lo visto, que utilizan los instrumentos del Estado para perseguir a adversarios políticos, amedrentar a periodistas y destruir pruebas incriminatorias. Eso sí: todo por España.

El señor Rodríguez se excusó argumentando que se trataba de una conversación privada entre amigos. Y que en el fragor de la discusión se le disparó el revolver con las consecuencias que ustedes conocen. Yo estaba aderezando la ensalada con vinagre de Módena, ya les digo, y el tiro me rozó el flequillo con una fiereza endiablada. El pretexto del señor Rodríguez me recordó al chiste de Gila cuando al boticario le cortaron el gaznate con un cepo de cazar lobos y su mujer se enfadó. Si no sabe usted aguantar una broma, váyase del pueblo. Pues eso.

Hay jefes de gabinete que llevan un cepo de cazar lobos en el bolsillo y, entre broma y broma, rebanan el cuello de unos cuantos periodistas incómodos en este hermoso país atestado de constitucionalistas. Sin ir más lejos, la periodista destinataria de las amenazas del señor Rodríguez fue triturada en otra broma pesada de una vicepresidenta del Gobierno de cuyo nombre es mejor no acordarnos.

En España usted se puede tomar una birra fresquita y un bocata de calamares con absoluta libertad. Sobre todo, si vive en Madrid y una pandemia sin precedentes asola el planeta. Otra cosa es publicar un pelotazo sanitario, acompañado de fraude fiscal y un supuesto delito de falsedad documental del novio de la presidenta de una comunidad autónoma. Eso ya no es libertad. Es cacería.

Hablamos de un país donde los liberales empiezan a comportarse como bolcheviques y los bolcheviques se echan en brazos de ultraderechistas rusos a quienes se les desploman los periodistas por la ventana y los opositores desfallecen envenenados. Déjenme, por consiguiente, que me cene una ensalada fresca sin sobresaltos.

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