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Reivindicar a las investigadoras del pasado como antídoto a la brecha de género en la ciencia

Alejandra Luque

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De un tiempo a esta parte, las instituciones universitarias -en colaboración con centros educativos infantiles, de Primaria y de Secundaria- se están volcando en acercar la ciencia a los jóvenes y alejada de los estereotipos de género. Hay muchos motivos para ello. Desde hace décadas, la rama de Ciencias adolece del adjetivo de “difícil” y a la que sólo llegan los estudiantes competentes en materias como Física, Matemáticas o Química. A ello se suma los referentes científicos que los jóvenes han ido viendo durante sus estudios: por antonomasia, la figura del investigador o del científico. Las mujeres que se visibilizaban eran pocas y siempre relacionadas con las Humanidades, como si no existieran científicas, investigadoras o biólogas. Las investigaciones y los estudios posteriores nos están demostrado que claro que existieron, pero fueron invisibilizadas porque los avances y la historia debían estar firmados especialmente por hombres.

Toca ahora deconstruir este discurso tan anquilosado en las instituciones y en los contenidos curriculares, reivindicar a todas aquellas investigadoras y científicas y mostrar referentes para que las niñas y adolescentes no sientan que la ciencia es cosa de hombres. Con estos objetivos nació en la Universidad de Córdoba (UCO) la conmemoración el 11 de febrero del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. La efeméride lleva celebrándose desde el pasado 1 de febrero, coordinada a través de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación, y la pandemia ha obligado a pasar al mundo online todas las charlas y conferencias. Hasta mañana viernes, 37 investigadoras de 21 departamentos diferentes llevarán a cabo encuentros virtuales en 29 centros educativos de 13 municipios de la provincia cordobesa, con alumnado de Primaria, Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional.

La vicerrectora de Políticas Inclusivas y Vida Universitaria de la UCO, Rosario Mérida, forma parte de ese 20% de mujeres catedráticas de toda España. Explica que, a pesar de que las alumnas son las que “tiene mejores expedientes económicos en las titulaciones de grados y másteres, llega un punto en su carrera en el que se produce un paréntesis” a diferencia de los hombres. Coincide principalmente con la maternidad. Entre las “muchas teorías de esta fuga” se encuentra “la falta de conciliación y corresponsabilidad en los hogares: las tareas domésticas y las de atención a los niños y las niñas hacen que las mujeres nos responsabilicemos de todo ello y, como consecuencia, tengamos un estancamiento en productividad científica”.

Ese impasse “repercute en una segregación vertical” donde se hace más acuciante en el ámbito STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) “ya que hay una ausencia muy importante”. Mérida comenta, además, el avance que se está produciendo en la sociedad, “camino hacia un nivel de ingeniería importante”. “Si la mujer no está presente es un talento que se está desperdiciando, además de ser una injusticia social”.

Mérida, que coordina el programa Infaciencia -acercando la ciencia a los más pequeños, recuerda cómo las niñas de tres, cuatro y cinco años “se quedaban perplejas cuando les contamos por qué una mujer no podía entrar a la Universidad, por qué no podía estudiar, por qué tenía que usar un pseudónimo o por qué tenía que estar detrás de un hombre, que es quien daba la cara”. “Es muy emocionante ver cómo a las niñas enfadadas porque a Rosalind Franklin le robaron sus propios compañeros la famosa fotografía 51 del ADN”. Cabe señalar que tan sólo un 7.6% de las menciones en ESO en la materia de ciencia corresponden a mujeres, según apuntaba la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas en su reciente campaña #NoMoreMatildas.

Asimismo, la vicerrectora hace mención a las evidencias empíricas que demuestran “que las niñas, a partir de los cinco años, empiezan a percibirse con menos capacidades para la ciencia que los niños”; un hecho que responde, a su juicio, “al sesgo de género que hay en la ciencia, donde las mujeres estamos infrarepresentadas y las pocas que hay tampoco se visibilizan mucho”.

La imagen que de la ciencia tienen los más pequeños también nos habla de la masculinización del discurso: “Un hombre mayor, con el pelo desordenado, con gafas redondas y con una bata de laboratorio”. Así es la imagen que la infancia tiene sobre qué es la ciencia o quién la desempeña y que desde la UCO buscan revertir con este tipo de actividades.

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