Salma Al Farouki, emprendedora: “Un día llegaron a casa diciendo que teníamos que marcharnos de Palestina”
Todo lo que recuerda de aquel año fatídico de 1948 es que alguien entró en casa avisando de que había que marcharse. Toda la familia se metió en un coche y se dirigió a toda prisa hasta el aeropuerto de Jaffa. Las milicias sionistas estaban arrasando centenares de pueblos palestinos para desalojar a la población nativa, en una operación que décadas después ha sido identificada por los expertos como una limpieza étnica en toda regla. En Wadi Hunayn, tuvieron que dejar su imponente mansión, sus lujosos coches y sus elegantes jardines. Nunca más volvieron a verlos. Salma Al Taji Al Farouki (Jerusalén, 1940) pertenecía a una de las familias más acaudaladas de Palestina, propietaria de extensas tierras de cultivo.
Su casa es hoy la sede del Instituto Biológico de Israel. Su pueblo fue borrado del mapa y ahora es conocido como Ness Tziona. La mayor parte de las casas fueron dinamitadas por la Haganah, salvo la mezquita, que fue convertida en sinagoga. Cuando Salma Al Farouki aterrizó en El Cairo, tenía 8 años de edad. Jamás ha regresado a Palestina. Ha vivido en Arabia Saudí, en Líbano y en Ginebra. En 1987, llegó a Córdoba acompañada de su marido, el filósofo francés Roger Garaudy, gracias a una invitación de Julio Anguita. Y aquí se quedó.
Nos recibe en su hermosa casa de la calle Judíos. Precisamente. La vida, a veces, guarda inesperados guiños del destino. El sol de otoño entra a raudales por el patio interior, mientras conversamos en un salón plagado de libros, recuerdos y objetos de medio mundo. Son las 12 de la mañana y a miles de kilómetros las bombas trituran Gaza con saña.
Nuestra casa es hoy el Instituto Biológico de Israel. Nos quitaron todo
PREGUNTA. Usted nace en Jerusalén antes de la creación del Estado de Israel.
RESPUESTA. Nací en Jerusalén el 15 de octubre de 1940.
P. Ocho años antes de la creación.
R. Exactamente.
P. ¿Qué recuerda de Jerusalén?
R. No mucho. Mi familia era de las más ricas de Palestina. Mi abuelo era una persona conocida, no solamente por su dinero sino por su implicación política. En el encuentro sionista de Basilea (Suiza), que fue del 28 al 30 de agosto de 1897, mi abuelo estaba presente.
P. ¿Su abuelo estaba allí?
R. Estaba allí. Era palestino y sabía que se iba a discutir sobre la posibilidad de crear un hogar para los judíos en Palestina. Tenía un hermano muy conocido que perdió la vista a los ocho años. Se llamaba Sulayman Al Taji Al Farouki y era tío de mi padre. Y con nueve años memorizó el Corán. El padre lo mandó a Egipto porque él deseaba estudiar en la Universidad de Al Azhar. Allí se quedó otros nueve años y luego hizo estudios de abogado en Estambul. Hablaba turco, inglés, francés y árabe y creó un periódico denunciando la llegada de miles de judíos a Palestina. Las autoridades inglesas le cerraban el periódico con frecuencia, pero él, como era abogado y conocía la ley, lo volvía a abrir.
P. ¿Cómo fue su infancia?
R. Teníamos una casa muy grande. Mi pueblo cambió de nombre. Antes se llamaba Wadi Hunayn y ahora es Ness Tziona. Se quedaban con nuestras casas. Decían por la radio que nos fuéramos por cuestiones de seguridad, pero, en realidad, estaban matando pueblos enteros.
P. Como el caso de Dair Yasin.
R. Por ejemplo. Y muchos más. Mi familia tenía muchas tierras. Muchísimas. Y ahí tengo en un libro de mi tío con los títulos de propiedad.
El hermano de mi abuelo creó un periódico denunciando la llegada de miles de judíos y se lo cerraron
P. Su padre estudió en Oxford.
R. Exacto. Estudió comercio. Y mi madre estaba en un colegio. Aquí tengo una foto [coge el móvil y muestra la galería de imágenes]. Y aquí hay otra de mi padre frente a la casa. Teníamos muchos coches. Mi familia exportaba a Europa cítricos, principalmente a Alemania. Todo tipo de cítricos.
P. ¿Dónde tenían las tierras su familia?
R. En muchas partes de Palestina. Cerca de Jerusalén hay un monte que era de mi abuelo, pero cuando Israel ocupó Jerusalén declaró el monte tierra de nadie. Después empezaron a cultivarlo.
P. ¿Qué pasó con las tierras de su familia?
R. Nos quitaron todo. Absolutamente todo. Siempre pensé cómo mi padre pudo asumir todo esto y no sufrir una hemorragia cerebral.
P. ¿Su familia nunca reclamó sus propiedades?
R. ¿A quién?
P. A la justicia internacional.
R. ¿Qué justicia internacional? Si las Naciones Unidas cedieron la mitad de Palestina a un pueblo que decía que venía a una tierra sin pueblo. Y no es verdad. En Palestina hemos tenido de todo. Teatro, cine. Y mi padre amaba mucho la fotografía desde siempre. Frente a nuestra casa yo recuerdo que nadaba en la piscina. Nuestros jardines eran diez veces más grandes que los de la Alhambra. Mi abuelo recibía el rey de Jordania. En aquella época Arabia Saudí no tenía petróleo y mi abuelo los ayudaba.
P. ¿Recuerda el día que su familia tuvo que salir de Palestina?
R. Yo recuerdo que un día vinieron diciendo que teníamos que marcharnos. De pronto, nos llevaron al aeropuerto y nos metieron a toda la familia en un avión, que no era muy grande y los asientos estaban en dirección contraria. Nos llevaron a El Cairo desde el aeropuerto de Jaffa.
P. ¿Y en El Cairo os esperaba alguien?
R. No. El abuelo de mi madre tenía relación con el rey de Egipto y le dio la nacionalidad egipcia. Toda la parte de mi madre tiene pasaporte egipcio. En El Cairo fuimos a un apartamento. Mis padres y nosotros nos alojamos en una habitación. Mi tío, con su mujer y sus hijos, en otra. Imagínese después de haber vivido en un palacio.
Los judíos han vivido siempre en países musulmanes. Nunca hemos tenido problemas con ellos
P. ¿Pensabais volver a a Palestina?
R. No podíamos volver. Te mataban. Ellos intentaban crear una mayoría de israelíes en Palestina. A finales del siglo XIX, los israelíes eran el 6% de la población. En esa época, intentaron llegar a un acuerdo con los otomanos pero no quisieron. Los otomanos no podían hacer negocio con una tierra que no les pertenecía. Después de la Primera Guerra Mundial, Palestina le tocó a Inglaterra, que tenía el compromiso de crear un hogar nacional judío allí. Tras la declaración Balfour, facilitaron la llegada de miles y miles de judíos a Palestina, les dieron pasaportes y les permitieron armas, mientras que se las quitaban a los palestinos.
P. Un tío suyo se casó con una mujer judía.
R. Sí. El hermano de mi madre. Se casó en Egipto. Allí la conoció. Los judíos han vivido siempre en países musulmanes. Hay una comunidad judía bastante importante en Marruecos. Incluso el consejero del rey es judío. Nunca hemos tenido problemas con los judíos. Ahora ha habido manifestaciones de judíos en Inglaterra y en Estados Unidos. Los judíos son gente del libro [en el Corán, musulmanes, cristianos y judíos son conocidos como ahl al kitab o gente del libro y, por tanto, con derecho a protección] y tienen ética. No son como los demás [los sionistas]. Los demás son bárbaros.
P. ¿Qué significa para usted el sionismo?
R. Los sionistas, para mí, son vampiros. Viven de la sangre de los demás.
P. Usted llega a Egipto con ocho años.
R. Sí. Mi abuelo se fue luego a Arabia Saudí donde montó un negocio. Mi familia no siguió viviendo con el nivel económico que tenía en Palestina, pero, al menos, no estábamos en un campo de refugiados.
P. Su abuelo perdió todas las tierras pero conservó dinero para poder vivir.
R. Sí. Seguramente tenía una fortuna fuera de Palestina.
P. ¿Cuánto tiempo vivió en El Cairo?
R. Yo viví allí desde 1948 a 1959. Estuve en un colegio de monjas católicas francesas, que era el mejor de Egipto. Y me casé en 1959.
Los sionistas, para mí, son vampiros. Viven de la sangre de los demás
P. ¿Su familia se comprometió en la lucha nacional del pueblo palestino?
R. No. Era ir a contracorriente. Para ellos, lo más importante era seguir viviendo honradamente. Una amiga palestina que vive en Barcelona resistió algún tiempo allí. Pero tuvo que salir porque la buscaban para matarla. Lleva 50 años en Barcelona. Eran de un pueblo pequeño en Palestina y le dieron una hora para marcharse de sus casas. Salieron con su madre y tuvieron que caminar seis kilómetros para llegar al pueblo más próximo, que decían que era más seguro.
P. Su pueblo, Wadi Hunayn, es ya un pueblo colonizado.
R. Cien por cien. Tengo un amigo del norte de España que fue a Palestina e hizo fotos de mi casa. Lo pararon y le preguntaron para qué hacía fotos del edificio. El pueblo está cerca de Jaffa.
P. Y era un pueblo árabe.
R. La mayoría de Palestina era árabe. Y los judíos originarios hablaban árabe. Fue después cuando introdujeron el hebreo. Mi casa ahora es un Instituto Biológico.
P. Después de Egipto, su familia se fue a Arabia Saudí.
R. Sí. Mi padre se fue en los años cincuenta para trabajar. Yo me quedé en El Cairo con mi madre. Mi padre empezó a vender productos de construcción. En esa época todavía no había petróleo en Arabia.
P. Y en el año 59 se casó y se fue de El Cairo.
R. Me casé y me fui a vivir a Jeddah, en Arabia Saudí, que era una ciudad con cuatro calles. Tenía 19 años. Entonces, estaba la ruta del aeropuerto, la del puerto y la de Medina. No había nombres en las calles. Cuando llegué, el coche me estaba esperando al pie del avión. No viví mucho en Jeddah. Volví a El Cairo. También viví tres años en Líbano. Mi primer marido era representante de varias empresas de construcción. Dos de ellas españolas: Dragados y Entrecanales.
P. ¿Le queda familia en Palestina?
R. Sí. Quedó gente allí. Recuerdo muy bien a mis primas. Sus hijos están casados y son ya la tercera generación.
Nunca he vuelto a Palestina. No quiero llevarme un disgusto
P. ¿Dónde viven?
R. Tengo familia en todo el mundo. En Canadá, en Estados Unidos, en Europa. Nosotras llegamos cinco hermanas al aeropuerto y cada una tiene un pasaporte diferente. Yo tenía pasaporte suizo y de Arabia Saudí.
P. Todas sus hermanas se fueron a una parte distinta del mundo.
R. Sí. Tengo una hermana que se casó en El Cairo, por lo cual tiene pasaporte egipcio. Otra se casó en Estados Unidos y tiene pasaporte americano. Y otra inglés porque se casó con un primo mío que había estudiado en El Cairo y después se fue a Inglaterra.
P. Su familia es la historia de Palestina.
R. Exactamente.
P. ¿Nunca ha vuelto a Palestina?
R. He tenido muchas ocasiones. Cuando vine a Córdoba había un señor que era judío francés y fue teniente de alcalde de Jerusalén. Vino a visitarnos, me dio su tarjeta y nos invitó a ir a Palestina. Mi hermana de Inglaterra, hace unos años, también fue a Palestina y vino muy contenta porque había retomado la relación con parte de nuestra familia que está allí. Pero yo siempre he temido que me pusieran en una situación incómoda. Ellos saben que mi marido ha escrito sobre Palestina y sobre Los mitos fundadores de Israel, que fue una bomba. La gente no sabe lo que está pasando en Palestina. Hay que leer el libro de mi marido.
P. Si usted quisiera volver a Palestina, ¿podría entrar?
R. Claro. Con mi pasaporte suizo.
P. No ha querido volver nunca para no llevarse un disgusto.
R. Exactamente. El hijo de mi amiga de Barcelona nació aquí y tiene pasaporte español. Le gusta la música y canta en árabe y catalán. Hace unos años quiso visitar a la familia en Palestina con su mujer y sus niños. Dejaron pasar a la mujer y a los niños, pero a él no lo dejaron entrar por haber cantado canciones propalestinas.
No me siento refugiada. Soy ciudadana del mundo
Sulayman Al Taji Al Farouki, el hermano de su abuelo, fue una de las voces palestinas más prominentes que alertó de las oleadas coloniales de principios del siglo XX. En uno de sus artículos publicado en el periódico Palestina en 1911, ya avisó del “peligro del sionismo”. “Primero debes ser patriótico con tu país y, en segundo lugar, leal a los otomanos”, aseguró en su columna de opinión. El rotativo fue censurado inmediatamente.
Ese mismo año fundó el Partido Nacional Otomano y en 1920 pidió la celebración de una conferencia nacional palestina. En 1925, Sulayman fue quien pronunció el discurso de la delegación palestina que se reunió con el ministro colonial británico, Leo Amiri. En 1933 editó el diario La Universidad Islámica, muy combativo contra la creciente amenaza sionista. El periódico de Al Taji afrontó continuos problemas con el mandato británico, que revocó y suspendió su licencia en varias ocasiones.
P. El 7 de octubre pasado Hamás asesinó brutalmente a miles de israelíes. ¿Qué sintió cuando se enteró de la noticia?
R. Alivio. Porque Israel está matando palestinos desde hace más de ochenta años. En tu propia casa, si te quieres desplazar de un lugar a otro hay que pasar por un check point. ¿Hasta cuándo aguantamos la humillación? Nos han quitado todos nuestros derechos.
P. ¿Usted cree que matar a gente inocente resuelve el problema palestino?
R. Ellos siempre han matado a los palestinos. Los palestinos quieren volver a sus casas. Es normal. Si alguien te quita tu casa, ¿vas a estar contento de que te la quiten porque vienen con un papel firmado por Dios de que la casa es suya? Hay que ir a la raíz del problema. En 1948, más de 750.000 palestinos tuvieron que salir de su país y buscarse la vida. Pregunte a mi nieto, que tiene pasaporte americano, de dónde es. Le dirá: “¡Palestino!”. Y con mucho orgullo. Hay una injusticia. Naciones Unidas es una basura. Yo he vivido en Ginebra. He visto edificios gigantescos de la Cruz Roja, que cuestan muchos millones y con mucha gente con sueldos muy altos en vez de darle el dinero a los necesitados. Todo esto es mentira.
P. ¿Y una injusticia se hace frente con otra injusticia?
R. No podemos aceptar la injusticia. Veo cómo están matando a tantos niños y tantas personas mayores, y cómo se bombardean hospitales y escuelas de la UNRWA donde están los refugiados. ¿Es esto normal?
P. Yasir Arafat defendía la causa palestina y renunció a la violencia.
R. Para mí, fue una tradición.
El 7 de octubre sentí alivio, porque Israel está matando palestinos desde hace 80 años
P. ¿Una traición? ¿Por qué?
R. Yo, por ejemplo, aprecio mucho más a George Habache [líder del Frente Popular de Liberación de Palestina].
P. ¿Por qué cree que Arafat traicionó a la causa palestina?
R. Sus maneras no me gustaban. Al principio, cuando empezó con el movimiento Al Fatah, tenía fuerza y me parecía bien. Después ha sido más político.
P. ¿Usted cree que Hamás defiende realmente la causa palestina?
R. Cada palestino tiene que defender la causa palestina. De la manera que sea.
P. ¿Y cree que Gaza está hoy mejor que hace un mes?
R. Los palestinos están aguantando porque saben que son mártires. Tienen derecho a luchar. Vivir honradamente es mucho mejor que vivir sin honor ni identidad. No nos han dejado ni identidad ni nada. Palestina en Naciones Unidas no está considerada como país. En el año 48 dividieron Palestina en dos y dieron a Israel la mitad a cambio de nada.
P. ¿Usted cree que es factible la solución de los dos estados?
R. No. Hasta los palestinos que viven en Israel con pasaporte israelí no están tratados de la misma manera. Una amiga mía cantante conocida en todo el mundo árabe puso en Instagram la bandera palestina. Al día siguiente estaba en prisión. ¿Piensa que esto es normal? Ella tiene pasaporte israelí y ha nacido ahí, pero es palestina de origen. Tiene millones de followers, pero le pusieron las esposas y la detuvieron tres días. Su marido es jefe de Oftalmología de un hospital en Israel.
P. ¿Qué solución propone para el conflicto?
R. Que se vayan otra vez a su país. Que se vayan por donde han venido.
P. Eso va a ser complicado.
R. ¿Por qué complicado? La mentira cuando se repite muchas veces piensas que no es mentira. Y esta gente es así.
La solución al conflicto es que se vayan a su país
P. ¿Estamos ante una nueva Nakba [“desastre”, en árabe, alude a la operación de limpieza étnica que sufrieron los palestinos en 1948]?.
R. Ahora estamos más que en una Nakba.
P. ¿Usted se siente refugiada?
R. No. Yo me siento ciudadana del mundo. Gracias a Dios que no tengo este problema.
P. ¿Cómo conoció a Roger Garaudy?
R. Lo conocí en Ginebra. Yo no sabía que había suizos musulmanes. Y, cuando Arabia Saudí construyó allí una mezquita, durante el mes de Ramadán me gustaba ir a rezar. Entonces, conocí a un arquitecto musulmán y a su familia. A los occidentales les atrae el islam por la parte sufi y mística. Este señor trabajó con el Gobierno marroquí y un día me mandó una carta con un comentario sobre un libro de Roger Garaudy. Me llamó la atención y compré el libro. Era el principio de la revolución iraní y el islam tenía mala imagen en Occidente. Conseguí su teléfono y le pedí que viniera a presentar el libro a Ginebra. Así lo conocí.
P. En el año 1987, usted y Garaudy vienen a Córdoba por primera vez. ¿Por qué Córdoba?
R. En 1986 había un proyecto europeo para crear en Andalucía una Universidad Euroárabe y Anguita, que era alcalde de Córdoba, quería que la sede fuera aquí. Entonces invitó a mi esposo para lograr su apoyo al proyecto. Vine con Garaudy y Anguita nos invitó a comer en el Parador. Cuando bajamos hacia el Guadalquivir y pasamos por la Calahorra, Anguita dijo: “Si quieres esta torre, te la doy”. Garaudy le había dicho que el proyecto de la Universidad Euroárabe era un proyecto político y él no quería saber nada de política. Pero le dijo: “Si tú me das cualquier edificio, te puedo hacer un museo que subraye la Córdoba del siglo VIII al XIII”. Y Anguita se animó mucho con la idea. Fuimos a visitar la Calahorra y era un museo de armas muy feo. Cuando se presentó el proyecto por escrito al Ayuntamiento, fue aprobado por toda la municipalidad y fue cedida la Calahorra por 49 años.
P. ¿Por qué le interesaba a Garaudy Al Andalus?
R. Porque Córdoba ha sido en la historia un ejemplo de convivencia y no solamente de irradiación de la cultura. Cuando los musulmanes vienen de Damasco tienen en cuenta que hay una civilización anterior y se benefician de ella. De todo lo que es romano, visigodo y cristiano. Introducen el Islam y el idioma árabe para que toda la gente entienda qué dice el Corán. En el Corán siempre se repite que todos los profetas son mensajeros del mismo Dios. Y dice que no hay diferencia entre ellos y que lo que importa es obrar por la unidad. Están abiertos a otras formas de cultura. La primera palabra revelada en el Corán es iqra’, que significa lee, en español. Es un deber buscar la ciencia y la sabiduría. Por eso dijo que si tenemos que ir a China para buscar la ciencia, pues tenemos que ir a China. Y aquí en Andalucía tenemos influencia no solamente de China sino también de Persia. El planeta es uno, el creador es uno y tenemos siempre que obrar por la armonía.
De la Fundación Roger Garaudy han borrado hasta el nombre
P. ¿Qué queda de la Fundación Roger Garaudy?
R. Hasta el nombre lo han borrado. También por presión sionista.
P. ¿Usted cree?
R. Hace veinte años hubo aquí un congreso de rabinos, al que también vino Moratinos. Un rabino se levantó y dijo que aquí en Córdoba hablan de diálogo de culturas mientras que hay un señor que fue condenado por antisemitismo, en referencia a Garaudy. Moratinos habló con María Jesús Viguera y cambiaron el nombre de la Fundación. Para mí, es una traición. Cuando aceptan ser miembros de una fundación es que aceptan la filosofía de la persona que la creó.
P. Usted ha dicho tenemos que dar a Córdoba lo que se merece. ¿Qué se merece Córdoba?
R. No podemos hablar de Córdoba como si fuera una coma en la historia. Córdoba es Córdoba. El rey de Inglaterra pidió permiso al Califa de Córdoba para que sus hijas estudiaran aquí. ¿Por qué? Porque los problemas de la humanidad surgen por ignorancia y cuando las personas están educadas nunca pasa esto.
P. ¿El diálogo de culturas es un sueño o una pesadilla?
R. El diálogo entre culturas es muy importante. Yo puedo aprender de los japoneses, por ejemplo. La ceremonia del té en Japón es una delicia. Para ellos, es un ritual. Es como dar a cada cosa lo que se merece.
P. ¿Sueña con Jerusalén?
R. Podemos hacer de cada rincón un Jerusalén.
P. ¿Y este rincón de Córdoba es su Jerusalén?
R. Sí. Puedo considerar a Córdoba como mi Jerusalén.
No podemos hablar de Córdoba como si fuera una coma en la historia
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