Rosario Ruiz, psicopedagoga: “Si tienes todo el día en la mano algo que te da una recompensa puedes acabar en la adicción”
No se ve a nadie toqueteando sus teléfonos porque la Facultad de Ciencias de la Educación y Psicología es un lugar fantasmagórico un 1 de agosto. Sin la vida y el run rún de los alumnos, el edificio, con su arquitectura industrial y techo de invernadero, está totalmente en calma. Un silencio que apenas rompen las limpiadoras que estos días se encargan de poner a punto las instalaciones. En este edificio nos espera Rosario Ruiz Olivares (Córdoba, 1977), profesora titular del área de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba.
Ruiz Olivares es, además, una de las investigadoras cordobesas que mejor ha abordado las adicciones en la adolescencia y el periodo universitario. Su ámbito de estudio, que en los últimos días la ha devuelto a los titulares por los resultados del primer estudio que ha radiografiado la relación de los niños y jóvenes de Córdoba con las pantallas, fue, en parte, fruto del azar. Se le ofreció la oportunidad de participar en un estudio sobre adicciones, y ya lleva casi dos décadas investigando sobre los mecanismos que desatan nuestra obsesión por ciertas cosas, ya sean sustancias, productos o aplicaciones.
La investigadora no puede ocultar a lo largo de la entrevista su papel como madre, algo que debe tener muy presente en su ámbito de trabajo. De hecho, su principal advertencia, que ya se atisba en la tesis de su libro Detección y prevención de trastornos de conducta en la infancia y la adolescencia. Manual para educadores (Pirámide), es que la infancia y la adolescencia son los momentos en los que hay que establecer los mecanismos de control para que no se desarrollen trastornos adictivos. Y el primer tratamiento, a su juicio, es la comunicación.
PREGUNTA. Este centro tan vacío nos sirve casi como una metáfora. Ahora mismo aquí hay paz, entendida como la falta de estímulo. Pero aquí hemos venido a hablar de lo contrario, de las personas que buscan estímulos para encontrar algún tipo de paz.
RESPUESTA. Sí, pero una paz ficticia.
P. ¿Qué aprendes tú de tu trabajo aquí viendo a los chavales?
R. Bueno, a mí me encanta. Porque soy muy docente, soy muy maestra. Y esta Facultad tiene unas características propias, porque formamos a futuros formadores. Entonces, nuestra responsabilidad es muy grande. Por lo menos, yo así lo siento y así lo vivo en todo lo que es mi trabajo como docente. Y eso es lo que les trato de transmitir a ellos. Es verdad que, desde hace poco tiempo, también estamos formando a psicólogos, que no tienen por qué ser docentes, pero bueno, también su trabajo está directamente relacionado con personas.
P. ¿Para ser docente hay que tener un punto de psicólogo, no?
R. De alguna manera. A ver, la psicología ayuda más de lo que pensamos y el tener conocimientos de psicología para los maestros, para los profesores de secundaria, es fundamental, porque ahí está la base del aprendizaje. Entonces, es básico.
El uso que los padres hacemos de la tecnología no es el mejor ejemplo para nuestros hijos
P. Es una pena que se valore tan poco la profesión de educador en este país, que además es un país que ha tenido y tiene unos déficits históricos en materia educativa.
P. A mí no hay ningún político que me pregunte directamente, pero le diría que la educación debería estar al nivel de la salud en las prioridades políticas. Entonces, debería darse la importancia y el peso que realmente tiene, porque todas las grandes personalidades han pasado por un maestro de Infantil, por un maestro de Primaria, ¿verdad? ¿Qué importancia, no? ¿Qué valor habría que darle a todas esas personas que han puesto su granito de arena en esa persona? Entonces, bueno, creo que se le da menos importancia y tiene mucha.
P. ¿Y por qué crees tú que ocurre eso?
R. Yo creo que no se valora lo suficiente. No se ve como una profesión que tenga esa influencia, a pesar de que la tiene, pero creo que es un flaco favor que le hacemos. También creo que las propias personas que eligen ser profesores a veces no siempre se mueven por motivos como puede ser la vocación. A veces son otros motivos los que les mueven a dedicarse a esa profesión. Eso hace que no se desarrolle de forma adecuada, con lo cual la sociedad puede llegar a pensar que su figura no es tan valiosa. Y eso influye en muchas cosas y es como un círculo vicioso. Yo, como profesional, a lo mejor puedo llegar a no creerme el importante papel que tengo. Eso afecta a mi profesión y a nivel social puede repercutir.
P. Además, creo que hay otra cuestión también, que el propio valor que se le daba al maestro ha ido evolucionando. Antes el maestro era una profesión de prestigio.
R. Y de autoridad. Pero una autoridad que yo no entiendo que debería ser dictatorial ni nada de eso, para nada. Sino como una autoridad que sabe que me va a enseñar muchas cosas. No solo contenidos, sino valores y otro tipo de cuestiones. Entonces, sí, la sociedad evoluciona. No es ni mejor ni peor. No creo yo que sea peor ahora. Sino que las cosas cambian, ¿no? Antes había otras cosas que no eran tan positivas y ahora pues eso no. Pero es verdad que todavía tenemos que trabajar mucho más en que los profesionales sean muy buenos profesionales y que la sociedad realmente vea el importante papel que juegan y ponerlos en el lugar que se merecen.
P. Sí, yo estoy contigo en que esa idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor es falsa. Pero igualmente está bien mirar atrás para saber de dónde venimos, para ver dónde estamos. Yo querría preguntarte qué crees tú que ha cambiado en estas universitarias que tú ves aquí, con respecto a cuando tú eras universitaria.
P. Pues es una pregunta que casualmente mi padre, que es muy mayor, me hace. “¿Tus alumnos cómo se portan?” Porque claro, él es ya mayor y en un momento dado no entiende muy bien la diferencia. Al tener ya personas mayores de edad es verdad que hay una realidad diferente a la que todavía se puede vivir en secundaria. Es un poco lo opuesto. Pero evidentemente el perfil del alumno ha cambiado. Sus formas de tomar apuntes, por ejemplo; ya apenas toman apuntes manuscritos. Todos piden permiso y ya casi que algunos no te piden ni permiso, sino que abren sus portátiles y ahí escriben. Entonces, bueno, empezamos a ver ya un perfil de universitarios muy tecnológico. A mí me gusta mucho pasearme por el aula y vas viendo cómo van cerrando pestañas según dónde se sitúen. Claro, los que están más al principio sí están tomando apuntes. Los que están más al fondo a veces no están haciendo eso precisamente.
Pero bueno, a nivel general no hay una gran diferencia. Me refiero, es decir, sacan sus asignaturas, hay suspensos y aprobados, en fin, hay buenas notas. No noto yo un cambio en ese sentido, sino más bien a lo mejor en cómo son los métodos. Trabajamos mucho en el aula virtual, leen mucho a nivel digital. Yo a veces les pido que me impriman los trabajos y yo sé que a nivel ecológico eso no es lo más adecuado, pero es porque la vista a mí se me cansa y yo a nivel cognitivo, incluso para poder entender y detectar ciertos errores, necesito leerlo en papel. Y si no, no lo identifico.
Ser psicólogo va a ser la profesión del futuro
P. ¿Y se percibe en ellos toda esa mala prensa que ha habido en los últimos años con esta idea de que ir a la universidad ya no es equivalente a conseguir un trabajo?
R. Yo no tengo esa percepción. Que puede ser que lo haya y puede ser que te encuentres a lo mejor con algunos grupos. A ver, aquí tenemos cuatro grupos de Primaria, o sea que son muchos alumnos, y tres de Infantil. Pero luego tenemos un grupo de Educación social y un grupo de Psicología. Ten en cuenta que de Psicología y de Educación Social hay mucha gente que se queda fuera. Bueno, además de los grados de Educación también hay gente que se queda fuera. Pero hay como más plazas, por así decirlo. Pero de Psicología y de Educación Social hay mucha gente que se queda fuera. Entonces, muchas veces tenemos a los mejores. Porque ya la nota hace mucho corte. Y entonces te puedes encontrar algún grupo determinado que pueda percibir eso, pero luego hay alumnos muy buenos y muy excelentes en todos los grados que tenemos nosotros. O sea que en los grados de Educación hay gente muy buena, que le gusta mucho todo lo que hace.
Yo, lo del trabajo, no sé si quieres que entre eso, mi sensación y mi experiencia ha sido que cuando uno se dedica a lo que le gusta, pues uno tiene más posibilidades de trabajar en eso. Evidentemente, la universidad ya no garantiza muchas cosas, sobre todo porque ahora hay que formarse más todavía. En nuestra época no había que hacer másteres, y ahora es que tienen que hacerlo. Es que muy pocos solo con el grado a lo mejor pueden ya entrar en el mundo laboral. Entonces, como que todo se alarga. Hay muchas exigencias, pienso. Y también hay las frustraciones de que después a lo mejor los salarios no son muy altos o no todos llegan o los puestos de trabajo, o no se dedican a lo que han estudiado. Eso casi que es también más frustrante, ¿no? Que has estudiado tanto tiempo para luego no dedicarte a lo que has estudiado, no has encontrado trabajo de eso, tienes que estudiarte unas oposiciones a veces muy largas y lo que eso conlleva.
P. A veces se habla mucho de estos problemas que tienen los jóvenes con un cierto paternalismo, del que los medios de comunicación también tenemos parte de culpa. Pero yo creo que puede ser que exista una barrera entre esto que ellos llaman los boomers y los Z, que son los que te están entrando ahora por aquí. Yo sé que es una cuestión generacional que se ha dado siempre, pero ahora, quizás por las redes sociales, quizás porque todo se maximiza.
R. Yo creo que tiene más que ver con eso, como que ahora todo se vive de forma muy intensa, como que ahora todo es más problema, o es todo bueno, o es todo malo. Porque creo que lo magnifican mucho todo con el tema de las redes sociales y piensan que lo que de ahora es lo único que ha habido, cuando a lo mejor lo que ocurre ha ocurrido siempre. De todos modos, los cambios generacionales siempre asustan. Cuando llegó la televisión, ¿qué ocurrió? Pues que en las familias donde solo había radio, les entró mucha preocupación y vieron venir muchos problemas. Si me apuras y en mi ámbito, las adicciones, sobre todo el consumo de sustancias, en realidad no llegaron a ser un problema a nivel histórico y político hasta los años ochenta con el tema de la heroína. El cannabis, que llegó antes, no parecía tan problemático. Pero el tema de la heroína fue una causa para romper y decir: “Tenemos que hacer algo a nivel político”. Y se empezó a gestionar el Plan Nacional sobre Drogas, hubo una movilización brutal, y ahora mismo hay un tejido de atención y prevención muy grande y fuerte. Hay un conocimiento de todo esto. Entonces, lo que creo es que siempre hay hitos, retos, cuestiones que irrumpen y generan reacción. En ese sentido, generacionalmente, hay cosas que desconocemos, que a los adultos, esos boomers, nos desconciertan, no sabemos qué hacer, y que a esa generación Z les parecen lo más normal del mundo.
P. ¿Cómo acercarnos a ellos? ¿Algo que nos recomiendes?
R. Esa pregunta me ha gustado mucho. Tenemos que actualizarnos a unos ritmos que ni siquiera somos capaces de seguir, o sea, que se nos puede escapar. De hecho, a nivel de investigación siempre vamos tarde, siempre hay un retardo, ¿no? Pero es que, en el tema de la tecnología y del avance que todo está teniendo, siempre vamos mucho más tarde. Pero hay que ponerse las pilas. Hay que estar en las redes sociales. Pero no para para vigilar, sino para que nuestros jóvenes y adolescentes vean que estamos ahí y que somos capaces de hablar un poco su mismo idioma. Se trata de entenderlos cuando hablan, descifrar esa jerga que tienen, y, si me apuras, interesarnos por ellos, porque eso nos va a acercar a ellos, y eso es muy importante. Pero eso siempre ha sido importante. La comunicación.
P. Esta generación de la que hablamos, muchas veces se dice que presenta más trastornos mentales, pero yo tiendo a pensar que, en realidad, es que es la primera que empieza a hablar de trastornos mentales.
R. Los trastornos mentales siempre han estado ahí. Es que eso también tenemos que tenerlo en cuenta. Yo creo que nunca se ha hablado tanto de trastornos mentales. Los niños, los adolescentes, lo manejan mucho. Es verdad que tienen un acceso a la información muy grande. Aquí es donde veníamos antes a hablar, que hay que enseñarles a gestionar esa información. Y esa información se gestiona en dos contextos sociales muy importantes: la escuela y la familia, que son los contextos socializadores más importantes que tiene una persona. A ver, los datos están ahí. Es verdad que hay, por ejemplo, más TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad). Pero no sabemos si hay más TDAH o si es que ahora lo identificamos más. Porque ellos hablan sin tapujos y también se ha querido a nivel social que los trastornos se normalicen. Por ejemplo, un niño con trastorno del espectro autista, antes a lo mejor se ocultaba, se negaba o no se hablaba. Y ahora, bueno, pues se habla abiertamente de que a esa persona le pasa eso y por eso tiene ese comportamiento. Entonces, claro, es que, por un lado, queremos normalizar ciertas cosas y, por otro lado, ellos lo han cogido al vuelo.
También es verdad que a veces se hace demasiado cotidiana la salud mental. Por ejemplo, ellos mismos a veces ven síntomas en todos lados. Yo los escucho decir: “Ay, eso me da TOC”. O: “Es que estoy muy ansiosa.” O: “Es que tengo un trastorno de ansiedad.” A ver, claro, es importante que se visibilicen los trastornos y se hable de ellos, pero con cuidado. También hay que enseñarles que hay que tener medida. Es decir, todos tenemos sintomatología, pero eso no quiere decir que tengamos un trastorno. Todos podemos tener un día una crisis de ansiedad, pero eso no quiere decir que tengas un trastorno.
P. ¿Y la adicción se ha normalizado o eso sigue todavía oculto?
R. A nivel social hay muchas más cosas, como te he dicho, muchos más recursos, hay mucha más prevención, o al menos se intenta la prevención, que es un poco el talón de Aquiles de la adicción.
El alcohol es una droga a los mismos niveles que otras ilegales
P. Hay más, pero creo que este país es el líder de consumo a nivel europeo.
R. Sí, habría que evaluar eso, porque no parece que esté funcionando muy bien. Pero es verdad que el tema de las adicciones todavía tiene un poco de estigmatización. Es curioso porque ellos también hablan de forma coloquial a que son adictos o que están enganchados, pero no tanto, no creo yo que tanto.
P. Y a nivel de sustancias, ¿se está consumiendo más o menos?
R. Depende. La edad de inicio varía según la sustancia. Pero están bebiendo pronto y están fumando pronto. A nivel social, ya sabemos que el alcohol, por ejemplo, no está considerado una droga. Y la tenemos muy metida, entonces no hay conciencia social. Si vemos a una persona que bebe mucho, sí. Pero, si lo viésemos de la misma forma que si se metiera una raya de coca, ya de pronto como que lo bajaría. Y hay que tener en cuenta que el alcohol es una droga a los mismos niveles que otras ilegales. La única diferencia es que es legal. Pero la adicción es verdad que está ahí un poco tapada.
P. De hecho ahora hablando contigo sí que me surge la idea de que quizás si empezamos a visibilizar la adicción, tenemos que empezar a cortar lo que más adictos produce, que es el alcohol, que es una droga legal que produce muchísimo beneficio al Estado, a las empresas y a la publicidad.
R. Bueno, ya se ha visto con el tabaco. Y fue súper polémico, por aquello de cercenar libertades. Pero la realidad es que ha habido un descenso de consumo de tabaco. Y hay mucha gente que ha dejado de fumar porque ya no puede fumar en cualquier sitio. Y porque además el tabaco está mal visto. Si eso se pudiera conseguir con otras sustancias... Pero con el alcohol estamos un poco perdidos.
P. Es que con el alcohol lo raro es que alguien no se tome una cerveza; prácticamente te señalan por no tomar una cerveza en este país.
R. Y sobre todo, la persona que se recupera lo tiene muy complicado porque el alcohol está en todos lados. Trabajar con ellos no es fácil. Y de verdad que es una de las adicciones más peligrosas. Porque te puedes morir por un coma etílico, o por una desintoxicación. No te puedes desintoxicar tú solo, porque el síndrome de abstinencia también te puede matar. Y eso sin entrar en los riesgos asociados.
P. Antes de entrar de lleno en el tema de adicciones, me gustaría saber, ya que estamos hablando de la salud mental, ¿qué papel tiene la Administración? Porque creo que la última vez que publiqué los datos, tenemos cuatro psicólogos por cada 100.000 habitantes, y estamos en una de las regiones más pobres de Europa, donde la gente no puede pagarse un psicólogo.
R. Bueno, es que eso es... El otro día, un amigo mío que es director de un centro de salud, me dijo que estaba muy contento porque habían conseguido un psicólogo para el centro, y yo ya le tuve que dar la enhorabuena porque me pareció una cosa excepcional. Pero es verdad, es una falta tremenda. Y fíjate, yo creo que ser psicólogo va a ser la profesión del futuro.
P. Ese es un buen titular.
R. Me lo van a agradecer los compañeros, pero es que es verdad, porque lo vamos a necesitar. Estoy de acuerdo en que, evidentemente, debe ser el sistema público el que también lo ponga en circulación. Porque, claro, a nivel privado no todo el mundo se lo puede permitir. Y las listas de espera son terribles. Además, la intervención tiene muy poco tiempo, claro. Y esto no es como los cinco minutos del médico. No me parece que un médico deba atenderte en cinco minutos, pero un psicólogo menos aún.
P. Los datos estos de psicólogos que conseguí para Córdoba tuve que pedirlos. Y es curioso, porque tenemos ratios de cuántos médicos hay por pacientes, cuántos profesores hay por alumnos, pero, oye, por algún motivo no dan anualmente los datos de cuántos psicólogos hay por habitante.
R. Ah, curioso, no lo sabía.
P. Este dato es de 2021, no sé si ha crecido mucho. En los países nórdicos estamos hablando de 20 o 30 por cada 100.000.
R. A ver, la diferencia entre países está clara por la inversión económica, porque allí no son tantos.
P. Y además curiosamente tienen tasas de suicidio muy altas.
R. También, también. Bueno, el suicidio también es un tema. No sé sí, tú lo has tratado. En el grupo de investigación, nosotros estamos trabajando también en temas de adicciones. Yo no tanto directamente, pero hay compañeras y compañeros que sí, y están trabajando en ello, porque es un tema que es muy preocupante. Es que en realidad los datos son tremendos. No se ha hablado abiertamente de los suicidios hasta hace relativamente poco. Pero los datos siempre han sido escalofriantes. El número de muertas por suicidio es superior al de los accidentes de tráfico, y eso es muy significativo. Y bueno, es preocupante. Yo no soy experta. No quiero profundizar mucho, digo que no lo trato directamente, pero no es fácil de tratar. No es fácil de identificar. No es fácil de identificar ni de tratar. Es verdad que un profesional de la psicología, cuando está hablando con su paciente, evidentemente, tiene aspectos que le pueden poner en alerta, pero la mayoría de las veces con quienes se trabaja es con los casos fallidos. Los que lo han intentado y han fallado. Y, sobre todo, se trata de trabajar con ellos para evitar la siguiente vez. Porque el profesional no tiene garantía de que no vaya a ocurrir, pero en realidad la estadística nos dice que a veces la terapia no da garantías.
Tenemos personas totalmente aisladas y frustradas porque su vida no es la que ven en las redes
P. Dentro de tu campo, sí que me gustaría saber qué rasgos crees que presentan las nuevas generaciones o los jóvenes en comparación con las generaciones anteriores, en temas de adicción. ¿Hay rasgos que destacan? ¿A qué están más enganchados?
R. Es que hay una situación distinta, que es que la forma en la que se está educando a estos chicos y chicas es en la falta de manejo de la frustración, en esa impulsividad que pueden tener y esa poca autorregulación. Eso es un poco caldo de cultivo, permíteme esa expresión coloquial, para que se pueda producir cualquier tipo de adicción o trastorno del comportamiento. Porque algo que no está regulado, pues es más fácil que se descontrole. Eso no quiere decir que estemos exentos de que nos ocurran cosas. Claro que sí, que vivir ya implica que te pueda pasar algo, que vivas una situación concreta que haga que tú desarrolles un trastorno. Pero, evidentemente, si esas cuestiones no se trabajan, no se fomentan en la persona, pues tiene muchas más probabilidades.
Y hoy, lo que tenemos es esa sobreestimulación o ese estímulo inmediato. Hay una recompensa muy rápida en el cerebro que hace que cualquier cuestión pueda suscitar que se vuelva una adicción. En una entrevista hace mucho tiempo dije que no todos somos adictos a las mismas cosas. Porque lo que para ti es satisfactorio, a lo mejor para mí no lo es. Entonces, esa es un poco la diferencia entre una persona y otra. No todo el mundo que consume alcohol al final se vuelve adicto al alcohol. Eso es verdad, porque no todo el que consume acaba siendo adicto. Pero claro, tienes más probabilidad de desarrollarlo si tienes otra serie de variables que hacen que caigas en esa situación. Pues con el resto de adicciones pasa un poco igual, ¿no?
P. Sí, pero al hilo de lo que cuentas, parece que se está educando a una generación de personas que están constantemente estimuladas y eso es una especie de conducta adictiva, ¿no?
R. Si estás todo el día con algo en la mano que te da una recompensa, eso puede acabar en una adicción. Totalmente.
P. Es como una droga para tu tristeza, por decirlo de alguna manera.
R. Bueno, claro. Primero hay un estímulo agradable, un feedback rápido, y además eso hace que yo esté pasando mucho tiempo haciendo esa actividad. Porque hacer algo en exceso ya es un indicador de que algo está pasando. Y luego está la falta de control, que ya no sabes dejar de hacerlo; más la interrupción de otros aspectos importantes que aparcas. Esa dejadez de hacer cosas importantes en tu vida o responsabilidades que tienes que atender, también es otro indicador de que algo no está yendo bien. Cuidado, que a nivel clínico y de investigación no podemos hablar de adicción a todo. ¿Me explico? Porque claro, luego vienen los críticos -y también yo me incluyo en ese tipo de crítica-, porque es verdad que todo no es adicción. Hay una línea muy fina. Por eso hablamos de usos problemáticos en estos casos.
P. Que es la puerta de caída en la adicción
R. Sí, porque algunos cruzan la línea. Pero hay otros que, de pronto, retroceden. Entonces, no todo es adicción. La adicción es conductual y, en ese sentido, la única que está clasificada como tal es la ludopatía. Y el tema de los videojuegos, que roza un poco la ludopatía. Ahí están de acuerdo los autores y todos los académicos y clínicos. Pero el tema de internet, por ejemplo, no. Estar enganchado a Internet todavía no está catalogado como adicción.
P. ¿Y tú crees que va a estar?
R. Hombre, tiene muchas papeletas. Pero ya no solo Internet. Es que también hay que distinguir qué es lo que hacemos en Internet. Por ejemplo, las compras. Resulta que Internet nos lo facilita muchísimo.
No se trata de ser adicto al móvil, sino de ser adicto a lo que hacemos con él
P. ¿Y las redes?
R. Es curioso, el otro día, en la presentación del informe sobre las pantallas, le llamó mucho la atención a casi todo el mundo el tema de las apuestas. Pero a mí, personalmente, me preocupan muchísimo las redes sociales. Porque las apuestas... Hombre, yo entiendo que hay que estar pendientes porque ya te digo que la ludopatía es un trastorno grave. Hay que prevenir y cortar. A nivel político, desde luego hay muchas cosas que hacer en ese sentido y ya se están haciendo cosas. Pero las redes sociales... Es que nos queda todavía mucho por investigar. Ahí hay un campo abierto a muchísimas cosas. Porque además es que somos seres sociales. El primer enganche, vamos a llamarle enganche, o el primer estímulo agradable es que me relaciono con gente. ¿Y esa tiene que ser la única forma en la que me relacione? No, ahí viene la educación. Ahí viene la educación en el colegio, la educación en casa. Porque esa no puede ser la única forma. Pero es que esa es la forma del futuro. No es que sea del futuro, es que ya está instaurado. Y bueno, me has preguntado por las adicciones, pero las redes sociales son una de las actividades que más nos tiene pendientes de la tecnología. Sin duda.
P. Es curioso porque hace un par de décadas, el contacto con el alcohol y la droga en su aspecto más nocivo estaba representado socialmente, porque todo el mundo pues conocía a una persona con problemas. El Yonqui, por decirlo de forma coloquial. Hoy, eso no se ve tanto, pero es probable que haya muchas más adicciones.
R. Hay más trastornos adictivos, las estadísticas están ahí. El consumo de sustancias, desde luego, en España sigue siendo muy alto. Pero es curioso, porque los botellones tampoco se ven. El otro día lo comentábamos con algunas compañeras. Oye, ¿dónde va la gente aquí de botellón? Y no fuimos capaces de responder. Y es porque está prohibido. ¿Pero consumen? Están consumiendo igual. Cada vez que tienen la oportunidad hacen un botellón. Lo que pasa es que lo hacen en las casas. Donde pueden, lo hacen. Vamos, que se juntan para la piscina y llevan alcohol. El otro día, hablaba de un caso en el que la propia familia les había facilitado en las fiestas el alcohol. Y creo que, si no explicamos las cosas, estamos haciendo un flaco favor. Si tú no explicas lo que conlleva esa botella, eso no va a mejorar la situación. Yo siempre pongo el ejemplo de la cocaína porque creo que es una sustancia que tiene muchos riesgos y es estimulante. No es tan adictiva como creemos, pero a la persona que le da con la tecla, puede hacerle mucho daño. Y lo que decía, es como si le pusiéramos allí su bolsita de cocaína. ¿Eso no ocurriría, no? Pero con el alcohol sí lo hacemos. Yo creo que los padres tenemos que estar más formados y no dejar esa información en manos de otros.
P. El tema de la familia probablemente sea de los más controvertidos, ¿no? Porque tampoco puedes establecer un régimen autoritario en tu casa, ni tampoco puedes hacerte muy colega. Entonces, encontrar ese equilibrio es quizás lo más complejo.
R. Creo que hay mucho miedo a enfrentarse a esa situación. Creo que también se piensa que no se va a tener la capacidad. Pero creo que es importante formarnos como padres o preguntar a profesionales cómo abordar este tema y después abordarlo. Porque ya el sentido común es suficientemente importante como para que se tenga una conversación con nuestros hijos. Y con la tecnología igual. Los adolescentes perciben que nosotros estamos muy preocupados por el uso que hacen de la tecnología. Pero en realidad no les explicamos ni les decimos qué es lo que realmente nos preocupa de ellos o cómo ellos podrían mejorar esa situación o cómo se podría gestionar. Hay un salto que se observa en el informe este, y que se da a partir de los 13 años. Es un salto en todo. Mayor uso, menor percepción del control. Pero ese salto debería ocurrir más tarde. A los 12 o 13 años, ya hemos tirado la toalla y los chicos ya están pegados al móvil. Eso es importante, que nos ocupemos. Que nos preocupemos, pero que nos ocupemos también.
Mis propios alumnos no saben estar sin el móvil ya con 18 años
P. Clínicamente hablando, ¿qué tiene más peso a la hora de desarrollar una conducta adictiva? ¿El contexto social? ¿La genética? ¿La educación? ¿Qué crees tú que influye más?
R. Todas influyen, pero es verdad que la genética es quizá la que tenga menos peso. Sin embargo, a nivel científico no se ha podido demostrar de manera concluyente. A nivel social y de educación, muchísimo, muchísimo. ¿Eso quiere decir que no podemos evitar nunca que ocurra algo? No, no, claro que eso no lo puedes evitar; que tus hijos van a probar cosas. Además, tienen que experimentar, y la adolescencia en sí misma no la vamos a cambiar. Lo que podemos hacer es acompañarlos y que sea lo más llevadera posible para todos y que corran los menos riesgos posibles. Pero pensar que no van a correr nunca ningún riesgo, eso es ilusorio. Y respecto al móvil, fíjate que creo que la sensación de control que creemos que nos aporta darles un móvil a los chavales ha favorecido su uso. Porque con ese móvil tenemos una percepción de control, pero no es real. Es una ilusión total. Y no ayuda porque, claro, le damos el móvil pero hay que enseñarles a usarlo. Y todos esos estímulos que reciben y toda la tecnología; es que la tecnología en sí misma es llamativa, es atractiva, está muy bien pensada. Las redes sociales están creadas para que las usemos. Te mandan mensajitos, anuncios… Eso, a nivel psicológico, está súper bien hecho.
P. ¿El scroll infinito es el demonio?
R. Claro, y los algoritmos que aprenden lo que te gusta y te muestran contenido acorde. Por eso también hay mucho radicalismo en una época de muchos extremos, porque en realidad la información que te llega siempre es del mismo lado. Entonces, eso retroalimenta lo que tú piensas. Si no tienes un pensamiento crítico, no te expone a otras posturas. Es otro riesgo de las redes sociales, entre otros.
P. Hemos hablado del contexto social, hemos hablado de la educación, pero yo en abstracto pienso que el propio sistema en el que estamos inmersos, este turbocapitalismo, fomenta la frustración y, con ello, las conductas adictivas.
R. Claro, el consumismo este salvaje no ayuda. Fíjate, no lo hemos hablado, pero el tema de las compras parece que no, pero es una adicción conductual que también se contempla. No está catalogada a nivel de diagnóstico, pero hay muchas personas enganchadas a las compras. Personas que compran a nivel compulsivo. “Esto no me hace falta, pero como lo he visto tan barato, lo compr0”. O adicta a compras muy baratas en plataformas, no quiero decir nombres. Gente que compra en sitios donde sabe que además hay explotación detrás y que por eso es muy barato. Y, en vez de comprar una cosa, me tengo que comprar veinte, porque es muy barato. Evidentemente, eso tampoco ayuda. Esa satisfacción rápida. En realidad, la adicción está muy relacionada con una satisfacción rápida. Al principio se instaura esa satisfacción rápida y luego la adicción se mantiene porque, como no estás recibiendo esa satisfacción rápida y quieres recibirla, hay un malestar que es el que hace que otra vez lo vuelvas a hacer porque otra vez necesitas ese 'chute' de esa sensación agradable, ¿me explico?
P. Parece que estás describiendo la adicción a la heroína, pero estamos hablando de compras y redes.
R. Cada vez que hablo de esto siempre acabo en lo mismo: es que muchas veces lo que describimos es lo mismo, solo que es otro tipo de comportamiento. Pero, en realidad, el sistema por el que nos hacemos adictos a algo es muy similar siempre.
P. ¿Crees que a nivel psicológico ha habido un cambio con la llegada de las redes sociales?
R. No te entiendo muy bien la pregunta, ¿en el sentido del uso?
P. En todo. Es que han cambiado todo, las redes sociales han cambiado de arriba a abajo nuestros hábitos de comportamiento.
R. Claro. A ver si puedo explicarlo. Decimos que hay más trastornos, porque ha habido un aumento. En este punto, la pandemia tampoco ha ayudado. Pero a nivel de trastornos de ansiedad y depresión, ha habido un aumento grande. En ese tema hay investigaciones en curso y hay una relación con el uso de redes sociales. También hay que tener en cuenta que, por ejemplo, el primer artículo que nosotros publicamos sobre este tema, de adicciones de comportamiento, fue en 2010. Y ya, a nivel de citas, ha sido un hito importante. Lo hicimos con universitarios, pero ahí no discriminábamos las redes sociales porque lo basábamos en unas adicciones más tradicionales: al sexo, a las compras y a internet, al móvil. Pero eso ya está totalmente obsoleto.
Ya no se trata de ser adicto al móvil, sino de ser adicto a lo que hacemos con él. Lo que pasa es que cuando hicimos esa investigación, incluso preguntábamos por las llamadas y el tiempo de llamadas. Eso ya está totalmente obsoleto porque hoy apenas llaman. Entonces, las redes sociales y el uso que hacemos de internet están influyendo de manera muy directa, sobre todo en población vulnerable, como pueden ser los niños y los adolescentes. Pero también lo estamos detectando en jóvenes, ese malestar emocional con síntomas depresivos, porque la red social no sustituye ciertas cosas. Es verdad que cuando ellos se sienten mal, recurren a las redes sociales porque es una estimulación fácil y rápida, en lugar de, a lo mejor, quedar con un amigo, que podría ser un poquito más saludable porque eso implica otra serie de cosas. Pues lo que hacen es ver contenido, ver contenido.
No se ha hablado abiertamente de los suicidios hasta hace relativamente poco
P. En las redes sociales se genera un poco la tormenta perfecta. Llevamos desde los años 80 con el auge del individualismo frente a lo colectivo, esto de “lo mío primero y luego ya lo de los demás”. A eso le sumamos estas redes sociales que lo que te dan es una falsa sensación de conexión, cuando en realidad estás tú solo en tu casa.
R. Efectivamente, se ha generado la tormenta perfecta para que tengamos personas totalmente aisladas y frustradas porque su vida no es la que están viendo en las redes sociales. Las redes sociales nos muestran una realidad distorsionada, pero eso no se sabe de manera consciente, y se genera una frustración porque esa no es la vida real de uno; es el deseo de que esa sea la vida, pero uno sigue en su cuarto. Es como cuando vemos muchos vídeos de deporte y pensamos que por admirarlos vamos a hacer más deporte. Y luego no ocurre. Pues eso ya empieza a ser un síntoma, porque estamos abusando de más, estamos además pasando el tiempo y no lo estamos aplicando.
P. Este último estudio que he leído me ha encantado ese término de “chupete digital”. Es un término muy paradójico porque chupete, en inglés, se dice pacifier, que significa tranquilizante, y, curiosamente, cuando le damos un móvil al niño estamos haciendo todo lo contrario. Aunque el niño parezca tranquilo, está ultra estimulado, porque todo lo que hay dentro del móvil está creado para estimularlo, no para tranquilizarlo.
R. Sí, es una paradoja. En este estudio no se ha recogido información de niños menores de 10 años; los más pequeños han sido de 10 años porque eran los que nos podían dar esa información ellos solos. Pero no tenemos más que ver a nuestro alrededor para comprobar la vigencia de ese término, porque a mí se me ocurre que es tal cual: cómo le damos el móvil a niños muy pequeños para que coman, para que estén tranquilos, para que no molesten, para que estén callados, para lo que sea. O porque directamente me lo piden, porque como ya se lo he dado en otras ocasiones, me lo piden. Aquí el problema muchas veces no es dárselo, es ver cómo se lo quitas. Porque con el chupete pasa por algo parecido, ¿no? Está bien dárselo en un momento dado, aunque tiene sus problemas también, con el tema del habla, los dientes... Y todavía se ven niños jugando con el chupete puesto, cuando eso debería estar controlado.
A eso me refería yo con lo de autorregular el comportamiento de nuestros hijos. No pasa nada porque el niño tenga chupete, pero sí tenemos que tener en cuenta que el chupete tiene que empezar a tener normas, hay que normativizarlo y, en un momento dado, quitarlo. El problema de la pantalla, o lo que yo veo, es un problema de las familias. ¿Cómo les das la pantalla y regulas ese uso? Es decir: no en todos los sitios, no todo el tiempo, y que no sea el niño el que decida cuándo, cómo y dónde. Es que a veces es difícil, el adulto pierde un poco el papel. El niño no tiene que decidir esas cosas, igual que no decide qué come, cuándo duerme o dónde duerme.
P. No sé si conoces el libro de Johann Hari, El valor de la atención. Es muy interesante, porque habla de cómo las redes y los teléfonos han afectado a nuestra capacidad de atención. Creo que el problema muchas veces está en que los propios padres no son conscientes ellos mismos de lo que hay en sus teléfonos. Por eso antes hablábamos de la educación digital y lo importante que puede ser.
R. El uso que los padres hacemos de la tecnología no es el mejor ejemplo para nuestros hijos. Es que si nosotros estamos usando la tecnología constantemente, ¿cómo vamos a explicarles a nuestros hijos que dejen de hacerlo? Es como cuando antes nos decían nuestros padres con un cigarro en la mano o con una copa: “Como yo te vea con un cigarro...”. Era un aprendizaje inútil, porque así no se enseña. Con el móvil es igual. Si nosotros estamos todo el día con el móvil, si no tenemos espacio sin móvil en casa... Si decimos: “No, es que estoy trabajando”. Porque a veces la excusa puede ser el trabajo. Bueno, pues el trabajo también hay que ponerle un horario, igual que hay un horario para comer y un espacio sin pantalla. Pero para todos, no solo para los chicos y las chicas, sino para nosotros también.
Los propios docentes tienen que ser un ejemplo, porque los chavales se dan cuenta. En los centros donde está prohibido el móvil para los chavales, los profesores usan los móviles. Y yo entiendo que prohíban el uso de los móviles para los niños, puedo llegar a entenderlo, pero entonces, a nivel de adultos, también hay que tener un control y ser un ejemplo. Es decir, yo en el aula no saco el móvil porque, además, ellos distinguen perfectamente. Los niños no son tontos; son niños y adolescentes, pero no son tontos. Eso es muy importante, no tratarlos como tontos. Ellos saben cuando el profesor está tonteando y cuando está haciendo algo relacionado con el trabajo, ellos lo saben perfectamente. No les estamos ayudando; todo lo contrario, todo lo que les digamos pierde valor porque no somos el mejor ejemplo.
P. Sobre el tema de la prohibición, ¿tú cómo lo ves? ¿Crees que habría que retirar los móviles de las aulas? ¿O crees que hay otras posturas más adecuadas? Por ejemplo, antes que retirar, enseñarles a utilizarlos de manera responsable.
R. Yo tengo una ambigüedad con esto. Lo que yo pienso, yo conmigo misma siento contradicción, porque creo que es muy positivo que los niños tengan espacio sin pantalla... Es como la ley del tabaco. A veces lo que la sociedad no regula, lo tienen que regular los políticos, lo tienen que regular las autoridades. Pero claro, lo de coartar libertades tiene también, a nivel ético, sus problemas. Pero es que cuando no lo regula nadie... No sé, creo que es positivo que, por lo menos, los chicos pasen 5 o 6 horas sin la pantalla. Lo veo complicado pero también ciertamente positivo. ¿Por qué te digo esto? Porque mis propios alumnos no saben estar sin el móvil ya con 18 años. Y con más, con 20, con 22. Para que tú les digas que los móviles no, eso tiene que venir aprendido de antes.
Y luego hay otra cosa: A mí me obligan ahora a escanear la asistencia con el móvil. Porque si no fuera por eso, yo no me traería el móvil a clase, porque lo tengo en silencio y no atiendo nada. Si estoy en clase y me llaman, yo no atiendo nada porque estoy trabajando justo en ese momento. Por eso tengo esa ambigüedad. Porque lo cierto es que un móvil en clase es una disrupción constante. De hecho, ha salido en el estudio cuando le hemos preguntado que si usan el móvil mientras que hacen las tareas académicas para algo que no sea académico, y claro que sí que lo reconocen, no tanto como lo que hacen de verdad, pero lo reconocen. Lo que no han reconocido mucho es que eso haya repercutido en su responsabilidad, como son las notas. Claro, eso lo teníamos que haber preguntado a la familia o haber tomado un dato objetivo. Pero claro, ellos mismos no han dicho que no, que todo va bien. Es decir, no estudian sin el móvil, no tienen tiempo sin el móvil, sino que lo tienen constantemente. Entonces, es que viven anclados en la interrupción.
P. Sí, vivimos zapeando. Los chavales viven zapeando constantemente. Son incapaces de quedarse en nada y está disminuyendo la capacidad de atención, incluso para las películas o series, ya no te digo para leer un libro.
R. Bueno, lo de los libros… Y esto es consecuencia del uso este que fomentan las redes sociales.
P. Es a lo que voy. Esto es como con el tabaco. No conseguimos que las empresas tabacaleras dejaran de echar productos adictivos al tabaco, así que tuvimos que cortar los sitios donde fumarlo. Aquí estamos en lo mismo. Hemos asumido que no vamos a conseguir que las grandes tecnológicas dejen de generar mecanismos para engancharnos y, al final, son los propios usuarios los que tenemos que cortarnos. Es un poco perverso que al final sea el propio consumidor el responsable de algo que éticamente es reprobable.
R. Yo desconozco un poco el tema, pero en Estados Unidos creo que está habiendo ya alguna sentencia con alguna historia de algunos riesgos que se han sufrido por las redes sociales.
P. Sí, pero las compañías pagarán y punto.
R. Sí, es verdad que al final va a recaer todo esto en el usuario. Va a tener que ser así y eso, y la máquina de consumir esa no va a parar
P. ¿A qué edad recomendarías tú a un padre que le dé un móvil a un niño?
R. A ver, el uso legal de las redes sociales es a partir de los 14 años.
P. Pero no las redes, un móvil con datos, porque un móvil con datos también te da acceso a otras cosas: te da acceso a compras, a pornografía, juegos, a que te estafen por Whatsapp...
R. A ver, yo, cuanto más tarde se pueda, mejor. Es que ponerle una edad me cuesta un poco porque a todas les veo pros y contras, pero cuanto más tarde, mejor. También hay una cuestión: lo cierto es que a veces los aislamos sin darnos cuenta. Los aislamos y no estoy dando la excusa, no quiero que suene a eso, pero es que se les puede señalar por no tener móvil.
Las adicciones todavía tienen un poco de estigmatización
P. Como al que no bebe cerveza.
R. Eso no debería ocurrir, pero ocurre. Ese niño, en cierta medida, se aísla porque hay muchísimas cuestiones que ellos hablan por las redes sociales, y esa persona no tendría acceso a eso. Y si eso se junta con una personalidad un poco más introvertida, imagínate, pues lo está aislando más todavía. ¿Me explico? O sea, es que es perverso. Yo misma lo estoy diciendo y me estoy preocupando. Pienso en mi hija, que hoy en día tiene 19 años, ella lo tuvo a los 13. Las dos lo han tenido a los 13 años. Pero ahora es distinto. El problema es normalizar eso y, por otro lado, lo del aislamiento. Pero se podrían paliar las dos cosas, porque tú puedes retrasar el uso del móvil propio, y, a lo mejor, pueden usar tu móvil para lo más básico. Si lo usan en tu móvil, al menos… Es que darle un móvil, el hecho de darle un móvil es lo que tú has dicho, es autonomía total y no puede ser. Yo le estoy dando un móvil, que el móvil además es mío, cuando ellos se piensan que es suyo. Entonces, entran ahí en una dinámica de como es mío no me lo puedes mirar y, en el fondo, debemos de respetar su intimidad. Pero por otro lado, ellos tienen que saber que los tenemos que proteger de alguna manera.
Porque lo cierto es que están expuestos totalmente. Por eso, el dárselo es como lo de la copa de vino, hay que dárselo con un manual y además el manual cambia constantemente. Es como cuando antes nos decían de chicos “no le hables a extraños”. Como cuando salíamos solos, nos daban una serie de instrucciones: “Hay que cruzar y mirar la acera, las llaves siempre guardadas, no le digas a nadie donde vives”... Pues con las redes sociales el problema es que le damos el móvil y ya es como que, ¡pum!, ya no tenemos ninguna responsabilidad ni hay control. Y ya no hablo de ponerle el control parental, es que no es solo eso, porque incluso muchos de ellos lo saben hasta quitar, sino que hay que ir más allá. Hay que regularlo. Todo tiene una medida. Por ejemplo, la hora. Tú no dejas a tu hijo de 8 años irse a la calle hasta las 3 de la mañana. Cada edad tiene un horario, pues con esto tendría que hacer lo mismo, aplicar un poco de sentido común y hablar mucho, hay que hablar muchísimo con nuestros hijos. Esa es una máxima importante, pero hablar con ellos desde que son pequeñitos también, de sus cosas. Es algo que luego ellos mismos te demandan. Hablar con ellos y respetar sus silencios también, pero sobre todo, propiciar un diálogo sin pantallas ni distracciones. A veces en intervención con familias, les dicen que hay una terapia que es de estar 5 minutos con ellos -solamente 5 minutos-, pues hay familias que te dicen que 5 minutos es inútil para dedicárselo sus hijos. Son 5 minutos. Hablar con nuestros hijos es una cuestión que es muy preventiva para muchas cosas.
P. ¿Vamos a acabar viendo control sobre redes sociales?
R. Por cómo han evolucionado otros comportamientos, yo creo que sí.
P. Me refiero a nivel de gobierno.
R. Disculpa, que lo he entendido de otra forma. A nivel de gobierno, también lo veremos, pues si las cosas llegan a un punto como han llegado otros comportamientos, quizás sí tengan que hacerlo a nivel político. Ya lo vemos con esto de sacar toda la tecnología de los centros.
P. ¿Y sobre las drogas? Me gustaría saber tu opinión sobre la despenalización del consumo de drogas. Si crees que sería una buena medida adoptar un modelo como el de Portugal, por ejemplo.
R. En principio, siendo las drogas ilegales, la despenalización o la descriminalización puede llegar a ser complicada. Pero creo que puede ser muy positivo, siempre y cuando esté acompañada de programas sociales, de salud, de prevención, de reducción de daños… Es decir, siempre y cuando se invirtiera en ese sentido. El modelo de Portugal puede ser un posible ejemplo, una posible forma de proceder, puede llegar a ser positivo siempre y cuando se invierta en ese tipo de programas.
P. Para terminar, Johann Hari se preguntaba en su libro cómo vamos a afrontar los grandes retos que tenemos como sociedad en un futuro si no somos capaces ni de estar 15 minutos concentrados en algo. No sé si has pensado tú eso, porque el mundo que les viene a las generaciones actuales va a ser muy jodido y su capacidad de sentarse a tener mirada larga está disminuyendo.
R. Pues la verdad es que he pensado otras cosas, pero justo esa no la he pensado. Pero es cierto que, como sigamos así, no tiene esto muy buen fin. Porque el desarrollo, la creación de ideas y resolver cuestiones importantes requieren de una atención, si me apuras, plena. Ya no solo es una cuestión de tiempo, sino de la atención a lo que estamos haciendo. Entonces, si eso no lo fomentamos en nuestros pequeños y en nuestros adolescentes, pues sí se atisba un futuro regular. Yo es que a veces intento no pensar, me pongo en aquello de que si no lo piensas, no sucede. Pero luego la realidad te lleva a que las cosas pasan.
Hay que hablar muchísimo con nuestros hijos
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