Rocío Márquez: “Siempre hay que cuestionar el modelo”
La primera vez que intento entrevistar a Rocío Márquez (Huelva, 1985) es en enero de este año. Le muestro el formato de la entrevista y se muestra encantada. “Qué bonita”, me dice con un dulce y marcado acento de la tierra. Me pide, no obstante, que la retrasemos porque tiene varias cosas pendientes de cerrar en Córdoba. “Y si no, voy yo un día y la hacemos”, me sorprende.
Aquel día la veo cantar en directo por primera vez, en una peña cordobesa, rodeada de hombres de otra época a los que sonríe de modo cortés y a quienes sostiene con entereza sus piropos, también de otra época. Aquella noche tomo algunas notas de cara a la entrevista. Algunas son “muchas mujeres en una” y “ella es su propia voz”. No recuerdo qué cantaba mientras anoté ambas. Recuerdo que cerró con Romance a Córdoba.
Finalmente, el lunes después de Semana Santa, una mañana soleada, una de esas Rocíos se planta en Córdoba con la única finalidad que charlar con Cordópolis. La entrevista tiene lugar en Bodegas Campos, silenciosas y todavía dormidas tras el ajetreo de la Semana Santa. Dos días después se anunciarán sus cantes en la Noche Blanca del Flamenco, uno de los pocos festivales grandes en los que aún no ha cantado aquella mujer que hace una década, con 22 años, se alzó con la Lámpara Minera y todos los demás premios individuales en el Festival de Las Minas. Una jackpot que hasta entonces sólo había logrado Miguel Poveda.
Mientras departe alegremente con el fotógrafo Toni Blanco, que hizo de primer mediador entre la cantaora y este periodista, pienso en si Rocío contestará a todos los temas que he ido amasando en estos tres meses de espera. Si quien ha venido a Córdoba será la profesora, la estudiosa del flamenco, la peñista, la cantante comprometida... Cuál de esas muchas mujeres será realmente Rocío Márquez. Sus respuestas acaban por validar aquellas notas que tomé escuchándola: Ella es su propia voz.
PREGUNTA. Venimos de una Semana Santa movidita. ¿Cómo la has tenido a nivel de conciertos?
RESPUESTA. Pues mira, el último lo tuve en Badajoz en la peña de La Encina, el viernes de Dolores. Pero luego he estado tranquilita, hasta ahora.
P. ¿No has estado cantando saetas?
R. Pues a mí me parece que el tema de la saeta debe ser tan de verdad… Es una oración cantá, es fe. Fe mezclada con la cultura de un pueblo, pero con un componente enorme de creencia, aunque sea a unas imágenes. Entonces me parece que cuando uno tiene una manera un poquito dispar de ver todo ese tema, también por respeto, lo mejor es expresarlo de la manera como le salga, que normalmente, en mi caso, no es con la saeta.
P. ¿Has sido saetera tú alguna vez?
R. Sí. Claro. Yo tuve una época en que sí que las cantaba. De chica cantaba mucho porque en Huelva hay un saetero magnífico que se llama Eduardo Hernández Garrocha, que vivía detrás de mi casa. Él además es un hombre encantador y, de manera totalmente desinteresada, yo me iba para allá con otro amigo, te estoy hablando con 8 o 9 años, muy chica. Y el hombre tenía una paciencia infinita con nosotros y gracias a él aprendí los distintos estilos y me aficioné a este mundo. El conflicto viene un poco después, cuando uno se cuestiona ciertas cosas.
El flamenco fue el cuartito donde me encerré
P. El flamenco está muy vinculado con la religiosidad o el catolicismo. Entiendo que tú lo vives más por la espiritualidad.
R. Sí. Porque, por ejemplo, podría parecer que no tiene mucho sentido cantar a Santa Teresa o San Juan de la Cruz y luego decir que no cantas una saeta. Para mí sí lo tiene. Quizá yo el conflicto lo tengo con la Semana Santa con el tema de las imágenes y con invertir mucho dinero mientras hay gente que está pasándolo mal. Quizá es ahí donde me choca, entendiendo que, como cultura y como arte, es una joya lo que tenemos en Andalucía. Así que, con todo el respeto, pero desde el mismo respeto, prefiero no cantar saeta.
P. ¿Y qué recuerdas de la niña que empezaba a cantar con 8 o 9 años? Antes de la ruptura con la Semana Santa.
R. Fue una época muy bonita. Además yo siempre he sido un poco impulsiva. Me acuerdo de una vez que me salió y me puse a cantar justo detrás del Ayuntamiento de Huelva, que es una calle por la que pasa la Carrera Oficial. Y mi madre vino corriendo porque las vecinas le habían dicho: “Está la niña cantando, Charo”. Y mi madre llegó y me preguntó que por qué no la había avisado. Y yo es que no lo sabía. La verdad es que tengo recuerdos muy bonitos de esa época.
P. ¿Qué era el flamenco entonces?
R. Para mí el flamenco fue el cuartito donde me encerré. Yo tuve una época difícil y el flamenco ha sido mi refugio, mi salvavidas.
P. Un refugio un tanto complejo. Porque debe ser complejo crecer como niña y como mujer en un ambiente peñista, ¿no?
R. Bueno. Hay de to. Yo siempre digo, cuando dicen que el flamenco es machista, que en el flamenco hay machismo, igual que en la sociedad hay mucho machismo. Al final, no es más que un reflejo de la sociedad, aunque esté un poco más acotado. Ni más ni menos. Es que creo que hay que poner este asterisco porque ahora que está tan de moda todo lo del feminismo... y yo me posicioné la primera si hace falta. A veces produce situaciones en las que podemos reforzar el cliché que ya tiene el flamenco de cerrao y machista. También es cierto que claro que ha habido comportamientos que me pueden molestar y que ha habido algunos comentarios que me han podido molestar, pero igual ocurre en la sociedad. No es algo que sólo pase en el flamenco.
En el flamenco hay machismo, igual que en la sociedad
P. Yo, que te he visto cantar en peñas, desde luego te veo muy arropada. Tratarte te tratan bien, ¿no?
R. Yo me siento como en casa. Date cuenta que yo me he criado en las peñas. Que yo la primera vez que tuve contacto con el flamenco, aunque en mi casa mi abuelo cantaba muy bien fandangos, y mi madre y mis primas, con 8 años ya estaba en la peña flamenca en Huelva. Es en el grupo éste en el que yo me subo por primera vez a las tablas en Palos de la Frontera. Yo le debo mucho. Yo he aprendido muchísimo del flamenco en las peñas y después me he ido desarrollando como artista también en las peñas. Yo necesito tener un pie en las peñas.
P. ¿No las dejas?
R. No. A mí es lo que me agarra a la tierra. Adoro ese punto de tradición que tiene una peña y de respeto a lo que han hecho los otros antes bien hecho. Eso me parece precioso. Todo lo que hay ahí es un mundo realmente. Ya, después, volvemos a lo mismo. Como en todo, hay gente muy cerrada, gente más abierta, gente más tal y más cuál, y tú acabas buscando tu grupo y las peñas en las que te sientes mejor. Y también es verdad que, cuando te puedes permitir elegir, vas a las que estás a gusto y las que están receptivas a ver el arte de una manera similar a como tú lo sientes. Si no es un poco chocarse con una pared.
P. ¿Has tenido que tomar decisiones muy difíciles para controlar tu carrera a nivel artístico?
R. Claro. Muchas. Mira, la primera difícil fue… Yo salí en un programa de televisión de aquel momento, y a mí me vio esa figura, después se llamó manager, pero le decían caza talentos. Me vio, me llamó, firmamos contrato y empezamos a grabar una maqueta. Y conforme íbamos grabando la maqueta yo me daba cuenta de que no sentía la música. Y le decía que no podía defenderlo en un escenario porque no lo sentía. Él me decía que me esperara, que me acabaría sintiendo cómoda cuando le metiera la guitarra española… Cuando acabó la grabación, y él había hecho una inversión en esa maqueta, yo dije: “Me vas a perdonar pero yo esto no lo puedo defender. Por favor, grábame un disco de flamenco”. Y él me dijo que no porque no daba dinero. Él pretendía hacer una inversión para recuperar más. Yo en aquel momento lo tenía bastante claro. Y sobre todo tenía claro que lo que había grabado no es lo que yo quería. Que aquello podía tener tintes de flamenquito o aflamencao, pero que no era lo que a mí me llegaba. Así que nos desvinculamos y yo seguí mi vida. Pero ese contrato seguía firmado. Así que yo seguí con mis peñas y cogí fuerza en ese momento, y vi que la manera de hacerme un huequito era con concursos. Así que, en 2007 y en 2008 yo estuve entero de concursos, con la suerte de que gané en La Unión.
Yo necesito tener un pie en las peñas
P. Lo veo venir…
R. Efectivamente. Al día siguiente, la primera llamada era esta persona diciendo: “Te voy a grabar un disco de flamenco”. Eso fue el DVD Aquí y ahora, al que yo le tengo mucho cariño. Porque a mí me gusta guardar las cosas con mucho cariño porque todas tienen su sentido. En aquel momento yo tenía que aprender muchas cosas y las aprendí con aquella experiencia. Con esto te quiero decir que en el momento en que yo dije no quiero este disco, pues imagínate cómo se recibió en mi casa que rechazara la primera oportunidad para vivir del cante, que era lo que siempre había querido.
P. ¿Qué edad tenías?
R. Diecinueve años. No. Más chica. No, no… 19 años.
P. Entonces ya habías empezado a estudiar. ¿Ya tenías claro que tu camino no iba por ahí?
R. Lo tenía claro porque con las experiencias televisivas que tuve de varios programas… Yo de chica estuve en Menudas Estrellas, Bravo Bravísimo, De tarde en tarde… Yo allí me di cuenta de que me gustaba cantar pero que ese punto, que a otra gente le atrae mucho, de artisteo que hay alrededor, de enfocarse en la imagen, me cansa mucho. Y de chica ya me cansaba mucho. El mundo del artisteo me parece un mundo mucho más complejo que a mí me interesa mucho menos. A mí me interesa la música. Y me hace mucha gracia porque cuando yo me puse a buscar una línea mucho más experimental me decían: Se ha ido a lo comercial. Y yo me reía. Pero si esto es mucho más difícil de entender, y soy consciente, que un disco de guitarra y voz.
El mundo del artisteo me parece muy complejo y a mí me interesa menos
P. Claro, visto lo visto…
R. Es que, si quisiera haberme ido a lo comercial, hubiera cogido el otro camino, que era mucho más fácil y me lo ofrecieron hace mucho tiempo.
P. No sabía que habías estado en los concursos de la tele. Me imagino que en esa fase que estabas entre las peñas y los platós, tu familia jugó un papel primordial.
R. Sí. La verdad es que yo tuve mucha suerte. Fíjate que, con esto de Menudas Estrellas, yo estaba obsesionada con el cante. Hasta el punto que a lo mejor mi madre me decía que saliera con mi hermana. Y yo era cante, cante, cante, y no veía más allá. Me costaba mucho todo lo que no fuera cante. Yo, con lo de la tele, era la que insistía en que quería ir. Y mi madre me decía que eso era todo mentira. Y me daba el mando de la tele para que yo le cantara. Y me subía a una banquetilla y les cantaba y me aplaudían. Y entonces un tío mío, viendo lo pesada que era, mi tío Pedro, se empeñó y mi madre le dejó pensando que no me iban a coger. Pues tú imagínate cuando me cogieron.
P. ¿Por?
R. Es que eso era primer programa, y luego cuartos de finales, semifinales, y los que llegaban a la final y los ganadores, luego los llevaban a todos los programas de Antena 3 del momento. Esos Locos Bajitos y todo esto. Fue algo que al final acabó liándose mucho. Y esto te lo digo todavía para darle más valor a ellos. Porque mi madre nunca fue la típica madre de artista. A ella le costaba un mundo. Y ella para mí quizá hubiera querido otra cosa. Ya después por supuesto entendió que es lo que me hacía feliz, lo respeta y me apoya, y siempre he tenido el apoyo de ellos. De aquel momento guardo recuerdos bonitos. En el menudas, por ejemplo, recuerdo que le decía: “Mamá qué bien canta no se quién”, y ella me decía: “Pues ve y díselo. Ve y deséale suerte. Ve y felicítalo”. Esta cosa yo se lo agradezco tanto a ella. Porque después me ha ayudado a no ver esto como un concurso eterno.
P. Claro.
R. Desgraciadamente en esta sociedad la competitividad es algo que suma y está súper presente. Y que ella desde el principio le diera más valor a esa igualdad entre todos. Ese tipo de cosas también hay que mamarlas. Se habla mucho de mamar el cante, pero, aparte del cante, lo moral y los valores humanos también hay que mamarlos. Y en mi casa no había ningún cantaor profesional, pero de aquí -se golpea el pecho- andan sobraos.
Aparte del cante, lo moral y los valores humanos también hay que mamarlos
P. Bueno, y en base a tu propia experiencia, ¿cómo ves los concursos de talentos? Son una base bastante importante de la industria en estos momentos.
R. Ya está todo mezclado. Ya aquí no hay solución ninguna. Fíjate, a mí se me plantea un poco una lucha interna. Porque, por un lado, si a mí me dicen si lo volvería a vivir, lo volvería a vivir por lo que me ha servido después. Porque a mí eso me dio, desde chica, un bagaje y una experiencia muy clave, sobre todo para saber qué es lo que quieres y qué es lo que no. Porque si no parece que todo lo que es ser conocido está bien. Y yo recuerdo por ejemplo un programa en el que estaba con una artista con la que yo no me identificaba, tenía que cantar unos tonos que estaban por debajo de mis tonos, y yo estaba amargá. Y yo pensaba, para qué me vale a mí que luego en el autobús me digan ¡ay que linda, tú eres la que sale con el Bertín! Y ahí dije, yo quiero la música, pero esto no me hace feliz. Y busqué un giro que me a mí me sirviera. Con esto te quiero decir que a mí me ha sido muy útil, pero he visto auténticas barbaridades. He visto a niños vomitar de los nervios porque no querían salir, y a los padres obligar por cojones a los niños a cantar. Yo he visto cosas muy tristes en los concursos infantiles. Y eso habría que regularlo. Sobre todo porque hay niños. Los adultos ya cada uno que se pegue los palos que se dé la gana. Entre adultos me parece todo fenomenal, pero entre niños no.
P. Me imagino que será una doble vida difícil de llevar para un niño cualquiera.
R. Claro. Y no es sólo el tema académico, que te pusieran tutores para hacer los deberes. Es que yo cuando volvía al colegio no me encontraba. Era una sensación… tú te pierdes de ahí. Tú has estado un año fuera, y ahora vuelves, tras haber vivido en un mundo que es una locura. Y ahora vuelves. Es algo muy duro a nivel psicológico, y en esa adaptación se pasa regular. Pero como yo lo deseaba tanto, y a pesar de haberlo pasado mal, después de todo me sigue valiendo la pena y, en mi caso te digo, lo volvería a hacer. Pero sí te digo que habría que controlarlo de alguna manera para asegurarnos de que los que estén quieran estar.
P. Luego ese aprendizaje lo habrás usado en los concursos que ganaste, como en Las Minas.
R. Sí. Claro. Eso lo tienes ahí. No es tranquilidad, porque no se pasan los nervios. Pero de alguna manera se naturaliza algo más. Tú date cuenta de que en el flamenco empezamos todos muy chicos. Empezamos todos en escenarios con 9 o con 10. Y yo ahora me pongo nerviosa, claro, en función de muchas cosas. Hay días que depende del espacio, días que depende de cómo estoy anímicamente… Depende de muchas cosas. Pero sí que es cierto que hay una base de verlo de una manera muy natural, que si de repente te lo encuentras con mi edad de ahora, con 32, pues dices…
He visto cosas muy tristes en concursos infantiles. Eso habría que regularlo
P. Te puedes hasta bloquear.
R. Claro. Qué agobio. Y, sin embargo, ya lo tengo muy interiorizado. Y a mí me ha servido mucho toda esa experiencia. Pero hay que regularlo.
P. La decisión de estudiar flamenco, ¿es cosa tuya? ¿Tus padres?
R. Es verdad que mi madre y mi padre siempre, desde chica, me explicaron que si quería cante me tenía que formar. Así que, desde pequeña, me apunté en el conservatorio, en piano… Era todo cosas que a mí me interesaban, pero el objetivo era formarme. Después tuve la oportunidad de entrar en Cristina Heeren, después salió el Master de Flamenco… Y ahí, que yo ya era adulta, era decisión mía. En concreto, el tema del master y del doctorado, date cuenta que para mi generación está siendo un momento muy importante, porque, cuando éramos chicos, el flamenco no estaba ni en el conservatorio. Cuando yo quise meterme, que yo era una mica, no sé, con 8 años, que entré en Valverde del Camino con Piano, yo lo que quería era cante. Y eso no lo había. En todo caso podría hacer canto. Aquello no existía. Sólo estaba Cristina Heeren que era privado. Pero el resto de cosas, nada. En la universidad, nada. Si acaso desde la mirada antropológica o sociológica de vernos como bichos exóticos, pero no como nosotros mismos. Así que creo que, pedagógicamente, el flamenco ha vivido un cambio enorme en estos años. Estamos en una época de transición, por eso es importante que nosotros participemos activamente.
P. ¿De qué manera?
R. Pues yo, por ejemplo, con el tema de la técnica vocal. Con 10 u 11 años me salieron nódulos de cantar todo el día cuanto más alto mejor. Y cuando se me salía el nódulo, se me saltaban las lágrimas, y la gente decía, ¡Ay qué graciosa, fíjate cómo lo siente que hasta llora! Y yo lo que tenía era la garganta reventá de intentar llegar a un sonido que no era el mío. En aquel entonces aprendí que tenía que aceptarme y aceptar mi sonido, en vez de reventarme buscando un timbre que no era el mío. Y a partir de ahí empecé a plantearme, casi de manera inconsciente, qué posibilidades tenía con mi voz o hasta dónde podía llegar sin forzar. Y ya un poco mayor, pues me pareció que era un tema que se debería tratar. E investigando, de hecho descubro que el programa que usan de técnica vocal en el flamenco es el mismo que para cante lírico. Y yo pienso que eso no puede ser. Pero es que, si llegamos a la conclusión de que eso tiene que ser así, que para los dos es la misma técnica, pues tendremos que investigarlo. Porque las cosas hay que hacerlas bien.
P. Suena a enseñar flamenco con calzador.
R. Claro. Igual que tenemos que luchar ahora por un grado elemental de flamenco, que no existe. Porque ahora los flamencos llegan en grado medio, con lo que el nivel que puedan tener de solfeo, de lectura, de composición o de armonía, no tiene nada que ver con el que tienen el resto de instrumentos. Y eso tampoco es justo. Y va en detrimento de nosotros, que nos creemos que es una ventaja. Hay que reclamar, por lo menos en Andalucía, un elemental de flamenco, de cante, de guitarra, de lo que sea, de todo. Perdona si me enrollo mucho.
Pedagógicamente, el flamenco ha pegado un cambio enorme
P. No. Está bien. Es muy interesante y lo desconocía.
R. Con esto te digo. A mí este hecho me motivó mucho. Porque yo en un principio, la tesis la iba a hacer de Marchena, porque yo estoy obsesionada con Marchena, y como el disco que estaba haciendo en aquel momento era el de El Niño, pues pensé meterme desde una parte más mental en Marchena. Pero todo sucedió a la vez que salía un estudio de Martín Martín que me pisaba parte de lo que había planteado y finalmente decidí buscar otra vía y lo hice de técnica vocal.
P. Tiene mucho sentido, si desde chica estabas obsesionada con cantar, que hayas acabado teorizando sobre ello.
R. Ha sido algo tan bonito... Para mí ha sido una experiencia especial. Porque tenía además la suerte y el privilegio de tener acceso directo a compañeros. Y llegaba a un festival y a todo el que veía, que si a Pedro El Granaino, que si a David Lago, El Arcángel, a Estrella Morente, que la llamé, Esperanza Fernández… A quien me iba encontrando le decía: Necesito hacerte unas preguntitas, cogía el móvil y los acorralaba. Y saber, no sólo cómo yo lo vivo, sino cómo lo viven los compañeros, contrastar todas esas entrevistas, poder usar máquinas de resonancia en movimiento, que era la mejor manera de analizarlo mientras cantaba.
P. Hostia.
R. Sí. Busqué una empresa que está en Valencia, hablé con ellos, les conté toda la película, y se portaron genial y me lo hicieron todo gratis. Se portaron fenomenal. Me dejaron ir un día entero a cantar con las máquinas. Mi objetivo era ver si esas sensaciones que yo tenía o que tenían algunos compañeros las podíamos tener también de una manera más objetiva, porque lo otro no dejan de ser sensaciones. Claro, cuando de repente todo esto cuadra, y ves que en tramos de entrevistas, por ejemplo Estrella Morente te decía que siente el sonido entre los ojos, o José Valencia, que hablaba de la coronilla, pues fue muy bonito ver que hay gente que tiene una colocación concreta y otros que usan técnica mixta… Todo esto es para contarte que la parte de estudio a mí me apasiona, y que tenemos la suerte de estar viviendo un momento en el flamenco muy interesante, que se está incorporando al mundo académico con lo bueno y con lo malo.
P. ¿A qué te refieres?
R. Bueno, hay quien dice que esto tiene una parte que se va a ir perdiendo. Pero yo opino que eso se va a perder de todas maneras. Porque la manera de vivir de antes no es la de ahora, y quien lo quiera hacer impostao, se va a notar. Porque hoy en día yo siempre digo lo mismo: Ni hemos vivido una guerra, ni hemos pasado hambre. Yo entiendo a quien no piensa como yo. Pero lo que no se puede es reproducir esas situaciones aunque no sean naturales. Si es que eso ya no pasa.
Tenemos que luchar por un grado elemental de flamenco, que no existe
P. A mí José Mercé me dijo una vez que lo menos le gustaba de las nuevas voces del flamenco es que parecía que no cantaban con su propia voz. Pero ahora que me estás diciendo eso, pienso que es difícil cantar con voz propia cuando te sientes obligado a cantar como cantaban los antiguos.
R. Fíjate, que a mí esto a la reflexión que me lleva es: la pureza es la propia verdad de cada uno. Es la coherencia que tiene cada artista entre lo que es, su forma de ser, su carácter, sus maneras y su cante. Y todo lo que salga del corazón para mí es puro. Que no me quiera vender algo que no tiene. Lo que yo tampoco puedo sentirme es avergonzada y agachar la cabeza porque yo haya estudiado o haya vivido en otra generación. Yo respeto lo que usted hace, pero me parece que mi generación no puede hacerlo de esa manera, lo cual no quiere decir que no lo apreciemos, que no lo valoremos y que no lo admiremos. Porque yo lloro con Agujetas como una niña chica. Es uno de los artistas a los que he visto más veces. Y a la vez estaba pensando que estaba un cuarto de tono desafinado por abajo. Y era compatible, se me ponían los pelos de punta.
P. Yo lo que veo es que en el flamenco hay que cantar bien. Y eso es lo que le diferencia de otras músicas. Porque hay bandas indies que tienen cantantes que cantan como el culo y son muy exitosas. Eso en el flamenco es más raro.
R. Bueno, fíjate que ha habido gente con unas cualidades que no hubieran podido hacer una carrera en otros tipos de música y sin embargo en el flamenco lo han hecho.
P. Por ejemplo.
R. Ahí no me voy a meter. Porque no es sólo el cante en sí. No es sólo dar la nota en el sitio. Es cómo te arriesgas, cómo interpretas. Hay 25.000 maneras de hacer una malagueña, y tu forma entera de expresarte es lo que hace el todo. A mí me hace gracia cuando dicen que nosequién canta mejor que nosequién, porque esto no es sólo cantar. Para mí es importante el tema del instrumento, por supuesto. Pero también he estado enamorada de grandes artistas que no han tenido instrumento y tenían muy buenas cabezas. José de la Tomasa a mí siempre me decía: Sobrina, esto es 50% voz, 50% cabeza. Y yo no lo entendía.
P. ¿Y ahora lo entiendes?
R. Claro, porque hay intérpretes que te hacen los palos mejor que el que los inventó, y sin embargo yo puedo saber en todo momento lo que va a hacer. Dónde va a respirar, en qué nota va a caer… Y yo llega un momento que ese tipo de concierto me aburre un poco. Yo prefiero, aunque se te vaya y no des ni una un día, el ir a verte y cogerte tres intenciones muy buenas. Porque hay cantaores que son técnicamente muy buenos y me encantan, y otros que no son buenos técnicamente y también me encantan. Para mí la técnica no es lo más importante. Pero, en mi manera de cantar, la técnica sí es importante.
Porque yo soy una persona así. Ésas son mis formas.
La pureza es la propia verdad de cada uno
P. Y cuando escuchas a alguien que fuerza tanto que acaba en tics antiguos analfabetos del flamenco, ¿cómo lo ves? Porque a mí como periodista, como andaluz y como oyente me sienta bastante mal.
R. Si la persona que lo está diciendo lo está sintiendo, bienvenido sea. Por ejemplo, en mí, me choca un montón.
P. ¿Tú lo cambiarías para hacerlo de otra forma?
R. Yo lo cambio. Hombre, claro que lo cambio. Lo cambio a cómo lo diría hablado. Ni más ni menos. Tampoco nos tenemos que poner con una apretaera. Porque el lenguaje popular es muy rico y tampoco hay que ser tan técnico. Para mí un poco el medidor está en si lo diría hablando en un contexto natural. Si se lo diría a mi pareja, a mi madre, pues entonces vale. Si jamás uso esa palabra, pues entonces no.
P. Supongo que también tiene que ver con el hecho de que tú te has esforzado también por hacer letras propias, o adaptar lo antiguo…
R. No. Es que a mí eso me pasaba desde chica. Yo de chica cambiaba eso. Y recuerdo algunos profesores que tuve. Algunos cantaores que me decían con esa ’s’ tan líquida cómo te va a sonar flamenco… Bueno. Aquí estamos. Al flamenco también le caben las ’s’ líquidas. Fíjate que yo de chica tenía frenillo, y mi madre me llevó al logopeda y el logopeda se pasó. Y supongo que habrá palabras que a mí me choquen y a otros de mi generación que no le choquen.
P. Hombre, a mí, en 2018, escuchar yo no sepo en una canción en la que ni Morente lo ponía, no termino de entenderlo.
R. Yo te entiendo. A mí me choca. Yo no lo haría. Pero si algún compi lo siente así, y lo dice así en su casa, pues me parece muy bien que lo diga así.
En mi manera de cantar, la técnica sí es importante
P. Tú has acabado dando clases. ¿Cómo te has visto dando clase y en qué aspectos has incidido?
R. Pues fíjate que yo dando clase he aprendido igual que recibiéndola. Se aprende mucho, porque te tienes que plantear cosas que cuando estás recibiendo, pues sólo es recibir. Pero cuando te preguntan cómo haces las cosas, tienes que plantearte cómo lo haces e igual de otro modo no lo harías. Y además, con el añadido que yo pasé, de un año a otro, de ser alumna a ser auxiliar. A ser profe, digamos. Y fue muy bonito por dos cosas. Por un lado, porque tenía muy reciente lo que a mí más me servía como alumna. Y, por otro lado, porque en esto que hablábamos antes de ver la vida de una manera espiritual y de verle el sentido un poco más allá, a mí me gusta pensar que la vida te regala cosas y después de devolvérselo a otros.
P. ¿Cómo es el perfil del estudiante de flamenco hoy en día?
R. Es muy variado. Yo no sé si soy muy positiva, que puede ser, porque mi carácter es así, pero yo creo que el flamenco está en un momento extraordinario porque hay mucha gente joven cantando para reventar. Y hay distintas maneras de ver las cosas, y a mí me parece que eso es tan bueno y tan positivo, y en otros momentos, al menos en el cante, ha estado más unificado.
P. Explica eso.
R. Pues estuvo Morente, que fue el genio. Y luego el resto, un poco más unificados. Y ahora, percibo que… Por eso se ha reavivado ese debate del purismo. Creo que viene por ahí, porque de repente empieza a haber mucha más diversidad. Y yo pienso que la diversidad bienvenida sea. Hace grande a un arte. Partiendo de la base de que esto son gustos estéticos y a algunos les va a gustar y a otros no. Hay que aceptarlo y tienes que entender que, cuando haces un posicionamiento, no le vas a gustar a todo el mundo, pero te vas a sentir más libre, y que, si te limitas a hacer una reproducción de lo tradicional, es muy probable que al que le guste lo tradicional le gustes.
P. Hace un año y pico, con el aniversario del Omega, estuve hablando con Antonio Arias y le expliqué mi teoría de que el debate del purismo en el flamenco se agita fuerte cada 20 años. Es una tontería, pero nos pusimos a echar cuentas: La Leyenda del tiempo en el 77, el Omega en el 97, y ya nos plantamos en 2016, y de repente sales tú con El Niño, Niño de Elche con Voces del Extremo, y parece que, cada 20 años, el flamenco se pega su propia sacudida y volvemos al debate.
R. Qué interesante. Nunca lo había pensado. Qué bueno.
P. ¿El flamenco necesita eso?
R. Todas las artes. Al final es cuestionar el modelo. Siempre hay que cuestionar el modelo, aunque haya muchas cosas en las que estés de acuerdo. Y esto hablo a nivel general. No hablo sólo de cante.
P. Y lo dices tú, que has hecho lo que has querido. Porque en El Niño acudes a Pepe Marchena, y haces una segunda parte vanguardista con Refree. Y, por cierto, te lo tengo que decir, me fascina lo mucho que controlas a Refree, consigues que él trabaje para tí.
R. (Se ríe) Gracias.
El flamenco está en un momento extraordinario, porque hay mucha gente joven cantando para reventar
P. Y ahora, en Firmamento encuentro cosas de jazz pero muy filtradas.
R. ¿En la composición instrumental? Es verdad que el piano, la percusión y el saxo ya te lleva al jazz. Es el trío clásico. Lo que pasa es que, a nivel conceptual, a mí me lleva más a otros sitios. Me lleva más a la clásica contemporánea que al jazz, si me aprietas. A nivel de producción está la mano de Raúl Refree, y eso lo lleva a un concepto mucho más independiente en muchos puntos. Por ejemplo en Tierra y Centro. (se pone a cantar): de noche no puede ser, que me rinde el amor, que me riñe tu paaadre… Hablo de la manera de arreglarlos. Pero como palos están presentes los palos flamencos, aunque entiendo que las tímbricas no sean a las que estamos acostumbradas. Lo cual no quita que son las que han aparecido siempre en el flamenco. Me encantaría decir: la primera he sido yo; pero no.
P. Sí. Es verdad que es un disco que tiene un sonido clásico, desde una perspectiva bastante moderna. Pero a mí me suena clásico. Al menos los cantes.
R. ¿Tú lo has visto en directo?
P. No he tenido el gusto.
R. Pues el disco es una cosa y el directo es otra.
P. ¿Cuándo vengas a La Noche Blanca no vas a tocar Firmamento?
R. No. Me matan.
P. No, mujer. Ya te defendemos nosotros.
R. Nosotros aquí vamos a venir con recital tradicional, con palmas y con guitarra. Hubiera estado bien. En este caso venimos con este formato. Que igual para otro año cuadra con otro formato y venimos encantados.
P. Hombre, viene Paco (Niño de Elche).
R. Claro. Y viene con Antología del Cante Flamenco Heterodoxo.
P. En Firmamento me interesa también mucho el tema de las letras, porque te has rodeado de chicas, ¿no?
R. Claro. Había que compensar un poco. Date cuenta que estaban el productor, Raúl; el asesoramiento que era Pedro G. Romero; todos los músicos, Juan Jiménez, Antonio Moreno y Dani Marente; todos eran hombres. Y había que equilibrar un poco. Y me apetecía mucho meter letras mías, que es prácticamente la mitad del disco, pero también de gente que yo admiro mucho. Por ejemplo Isabel Escudero. Es que yo el libro de Alfileres lo he llevado en el bolso dos años seguidos. Y tener la oportunidad de conocerla, hablar con ella, empaparme de su manera de ver las cosas, pues fue un regalo. Y fíjate la casualidad de que el día que yo le mandé la mezcla de los caracoles -Si yo me duelo- y las seguiriyas -Este firmamento- que son sus letras, fue el día que ella falleció. Estaba yo en Miami.
P. Joder. Qué casualidad.
R. Sí. Y no es la única. Con Cristina Rosenvinge, que tiene una visión muy potente y de otro mundo, que me interesaba muchísimo. Con Cristina hemos hecho una cosa muy chula, porque el padre de Cristina vino aquí a España por el flamenco, porque era un enamorado del flamenco. Y ella tenía una relación con su padre un poco peculiar y, durante mucho tiempo, ha tenido una relación de amor/odio con el flamenco. Y hablando todo esto con Pedro G., le dijeron que contara su historia para el romance -Almendrita-, pero ella no lo vio. Y ahora, en su último disco, ha hecho Romance de la plata, que es la historia de su padre y de ella. Si lo puedes escuchar es súper emocionante. Y el día 21, que es el Record Store Day, vamos a sacar un single con su versión por un lado y la mía por otro. Y es súper bonito. Lo saca el sello de Primavera Sound.
Empieza a aparecer la misma poca flexibilidad en lo alternativo que en lo tradicional
P. Como letrista, ¿el flamenco te aprieta de alguna manera?
R. Yo es que tengo muy interiorizado el léxico habitual del flamenco, y eso casi que no me lo planteo.
P. Te lo digo porque he visto que pronto te vas a juntar con Jorge Drexler, o que acudes a Cristina, que vienen de otros estilos.
R. Yo intento aprender de ellos. Estar abierta y aprender de ellos. A lo mejor sí que es verdad que a la hora de componer yo, sí puede haber una brecha entre lo que ellos hacen y lo que yo hago, y yo me siento más cercana a veces a lo que es el lenguaje popular del flamenco. Las letras, por ejemplo, en una que es un poco más peculiar, Son flúor tus ojos, es la de María Salgado yhabla de los fosfoyesos en Huelva. Pero porque, en sí, ése es un tema que yo lo quería tratar y que en el flamenco… A ver, todo lo que sea social, de lucha y reivindicación, eso sí. Si es de la naturaleza, para hablar de la belleza de las flores… Pero claro, meter fosfoyesos, flúor, tales palabras, pues había quien decía que es muy poco flamenco. Bueno, yo quería decir un mensaje que lo he dicho. Pero, esos fandangos de María Salgado, quería que los hiciera ella y no yo. Porque probablemente yo me los iba a llevar a la belleza de las flores y el agua limpia, que está muy bien... pero que no digo fosfoyesos.
P. Es que quizá habría que marcar en rojo a partir de ahora que, cuando uno canta una minera, no sólo está el problema de los pobres mineros, sino que también está el problema medioambiental de la propia mina.
R. Totalmente. Sí que es verdad que, cuando se hace un flamenco más reivindicativo, nos hemos orientado a ciertos temas, y otros, como la ecología, parece que no. Que, si sale el tema de la ecología, tiene que ser de esta manera en la que hablamos, pero no vayas a hablar de tóxicos. Pero es que, si quiero decir que Huelva limpia, pues tendré que hablar de lo que está pasando, que es que las balsas van a reventar. Y que la gente allí tiene el índice mayor de cáncer de España entera.
P. Y eso hay que cantarlo.
R. Y eso hay que decirlo. Por lo menos yo quiero decirlo.
P. Volvemos otra vez al debate de los márgenes.
R. Yo es que me siento mucho más cómoda en los límites. Yo es que eso de estar en un grupo, al final creo que, de tanto querer pertenecer y sentir que no entraba, ahora soy yo quizá la que no quiere entrar.
P. Retomando la pregunta de si estás entre Morente y Marchena, a veces me pregunto si no te sientes que estás entre la vertiente, digamos, más intelectualizada del flamenco, que representan Paco, Rosalía, Refree o incluso la parte más flamenca de Silvia Pérez Cruz, y la vertiente más pura. ¿Alguna vez te has sentido como una isla dentro de lo que es el flamenco contemporáneo? Yo te veo un poco así.
R. Qué interesante, tío. Fíjate que, cuando me has hecho antes la pregunta, la he entendido de otra manera que me ha encantado también. Si te soy sincera tengo esa sensación, sí. Porque escucho lo de unos y lo de otros, todo me gusta, y todo lo disfruto. Por eso, cuando los veo a ellos matándose a veces me da pena. Probablemente porque me siento en medio, probablemente porque creo muy necesario lo que hacen cada una de esas partes… También el discurso de que todo es lo mismo no me parece realista. Realmente hay líneas distintas. Hay caminos distintos y lo interesante es la convivencia y que a veces converjan en algún punto. En algún proyecto, en algún artista. No pasa nada.
Seré un poco salvaje, pero a mí me encanta ir a mi aire
P. ¿Hay muchas maneras de ser valiente, no? No todo el mundo tiene que ser valiente por la vía de la lucha.
R. Sí. Y también por valorar lo que hace cada persona. Probablemente, lo que ya conocemos y escuchamos no es lo que nos va a sorprender.
P. Volvemos a lo de antes. La vida es un concurso. Y, si no concursáis entre vosotros, os ponen a concursar desde arriba.
R. Sí. A mí eso es verdad que, cuando alguna vez me comparan y me meten en grupos, yo no me siento en ninguna de esas bandas. Cuando a lo mejor me meten en ese movimiento de Refree, Rosalía… Y los admiro profundamente.
P. Y trabajas con ellos, que es la mejor demostración de admiración.
R. Es que me gustan mucho. Y, tanto de una manera como de otra, hablando de las dos líneas, hay cosas que me encantan, y otras que no. Porque hablar en general de los personajes… Y hoy en día hemos entrado en una dinámica en la que aquí ya es más el personaje que se ha creado cada persona, que el arte que está haciendo en cada momento. A mí me interesa el arte que hacemos. Entiendo que hay que participar del circo éste, porque vivimos en la sociedad que vivimos, pero me interesa cero.
P. Entiendo que esto es lo que te hace cortar con Plan B y empezar a llevar tú tu carrera.
R. Sí. Una de las consecuencias de todo esto fue ésa. Pensar que me estaban metiendo en un grupo en el que tampoco me veo. Y no. Ni por malo, ni por bueno, ni por nada. Sino porque empieza a aparecer la misma poca flexibilidad en lo alternativo que en lo más tradicional, y a mí cuando las cosas se empiezan a poner así, me dan pereza. Y entonces yo he picado billete.
P. Las mismas cadenas, interconectadas.
R. Sí. Porque, cuando vendemos de abierta una parte, diciendo que la otra es cerrada, ni una es tan abierta, ni la otra es tan cerrada. Yo solo digo eso. Al final es lo mismo.
P. ¿Es duro ir sola por estos mundos de dios del flamenco y la música?
R. Pues yo seré un poco salvaje, pero a mí me encanta ir a mi aire. Yo ahora mismo siento que he conseguido una situación que para mí era idílica y que me ha costado años, que es poder tener yo mi propia oficina. Poder contratar a alguien que me lleve las cosas porque yo sola no puedo, pero no estar dependiendo de una agencia en la que al final un artista es un producto que tiene que vender y del que ganar dinero. Y lo entiendo, porque estamos en un sistema capitalista y hay que ganar dinero. Lo que pasa es que llega un momento en que a mí me incomodan esos funcionamientos. Y prefiero buscar una alternativa, que es lo que he hecho.
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