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Pavel Tonkov: “Los ciclistas no somos máquinas”

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Alfonso Alba

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FOTO: MADERO CUBERO - VIDEO: VICTOR MOLINO

Es 18 de julio de 2013. En el hotel La Hospedería del Atalia de Córdoba, en pleno corazón de la Judería, atiende el teléfono Pavel Sergeievitch Tonkov (Izhvesk, Rusia, 1969), campeón del Giro de Italia en 1996 (segundo en las ediciones de 1997 y 1998, y tercero en la Vuelta a España del año 2000). Al fondo de la recepción del hotel hay una televisión que sintoniza una cadena de música melódica. Pero hace sólo un rato lo que se veía en la tele era la llegada al Alpe D'Huez del Tour de Francia. Pavel, que habla con un profundísimo acento ruso, miraba a la televisión en los huecos que le deja la recepción del hotel, en los momentos en que no tiene que atender al teléfono para, por ejemplo, indicar a unos turistas la complejísima tarea de entrar en coche hasta el establecimiento.

Tonkov sigue la etapa del Tour de Francia con añoranza. En 1999, él estaba allí, subiendo L'Alpe D'Huez, en una etapa mítica guardada en la retina por los aficionados al ciclismo y que estuvo apunto de ganar. Era el primer Tour de los siete que ganó Lance Armstrong (aunque después de asumir su masivo dopaje ha sido desposeído de todos sus títulos). Tonkov, que había corrido junto a Indurain, era ya un corredor veterano que había saltado del grupo de los favoritos. En cabeza, un alemán de nombre italiano, Giuseppe Guerini, le sacaba más de un minuto de ventaja. Pero cuando estaba apunto de cruzar la meta pasó lo inesperado: un niño que había salido de la cuneta para hacer una fotografía no se quitó a tiempo y Guerini chocó con él cuando iba, ya imparable, camino de ganar la etapa. El ciclista cayó al suelo y fue ayudado por el mismo niño con el que chocó, que después rompió a llorar. Tonkov estaba allí, atrás, y a punto estuvo de ganar esta mítica etapa.

“Sí, sí, claro que lo recuerdo. Ese día yo había atacado tres veces por lo menos. Guerini atacó sólo una vez y nadie fue a por él. Todos nos quedamos esperando, jugando un poco. Así, en su última arrancada ya no tuvimos tiempo de cogerlo. Yo vi cuando se cayó y yo estaba tan cerca que casi lo cojo, porque ya había conseguido escaparme de Zülle, Armstrong y Escartín”.

En Córdoba no hay puertos duros

Pese a su protagonismo en el Tour de Francia y a que muchos aficionados españoles recuerdan a Pavel Tonkov con el maillot blanco de mejor joven durante bastantes de los cinco tours de Miguel Indurain, el ruso no llegó a acabar ninguna Grande Bouclé. “Llegaba ya con muchas vueltas grandes en las piernas. Mi temporada empezaba al principio de primavera, y no paraba: Tour de Romandía, Giro del Trentino, Giro de Italia, Vuelta a Suiza y por fin el Tour, donde llegaba con un montón de kilómetros. Durante la primera semana, yo siempre volaba. Pero en la última semana... Es que no somos máquinas. De todas formas, mi objetivo siempre fue el Giro, que era la carrera que siempre estuve peleando”.

PREGUNTA. Yo le recuerdo en uno de los Tours de Indurain que llevabas el maillot del mejor joven.

RESPUESTA. Sí, con Indurain corrí a partir del Tour de Francia de 1992, que fue cuando pasé a profesionales. Y coincidí en sus mejores años, sobre todo en el Giro de ese año, que ganó.

Tonkov, considerado poco menos que un héroe en Rusia por sus éxitos cuando el país acababa de asistir a la caída del muro de Berlín, recuerda sus carreras con Miguel Indurain en el Giro de Italia de 1993, cuando el navarro se enfrentaba a otro ciclista mítico de la antigua Unión Soviética: el letón Piotr Ugrumov. Era la última etapa de montaña y se subía al Santuario de Oroppa (Lombardía), cuando Ugrumov atacó tres veces hasta que reventó a Indurain, que se quedó y que al final estuvo acompañado sólo por el propio Tonkov.

“Era un puerto durísimo. Se me salió la cadena justo cuando Indurain entró en crisis. Entonces, conseguí volver a la carrera y me enganché a su rueda. Pero pasé a Indurain y cogí mi ritmo. Él cogió mi rueda, pero yo no le ayudé. Por eso, estalló la polémica y se escribió que yo no había ayudado a mi compatriota Ugrumov. Yo no habría hecho eso”, recuerda, hablando en un tono de voz muy bajo y muy despacio.

Tonkov, ciclista atípico aficionado a técnicas de autocontrol y a la sofrología, es en persona todo lo contrario a lo que fue en su vida deportiva: un hombre tranquilo, con movimientos firmes pero tranquilos y lentos.

A veces pienso que podía haber ganado más, pero no, no puedes ganarlo todo

P. ¿Echas mucho de menos el ciclismo de élite?

R. Sí. Cuando estás en un nivel tan alto como el que yo tuve es como si fueras un gran artista: rodeado de la prensa, las cámaras, del público que te quiere, que se siente orgulloso de ti. Sí, claro que lo echo de menos. Además, quedan muy buenos recuerdos. Mi carrera deportiva fue increíble, pese a ver poco a la familia y estar mucho tiempo fuera de casa. Cuando eres joven casi que no te das cuenta, pero cuando ya lo dejas me ocurre como los abuelos cuando le cuentan historias a sus nietos. Yo estuve en L'Alpe D'Huez en el 1999 a punto de ganar... Son miles de recuerdos. A veces pienso que podía haber ganado más, pero no, no puedes ganarlo todo.

Pavel Tonkov es ya un cordobés más. Se casó con una vecina de Villanueva de Córdoba (hija de Daría Romero, la portavoz de la Plataforma que pare el tren en Los Pedroches), compró un edificio junto a la Mezquita y montó el hotel. Vive en una casa del Brillante y reconoce que es un gran usuario de la bicicleta cada vez que baja a trabajar. Justo detrás de la recepción del hotel desde la que recibe está una copa gigantesca, de más de un metro de altura y a la que le falta una pequeña pieza que alguien robó en el hotel, su particular tesoro: el Giro de Italia de 1996.

P. ¿Te reconocen muchos clientes del hotel?

R. Pues de vez en cuando sí, sobre todo los grandes aficionados al ciclismo que pasan por aquí. También cuando leen en nuestra web que yo soy el dueño del hotel, muchos vienen a conocerme.

Pero el hotel no es su único negocio. Tonkov dirige excursiones en bicicleta por Córdoba y otros lugares de Andalucía. “Son excursiones más turísticas que de entrenamientos especiales para ciclistas”, se excusa. “Aunque según demanda podemos adaptarnos a todo”, ríe.

Si coges la bicicleta por la tarde con este calor tienes dos opciones: o me muero o voy más rápido

P. En Córdoba en verano no es muy recomendable salir en bicicleta.

R.(Risas) Sí, claro. Hombre, si vas muy temprano puedes aprovechar para salir. Pero por la tarde en Córdoba es la muerte (risas). El problema es que el ciclismo es una gran afición, y al que le gusta salir en bicicleta buscará el hueco cuando sea. Así, si sale más tarde del trabajo saldrá por la tarde. Entonces tiene dos opciones con este calor: o me muero o voy más fuerte.

P. ¿En Córdoba y provincia qué puerto te parece más duro para subir en bicicleta?

R. Es que aquí no hay puertos... (Risas). En Granada sí que los hay, pero aquí no. Quitando los tres kilómetros del Brillante o la subida a Trassierra, pero en Córdoba es que no hay puertos duros. Aunque hemos tenido finales míticos de la Vuelta a España en Córdoba. Claro, si llevas muchos kilómetros en las piernas y tienes estas subidas al final, sí se hacen duros y seleccionan la carrera. Pero para entrenar aquí, faltan subidas.

Tonkov ganó el Giro de 1996 por delante del español Abraham Olano, que siempre flaqueaba en la montaña. Olano acaba de ser despedido como director de la Vuelta a España después de que una investigación del Senado de la República de Francia haya concluido que el ciclista español se dopó con EPO en el Tour de 1998. Tonkov corrió junto a otros nombres que acaban de ser desposeídos de todos sus títulos por hacer trampa para ir más rápido que los demás.

El ciclista ruso compitió junto a dos leyendas, dos juguetes rotos, ídolos de masas y fallecidos después de abusar del dopaje: Marco Pantani y José María Jiménez. Con el primero tuvo un mano a mano en el Giro de 1998. Con el segundo, la primera llegada al mítico puerto de L'Angliru, el alto asturiano de la Sierra del Aramo considerado como el puerto más duro de Europa. Tonkov también estuvo apunto de ganar en la primera subida de L'Angliru, que hizo en cabeza. Pero un sorprendente José María Jiménez lo cogió a pocos metros del final y, no sin polémica, pues Tonkov se quejó de que había sido frenado por los coches de la organización, le ganó al sprint.

P. ¿Qué recuerdas de aquellos años que hoy tenemos tan presentes por escándalos casi diarios de dopaje?

R. Bueno, había dopaje, claro. Pero a finales de los 90 estábamos muy controlados: teníamos un libro de salud, tenías que decir dónde estabas siempre y llegaban por sorpresa a tu casa para hacerte un análisis de sangre. Y salieron positivos. El dopaje, claro que existe y existió. Existieron los más listos que hoy están castigados. Muchas veces en el pelotón escuchabas a algunos decir que se habían tomado una pastillita que le había ayudado y no lo habían pillado. Entonces te preguntabas ¿cómo? Estos son los más listos.

En la Vuelta a España había muchos corredores que iban a una velocidad exagerada. Eso no era normal, no

P. Cuando corríais de estas cosas os daríais cuenta todas. Imagino que al final de tu carrera notas que tú das un paso atrás y otros dan un paso adelante de manera quizás inexplicable.

R. Si formas parte de una trama de dopaje, te estás arriesgando. Yo no hablo por otros, hablo por mí. Yo sabía que no podía hacerlo y ya está. En la Vuelta a España que acabé tercero, por ejemplo, concluí enfermo del esfuerzo. Otros no, otros corredores que en otras carreras no iban bien, en la Vuelta a España iban a una velocidad exagerada. Eso no era normal, no.

Pavel Tonkov está considerado como uno de los ciclistas pioneros de la antigua Unión Soviética. De hecho, por sus triunfos antes de convertirse en profesional (ganó el Mundial de juveniles) llegó a conseguir el rango de teniente del Ejército Rojo.

P. Un ruso en Córdoba es algo...

R. ¡Extraño! (Risas)

P. Sí, y además llamativo. Evidentemente, no hay dónde comparar a Rusia con Córdoba o Andalucía. Tú, que además diriges un hotel, no crees que está cambiando la forma en que el turista ruso mira a España, que están viniendo muchos más visitantes de tu país.

R. Al turista ruso le gusta visitar lugares agradables donde hay palmeras y mar. Pero también a los rusos le gusta España porque es un país muy barato. Es que no hay ni punto de comparación. Aquí, cualquier cosa es mucho más barata que en Rusia. En Moscú el precio de las cosas es incluso superior al de Manhattan. Por ejemplo, los turistas rusos ricos que van a Puerto Banús compran sacos de cosas porque es mucho más barato que al precio que lo pueden conseguir en Moscú. Es una locura visto desde el punto de vista de los que estamos aquí.

El turista ruso viene a España porque es un país barato

P. Porque tú ya te sientes cordobés.

R. Yo me siento español ya, con pasaporte ruso, pero español (risas).

P. ¿Ya no vuelves a Rusia?

R. Mi madre sigue viviendo allí y voy a verla cuando puedo, ya sabes que ser empresario no es fácil en España. Ahora es muy complicado ser emprendedor. Muchas veces, entre bromas, piensas: si lo llego a saber no me meto (risas). Me habría quedado a vivir aquí en Córdoba, haciendo mis cositas, pero no me hubiera metido a ser empresario (risas). Te sientes muchas veces engañado y atrapado por el sistema. Piensas: ¿ahora para quién estamos trabajando? No es algo que diga yo sólo.

Ahora es muy complicado ser empresario en España

P. ¿Para quién trabajamos?

R. Para los bancos, para los políticos.

P. ¿No te esperabas que esta situación pudiera darse en España?

R. No, no, no. Nunca esperé que pudiera pasar esto. Además, la gente lo está pasando muy mal, ¿eh?

P. ¿Recuerdas que en Córdoba hubo un equipo ciclista, que también ha desaparecido?

R. Sí, sí, el Andalucía Cajasur. Conozco a su director, Antonio Cabello. En nuestro deporte nos conocemos todos.

P. Mal futuro para el ciclismo en España con la desaparición de tantos equipos.

R. No creo. Espero que no. El problema, sobre todo, es la economía: no hay ayudas económicas, no hay empresas que generen dinero, no hay progreso, no hay nadie que pueda invertir en publicidad para patrocinar un equipo ciclista. El problema no es otro que la economía.

P. En el ciclismo, antes había muchos franceses, muchos italianos y muchos españoles. También holandeses y algún ruso como tú. Pero no ingleses, americanos, sudafricanos con pasaporte keniata (como el ganador del Tour de este año Chris Froome). Quizás esa internacionalización del ciclismo tenga que ver con la economía, con que tienen que venir equipos de otros lugares para financiar el deporte.

R. Sí, Saxo Tinkoff (el equipo de Alberto Contador) o el Katiusha tienen capital ruso. El Astaná está esponsorizado por el gobierno de Kazajstán. Hay dinero. En Rusia, el presidente, Vladimir Putin, ha dado una orden de que quiere equipos ciclistas en niveles altos. Y ahí están. Van todos bien.

P. Y lo que diga Putin va a misa.

R. Claro, es el que manda (risas). Al menos de momento.

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