Nazario: “Soy una reina del cómic y la pintura”
No se lleven a engaño por el titular. Nazario Luque -Nazario a secas- (Castilleja del Campo, Sevilla, 1944) es mucho más que una reina del cómic y de la pintura. De hecho, sus herramientas de expresión son ahora la escritura -acaba de publicar en Anagrama la primera parte de su autobiografía, La vida cotidiana del dibujante underground-, la fotografía y el vídeo. Pero para todos, su nombre irá siempre ligado al tebeo para adultos marcado por desternillantes, dramáticos y provocadores guiones; además de por un dibujo repleto de detalles del que, en bastantes ocasiones, asoman pollas enormes directas al careto del lector. Anarcoma, Ali Babá y los 40 maricones o Turandot son solo algunos de sus títulos más recordados.
Pionero en tratar con absoluta naturalidad la homosexualidad y todo tipo de sexualidades desde los años setenta, Nazario expone estos días en la Sala Vimcorsa de Córdoba una selección de más de 40 años de producción artística. Pasear por la exposición supone un viaje alucinante al universo único de este señor con bigote que ha sustituido el acento andaluz que se le presupone por un deje más barcelonés que catalán.
La exposición es un cosmos plagado de protagonistas con miembros inferiores descomunales, monstruos, androides, drogas y todo tipo de personajes: el robot XM2, detectives que son tanto hombres como mujeres en un mismo cuerpo (inmortal Anarcoma), iconografías prestadas de la Semana Santa andaluza y ajustes de cuentas con héroes patrios como el Guerrero del Antifaz. Es el retrato, en definitiva, del cambio de un país desde los estertores del nacionalcatolicismo a la actual democracia, todavía con algún que otro tic franquista.
La Galaxia Nazario que se muestra en Córdoba, también abarca su faceta pictórica de más éxito en el mercado (exquisitos bodegones con flores que casi huelen) junto a la que no logró tanta demanda: series protagonizadas por moscas en las que se denuncian hipocresías e injusticias diversas, arreando contra políticos y obispos.
Por último, la exposición lleva a lo más íntimo -y público- de la vida cotidiana del artista. Aquellas instantáneas que Nazario capta a diario desde su ventana, enfocando y desenfocando la fauna humana en la Plaza Real, en Barcelona. O la imágenes de sus amigos fallecidos: el pintor José Pérez Ocaña, que murió durante una de sus performances envuelto en llamas; y el escultor Alejandro Molina, su pareja durante más de 30 años, con el que compartió vida, casa y arte.
Nazario es tan perfeccionista en el montaje de la exposición como lo es dibujando, pintando o fotografiando. El inicio de la entrevista se demora unos minutos porque supervisa personalmente que en el primer día de la muestra todo esté en su sitio: cada foco ilumine donde y como debe; cada vídeo e instalación interactiva funcione como está pensado.
Cuando todo está a punto, llega la hora de la charla. En la terraza de una cafetería de la Plaza de las Tendillas pide un cortado y atiende a la primera pregunta del periodista. Una cuestión derivada de una entrevista infinita publicada hace poco más de un mes en Jot Down y que versa sobre un episodio tan imposible que solo a Nazario le podría haber ocurrido.
PREGUNTA. Una de las primeras cosas que escribí como periodista fue una necrológica de Clemente Domínguez, proclamado en el Palmar de Troya como el Papa Gregorio XVII. Y resulta que con él tuviste un encuentro sexual antes de que fuese...
RESPUESTA. Antes de que fuese obispo e incluso tuviese apariciones.
P. Todo ese tema de El Palmar de Troya siempre me ha parecido muy Nazario, todo ese barroco exacerbado, aquella liturgia...
R. (Risas) Hombre, pero aquello es mucho más pastiche. Es como una imitación de lo católico. Yo procuro siempre hacerlo más auténtico... Pero esta relación con el Palmar y el encuentro que tuve con este hombre en unos jardines de Sevilla son muy curiosos. A este tipo ya lo conocíamos en toda Sevilla porque eran famosas sus andanzas por los váteres públicos y esos ambientes... El segundo de a bordo, que fue abogado y le sucedió como Papa [Manuel Alonso Corral, Pedro II], ya mantenía relaciones con un amigo mío. A este lo llamaba el mojo porque solía salir y entrar del convento para estar con él. Luego se arrepentía y le escribía cartas a mi amigo pidiéndole que se arrepintiese también. Pero al cabo de seis meses, volvía otra vez por Sevilla más caliente que nada y deseando echar un polvo. Al final les perdimos de vista a los dos.
P. Después del verano publicas la tercera parte de Anarcoma. Ya no será un cómic, sino un libro publicado por Laerties. Y ahí aparecerá El Palmar.
R. Al final, sí. En este libro, el robot XM2 que tenía apariencia de hombre, ha sufrido una evolución hasta hacerse un afeminado que termina siendo transexual. Se afeita la barba, se depila, actúa como transformista en los bares y finalmente decide seguir la carrera [hacer la calle prostituyéndose] para ganar dinero y cortarse la polla en Casablanca (Marruecos). Allí conocerá a un chico irlandés que también se convierte en mujer y los dos deciden irse al Palmar de Troya como monjas. Anarcoma, al final del libro, irá a visitarlo.
P. Caray. ¿Sevilla va a jugar un papel importante?
R. Al principio, toda la acción transcurre en Barcelona, donde hay una especie de asesino de travestis que busca a aquellas que están mejor dotadas y entonces les corta la polla para hacer como pinchitos morunos, con fotos y eso. Mientras, a todas las travestis que hacen la carrera les entra el pánico pero al final lo cogen. También cierro la historia de aquella máquina del placer y que todos estaban buscando. Al final, aparece en un manicomio en Barcelona. Allí se reúnen todos los personajes buscándola. Anarcoma, claro, se disfraza de enfermera para estar allí y descubrirlo todo.
Veo muy poco probable que mi exposición de Córdoba viva la polémica de 1990, la gente ya no es como era antes
P. ¿El manicomio no será aquel famoso de Nou Barris que la gente llamaba en Barcelona el Mental?
R. Ya me he preocupado de que fuese justo ese, claro... En el Mental es donde transcurren estas últimas aventuras y allí es donde de pronto Anarcoma abre una celda y se encuentra dentro a Leopoldo Panero. “¿Pero qué haces aquí, Panero?”, le dice Anarcoma. “¡Aparta, bicho puta!”, le responde él. (Risas).
P. Viniste a Córdoba en 1990 y sufriste aquella polémica que sale reflejada en algunos recortes de la exposición de Vimcorsa. Hablo de la muestra de la Plaza del Potro. ¿Te imaginas que ocurriese otra vez?
R. Lo veo muy poco probable porque la gente ya no es como era antes.
P. Mira lo que ha pasado en Sevilla con los carteles del Día del Orgullo Gay porque aparecen hombres besándose.
R. Esto es puntual, también en Madrid hay tíos que pegan a los homosexuales, pero no deja de ser atípico. Yo pienso que son grupos de ultraderecha que ahora se están envalentonando con declaraciones como las del obispo Cañizares. Pero lo veo puntual y no como una historia que sea frecuente y común en toda España. Son hechos concretos de grupos de extrema derecha en sitios muy determinados.
P. Has comentado que no crees que ahora haya más pudor que en los años setenta u ochenta.
R. Una cosa es pudor y otra puritanismo. Eso ha venido de Estados Unidos y poco a poco se ha ido aposentando en Europa y en países como España, con tradición católica . Pero también es cierto que en España la gente en general ha sido siempre mucho más permisiva, exceptuando estos grupúsculos de extrema derecha, esa especie de hooligans de fútbol muy agresivos. Pero ahora en general la gente es mucho más permisiva. Hace 20 años era impensable que unos homosexuales vivieran como pareja en un pueblo de 400 habitantes como el mío y hoy ya son tres parejas las que lo hacen. Y en el pueblo de al lado, hay otras tres o cuatro viviendo normalmente en sus casas y teniendo relaciones con los vecinos de la misma forma que si fuesen heterosexuales. Esto es un cambio total.
Hace 20 años era impensable que unos homosexuales vivieran como pareja en un pueblo de 400 habitantes como el mío y hoy ya son tres parejas
P. Pero muchos tenemos la sensación de que obras como las que tú hiciste, hoy serían imposibles. Como aquellas actuaciones de las jornadas libertarias que se proyectan en la exposición. Pienso en esas jornadas y me acuerdo de los dos titiriteros que terminaron en la cárcel.
R. Lo de los titiriteros es igual que lo de La torna de Els Joglars. Franco no ha muerto, vive en el PP, por mucho que se disfracen de liberales o de lo que sea, siempre tendremos que sufrir las consecuencias de esta gente. Y de pronto parece como si Franco resucitara y les dijera que hay que meterle mano a esos o a aquellos. Y sin embargo, desde ese mismo poder existe una permisividad con la corrupción y la violencia increíble.
P. ¿Cómo has visto las elecciones generales?
R. Considero que si un país vota corrupción, es un país corrupto porque, joder, si estás votando a un ladrón que te roba o eres masoquista o no te enteras de nada. O no se entiende, porque puedes ser de derechas pero no tienes por qué ser gilipollas. Pero aquí estamos demostrando que la gente es gilipollas.
P. ¿Y cómo lo vives en Barcelona?
R. Yo no soy independentista pero si todo sigue igual, si Mariano Rajoy sigue impunemente con este ministro del Interior [Jorge Fernández Díaz] actuando como le da la gana, yo también puede que vote por el independentismo con tal de quitarme de en medio de toda esta basura.
Franco no ha muerto, vive en el PP, por mucho que se disfracen de liberales o de lo que sea
P. Hace 30 o 40 años las banderas independentistas eran mucho menos comunes que hoy. No sé en la Plaza Real de Barcelona, donde vives.
R. En la Plaza Real solo hay una (risas). En el barrio de Gracia, sin embargo, está lleno. A mí lo de las banderas independentistas me parece que se ha activado por toda esta conducta del gobierno central de derechas. Con su conducta han cebado el nacionalismo. Entre los catalanes hay gente que antes le daba igual todo esto y ahora se lo piensa. Yo mismo soy antinacionalista totalmente; no ya de Cataluña sino de todas partes: a mí las banderas me sudan los cojones. Pero sí podría votar por separarme y quitarme de en medio de toda esta basura.
P. Yo pienso que todo nacionalismo, ya sea de derechas o de izquierdas, tiene un núcleo profundamente conservador.
R. Lo que más odio en las personas es la mezquindad. Una persona mezquina es lo peor. El nacionalismo es una muestra de mezquindad, de esa idea de querer algo solo para ti. Y mientras, te alejas de todo lo demás porque no te interesa, porque solo quieres lo tuyo. Y eso no se aplica solo a Cataluña, también pasa en muchas actitudes en otras partes. Por ejemplo en Andalucía con esos que dicen que su ciudad es lo más bonito del mundo, o su cofradía o su virgen. Todo eso son pequeños nacionalismos de mierda son mezquinos. ¿Y qué pasa si ponemos dos Vírgenes besándose? ¡Si es casi un beso en un espejo! Esa idea de que una virgen sea diferente de otra es aberrante. ¡Si todas las vírgenes son la misma e iguales, solo cambia el nombre! Ese pequeño nacionalismo se convierte entonces en puro fetichismo. Por eso, todo este tema de las imágenes sobrepasa al catolicismo en sí. La Iglesia se aprovecha de esta gente con las imágenes para conseguir adeptos, pero en realidad, no deja de ser una experiencia acatólica. La religión debería ser algo que fuese mucho más allá: a la hermandad y a la tolerancia. Eso de ama al prójimo como a ti mismo me parece esencial en todas las religiones, aunque parece que es lo que menos les preocupa a muchos practicantes.
Considero que si un país vota corrupción, es un país corrupto
P. En tu obra has jugado mucho con la iconografía religiosa.
R. Una vez escribí en Facebook que yo no era devoto de la Virgen Macarena sino fan de la Macarena. Hay unos matices y unas diferencias. Ser fan de una Virgen es como serlo de Madonna o de Shakira. Pues yo soy fan de la Macarena como fetiche. Lo de las Vírgenes y los Cristos me la suda pero siempre tenemos nuestras preferencias. Mi amigo [Alejandro] prefería a la Esperanza de Triana porque él era de El Arenal y la Esperanza pasaba por su puerta desde que nació. Pero para mí, la Macarena resulta el fetiche más fetiche; es a la que intentan copiar todos. Yo lo que hago es usar todo este folclore, todo este arropamiento que hay alrededor de la Macarena -y la Virgen del Rocío, que para mí es el otro máximo fetiche religioso andaluz- para crear obras como Turandot [cómic basado en la ópera publicado en 1993], en el que toda la escenografía y los escenarios están inspirados en ellas. Pero siempre lo uso como nota folclórica y porque me resulta propia, ya que soy andaluz, no cubano, vasco o catalán. Mis raíces están ahí.
P. ¿Qué respuesta te has encontrado?
R. Que la Universidad de Sevilla me hiciera una exposición sobre Turandot e incluso un catálogo. O el hecho de que la obra esté en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, lo veo muy bien. Hay aceptación. Aunque también reconozco que no han expuesto Alibabá y los 40 maricones, que ya sería otra historia.
P. ¿Cómo ves ahora a tu generación? La revista El Víbora cerró hace muchos años, hace unos meses Mariscal contaba que estaba como los manteros, malvendiendo su obra...
R. La crisis ha afectado a todo el mundo. El capítulo siguiente después del libro que he sacado, La vida cotidiana del dibujante underground, será referente a la crisis. Y ahí hablo de que todo es como la canción de Juanita Reina: lo mismo en las cabañas que en el palacio del Conde. Es decir, la crisis nos afecta a todos, aunque ha habido mucha gente que se ha enriquecido con ella porque ha sabido sacarle partido. La prueba está en los bancos, que casi han salido beneficiados porque han sido rescatados por nosotros, que hemos tenido que pagar. En cuanto al caso de Mariscal, ha sido muy ambicioso y ha sufrido la crisis más que el resto por culpa de todo aquel tinglado empresarial que tenía montado. Yo, al ser menos ambicioso, la única crisis que me ha afectado ha sido la del cierre de las galerías en las que yo exponía.
¿Y qué pasa si ponemos dos Vírgenes besándose? ¡Si es casi un beso en un espejo!
P. Ha habido un giro importante en tus pinturas.
R. Ya veía venir que tenía que dejar la pintura porque en mi forma de trabajar existía un refinamiento, casi un manierismo muy complejo. Así que intenté hacer otras cosas que no fuesen bodegones y naturalezas muertas. Así nació todo el tema de las series sobre moscas pero a la gente no le llamaba la atención y quería que me siguiese repitiendo. Y me aburrí y me cansé como me me había aburrido y cansado antes del cómic. Pero ahora lo paso bien haciendo fotos y escribiendo.
P. Siempre has tenido un punto cronista, casi periodista en algunas de tus obras: algunos personajes reales, retratos de lugares concretos y mundos concretos trufados de toda tu fantasía personal.
R. En el mundo del cómic tienes que divertir, denunciar y ser escueto porque hay que ceñirse a las viñetas. Y entre viñeta y viñeta, el tiempo tiene una elipsis que ahorra elementos. A la hora de escribir la autobiografía, me ocurre lo mismo y ya me sale de una manera un poco recortada. Y como soy una persona con muy mala memoria, durante toda mi vida he llevado diarios escritos, así que lo que he hecho ha sido repasarlos un poco y refrescar la memoria con ellos. Sin ellos, no hubiese podido hacerlo.
Yo no soy devoto de la Virgen Macarena sino fan de la Macarena
P. ¿Duele escribir una autobiografía?
R. ¿Dolor?
P. Sí.
R. Ten en cuenta que para mí el dolor con mayúsculas no ha ha llegado hasta la muerte de Alejandro, hace un año y medio. Sentí la muerte de Ocaña, de Camilo, de Ana Seró. Sentí la muerte de todos estos amigos que me rodeaban pero eran muertes en diferido. Esta palabra ha sido tan manoseada que casi me da vergüenza decirla. Mira, Ocaña se murió en Andalucía mientras yo estaba en Barcelona y de pronto sentí la falta tremenda de un amigo con el que tenía una relación muy estrecha. Camilo también se volvió a Andalucía, al cabo de los dos o tres años enfermó de sida y murió en la distancia. Pero para mí, la muerte de Alejandro, ese cáncer que se lo llevó, la quimioterapia y la agonía en nuestra casa, fue lo más doloroso. Cuando le recuerdo, me vienen a la memoria los últimos días y esto me afecta mucho. Todavía estoy en esta época que llaman del duelo o del luto y creo que no tengo asimilada mi vida normal con esta ausencia. Nunca he vivido solo, jamás me ha gustado y por eso siempre he vivido o en comunas o con grupos de dos o tres amigos en pisos compartidos. Ahora de pronto me he quedado solo en la casa que habíamos preparado Alejandro y yo desde hacía 36 años, con todos los detalles. Encuentro que hay un montón de cosas que me sobran y que no tienen sentido. Así que estoy en una especie de reestructuración personal en la que escribir ayuda. Aunque también sea cierto que mi autobiografía prácticamente la tenía escrita desde antes de morir Alejandro.
P. ¿Qué parte te gustaría publicar próximamente?
R. Los años anteriores a irme a Barcelona, desde que me independicé y empecé a ganarme la vida y a trabajar de maestro en Morón (Sevilla). Allí conocí a los flamencos y a los americanos de la base. Contar todo el proceso de cómo casi empecé a salir del armario; hablar de mi novio noruego, el novio guardia civil; contar esa vida de homosexuales en una ciudad de provincias, siempre un poco clandestina, en casitas donde nos reuníamos. Sin olvidar la infancia en el colegio de los salesianos.
P. ¿Y después?
R. Lo último que contaría sería la época actual, desde el año 90 y los Juegos Olímpicos de Barcelona hasta la muerte de Alejandro.
P. ¿Y de tu vida actual?
R. Esta fase de entrega total a la presentación de libros y preparación de exposiciones lo que hace más bien es ayudarme a sobrellevar esta vida de luto de la que hablaba antes.
P. Siempre pensé que habías hecho Bellas Artes pero no, estudiaste Magisterio.
R. Mis padres eran campesinos y me animaron a estudiar algo que me permitiera ganarme la vida, como Magisterio. Y luego, que estudiase lo que me diese la gana, Bellas Artes o Filosofía y Letras. Mis padres tenían una finca pequeña y solo quisieron tener dos hijos porque pensaron que a dos sí que les podrían pagar una carrera de manera más desahogada. Así que yo estudié Magisterio. Y mientras tanto, leía de todo. Siempre me había gustado mucho leer, cuando dejé los tebeos de El Guerrero del Antifaz o de niñas como Azucena, me puse a leer de todo. Y también escribía ni diario y hasta obras de teatro.
P. ¿Empezaste con la escritura antes que con el dibujo?
R. Siempre tuve facilidad para el dibujo. En casa de mis padres no había mucho papel porque era caro, así que usaba un libro de la Guerra Europea con fotos cuyo reverso estaba en blanco. Ahí dibujaba yo. De hecho, me gustaría encontrarlos para ver qué tipo de cosas hacía, aunque me las imagino. Siempre he sido muy realista en el dibujo, cuando intentaba hacer un pato quería que se pareciese a un pato. Pero respondiendo a tu pregunta, lo de escribir y dibujar corrió paralelamente. De la misma forma que me ocurrió con la lectura. Así, cuando descubrí el cómic, aquel que me gustaba y creía que podía hacer, lo vi como la unión perfecta entre lo que escribía y lo que dibujaba.
Yo también quería contar esas historias de gente que fuma porros y que de pronto tienen unas visiones
P. ¿Y cómo se te encendió esa bombilla?
R. Pasando por el puente de Triana había un quiosco y allí descubrí una revista estadounidense que se llama Mad que me abrió un mundo. No era una revista underground pero casi todos los que allí trabajaban sí procedían de ese mundo o tenían mucha influencia de ese él. Me pasó como cuando San Pablo se cayó de del caballo. Yo también quería contar esas historias de gente que fuma porros y que de pronto tienen unas visiones y fantasías y alguien llega y les corta el rollo...
P. Eso fue antes de irte a Barcelona.
R. Sí, allí ya me fui con una carpeta con 15 o 20 páginas de dibujos.
P. Era 1972. ¿Qué panorama encontraste en el mundo del cómic?
R. Se publicaba la revista Pilote, francesa; también había una revista para niños que se llamaba Strong; y otra de ciencia ficción llamada Drácula. Ese era el tipo de tebeos que yo encontré. Luego se creó el Papus y el Por favor. A ninguna de estas les interesaba nuestros propios dibujos e historietas. Así que hasta que no empezamos a publicarnos a nosotros mismos en fanzines o como fuese, no empezamos a llamar la atención de los editores. Solo entonces hubo algunos que apostaron por nosotros y empezamos a publicar álbumes como Purita o Nasti de plasti (1976). Ahí fue cuando salió la revista Star y con ellos ya sí empezamos a trabajar en una plataforma más overground que se vendía en librerías y quioscos. Con ellos nacieron personajes como Anarcoma, o Makoki, de Gallardo y Mediavilla; allí también se vieron los dibujos de Mariscal o Max. Y se convirtió en un referente en toda Europa. Éramos una muy buena plantilla, aunque ninguno fuésemos profesionales. Luego, cuando en 1980 apareció El Víbora nos aglutinó a todos los dibujantes que habíamos estado haciendo prácticas en aquellas primeras publicaciones.
En los ochenta ya podía dibujar el Anarcoma con las pollas del tamaño que me diera la gana
P. Abriste una senda completamente nueva.
R. Tanto que mis primeros tebeos tuve que publicarlos en las revistas Zinc (Francia) y en It (Reino Unido). En España solo pude publicarlos clandestinamente en Piraña divina. Al cabo de dos años, en el 77 y en el 78 ya sí se pudieron publicarse sin problema alguno. Ya había muerto Franco, empezaba la historia del destape, estaban saliendo las revistas de desnudos de mujeres y de hombres. Ya podía dibujar el Anarcoma con las pollas del tamaño que me diera la gana sin que pasase nada.
P. ¿Alguien ha seguido tu camino?
R. Hay una cosa que me diferencia de todos los dibujantes de mi generación y es que yo era el mayor. Yo tenía 30 años cuando la mayoría rondaba los 18 o 20. Yo era un progre intelectual de los años sesenta con muchas lecturas detrás. Mi actitud al hacer comics era más militante. A los otros les daba un poco igual el rollo de la política o el sexo, pero yo quería ir a más para que se abriera la mentalidad de la gente. Así, en un cómic podía tratar la represión homosexual, pero en el siguiente cambiaba y mostraba la naturalidad y normalidad de ser homosexual para que la gente lo viese de esa misma manera. Yo creo que eso les sirvió de ayuda a muchos homosexuales de provincias que descubrieron a gente lo suficientemente liberada como para hacer estos tebeos. ¿Y por qué no iban a liberarse ellos mismos?
P. ¿Cuando hace 10 años se aprobó la ley de matrimonio homosexual, pensaste aquello de “misión cumplida”?
R. No. A mí, como a los del PP, lo del matrimonio no me hacía ninguna gracia porque yo he estado siempre contra los sacramentos y el matrimonio me recordaba al bautismo, a la confirmación y a cosas de este tipo. Me parece muy bien el logro de que los homosexuales que quisieran pudieran casarse o pudieran adoptar niños. Pero todavía queda mucho para llegar a una plena normalización no solo de la homosexualidad sino de cualquier tipo de sexualidad.
P. Entonces todas las celebraciones y las reivindicaciones LGTB como las de esta semana siguen siendo necesarias.
R. Claro, es una reafirmación un recordatorio de que no siempre todo fue como es ahora. Sigue habiendo muchos países en los que los homosexuales tienen verdaderos problemas y donde les pueden matar. Por eso, es necesario manifestarse libremente, aunque solo sea para dar a esta gente valor para reivindicar su homosexualidad. Con estos actos, apoyamos a las víctimas del reciente atentado del pub de Orlando o de cualquier lugar donde se ataque a una población que tiene los mismos derechos que cualquier otra.
Creo que mis comics sirvieron de ayuda a muchos homosexuales de provincias que descubrieron a gente lo suficientemente liberada como para hacer estos tebeos
P. Ocaña fue de los primeros militantes desde su ideología libertaria. ¿Cómo crees que vería las cosas hoy?
R. (Nazario sonríe y niega con la cabeza) No me gusta futurizar a ese nivel.
P. El otro día sí dijiste que tal vez no le gustase demasiado compartir exposición contigo porque era muy competitivo.
R. Cuando vivía nos respetábamos mutuamente. Yo era una reina del cómic y ella era una reina de la pintura. Hoy en día en que yo soy una reina del cómic y de la pintura, igual a ella no le... Pero vamos, me tenía el suficiente cariño como para haberme aceptado como la persona que soy en mis diversas facetas de escritor, pintor, fotógrafo...
P. La muerte de Ocaña parece sacada de un cómic.
R. Su muerte fue un poco bastante aparatosa y lo suficientemente loca, como correspondía a la vida que llevaba. Una sorpresa para todos pero su destino estaba ahí. Se complicó la cosa y ya está. No vale la pena decir que si no hubiera tenido hepatitis o si no se hubiese puesto las bengalas hubiese sido de otra forma.
P. Aquello fue en 1983 y al año siguiente se hizo una exposición recordándole en Córdoba.
R. Aquella fue una exposición muy bonita en la Posada del Potro.
La muerte de Ocaña fue un poco bastante aparatosa y lo suficientemente loca, como correspondía a la vida que llevaba
P. ¿Y qué vas a hacer ahora?
R. Tengo dos proyectos. El más concreto, la autobiografía, tengo que corregirla por cuarta vez. Como eran más de 1.000 páginas, Anagrama prefirió dividirla en volúmenes. Hemos publicado el primero y la presentación en Barcelona fue todo un éxito en el Café de Ocaña. Caben unas 300 personas y se quedó mucha gente en la puerta. También agotamos los libros que estaban a la venta para firmar. Cuando este libro ya esté rodado y presentado por todos sitios, en septiembre publicaremos con Laertes Las peculiares aventuras de Anarcoma y el robot XM2. Luego quiero montar una exposición, un audiovisual que retrata la Plaza Real de Barcelona captada desde la ventana de mi piso que da a la plaza. Será una exposición de vídeos, fotomontajes y fotos en la que usaré todos los archivos y documentos de los que que dispongo.
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