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Celia Prados: “Hay muchos hombres comprometidos con la igualdad y también hay que decirlo”

Entrevista N&B a Celia Prados, profesora de Derecho en la Universidad de Córdoba

Aristóteles Moreno

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Aterrizó en la Universidad de Córdoba en 2018. Es profesora de Derecho Civil y ha dedicado gran parte de su trayectoria investigadora a examinar la desigualdad en sus diferentes formas. Pero no solo. También ha trabajado en el ámbito del derecho bancario, la protección de menores, la extranjería y hasta la seguridad alimentaria. En verano pasado sonó su teléfono con una propuesta sugerente. Le ofrecían la dirección de la Cátedra de Estudios de las Mujeres ‘Leonor de Guzman’, vinculada a la Universidad de Córdoba. “Sentí mucho vértigo. Esa noche no dormí”, admite, sentada en una mesa de estudio del depósito de la biblioteca de la Facultad de Derecho. De eso hace ya siete meses. Y hoy Celia Prados (Motril, Granada) dirige un observatorio clave para entender una de las transformaciones sociales más decisivas de nuestro tiempo.

PREGUNTA. ¿Queda mucho machirulo en las aulas?

RESPUESTA. Tantos como en la vida.

P. ¿Y queda mucho machirulo en la vida?

R. Lamentablemente, sí. También muchos hombres comprometidos con la igualdad. Eso también hay que decirlo. Esta lucha no se puede conseguir si no estamos acompañadas de hombres. Necesitamos que el objetivo sea conjunto.

Celia Prados quería dedicarse a la escritura. Así, en abstracto. Por eso pensó en estudiar Periodismo. Pero en Granada no había Periodismo. Así que no tuvo más remedio que escoger, por descarte, la carrera de Derecho. De manera que, al final, ha llegado a la escritura a través de la investigación y los artículos científicos. Que no es lo mismo, pero es igual. Asegura amar la docencia y recuerda el cambio experimentado en la forma de dar clases en las últimas décadas. “Un profesor mío hablaba de la dictadura académica: llega un señor, irrumpe en clase y dicta apuntes”.

Recuerdo la primera vez que di clases. Fue terrible. No me mantenía en pie. No nos enseñan a enseñar

P. ¿Y todavía existe esa dictadura de los apuntes?

R. Creo que sí. Al menos, en algunos casos.

P. ¿En su clase?

R. En mi clase no.

P. ¿Qué dictadura hay en su clase?

R. Ninguna. Es un proceso colaborativo. Yo aprendo mucho de los estudiantes.

P. ¿Por ejemplo?

R. Cómo perciben la vida.

P. ¿Y cómo la perciben?

R. En general, hay cierta pasividad en el aula, a pesar de que es un espacio que invito a construir de manera conjunta. Ese grupo pequeño que colabora hace que la experiencia sea valiosa.

P. ¿Recuerda la primera vez que dio clase?

R. Nunca lo olvidaré. Fue terrible. Nadie nos enseña a enseñar. Te enfrentas a un aula de estudiantes casi de tu edad.

P. Le temblaban las piernas.

R. No me mantenía en pie. Me tuve que sentar. Y yo odio dar clases sentada, pero no fui capaz de mantenerme en pie.

El hombre exhibe su potencia sexual. Si no, ¿por qué 'la manada' va a grabar un vídeo dejando pruebas

P. Ya ha superado el miedo escénico.

R. No. Siempre está el respeto de las personas del aula. Y yo, con mucha dignidad, a veces les digo: “No sé responder a esa pregunta pero responderé la semana que viene”.

P. ¿Un profesor pierde autoridad si no sabe contestar a una pregunta?

R. Yo creo que no. Lo hace humano.

P. ¿Y qué aprendió en la facultad?

R. Cómo nos construimos como seres adultos. Cuando entraba Ana Rubio Castro a clase movía conciencias. Era catedrática de Filosofía del Derecho y experta en derecho antidiscriminatorio. Me despertó la conciencia crítica.

Son las 11.30 de la mañana y un hormigueo de estudiantes puebla los pasillos y el patio de columnas de la Facultad de Derecho. Celia Prados no es una entusiasta de las sesiones gráficas, pero acepta disciplinadamente las indicaciones del fotógrafo. Bajamos al depósito subterráneo de la biblioteca. Las estanterías móviles atiborradas de libros siempre funcionan como escenario para el reportaje gráfico. La entrevista tiene lugar en una mesa de estudio del sótano, bajo un silencio atronador.

P. La actualidad manda: casi mil rebajas de condena de agresores sexuales en la aplicación de la ley del consentimiento. ¿Dónde está la avería?

R. Esa no es mi especialidad. Yo trabajo el consentimiento en un ámbito diferente. Me parece acertado que el consentimiento sea la clave de la reforma y creo que era necesario. ¿Que la ley adolece de errores técnicos? Cierto. ¿Que la revisión de condenas no es exclusiva de esa ley? Cierto. No hay un discurso técnico sobre la ley. Hay un discurso político.

P. Los jueces que aplican las rebajas lo hacen por razones técnicas, no políticas.

R. Sí.

P. ¿Qué ha habido: negligencia o bisoñez?

R. No tengo un conocimiento profundo de la ley y no me atrevería a dar una opinión de ese calado. Hay quien dice que se ha corrido mucho y que el proyecto podría haber sido pausado. Y hay personas que ahora ponen el grito en el cielo y dieron el sí a la ley.

Me preocupa la reacción del estudiantado que se siente incómodo con actividades feministas

P. ¿Este roto tiene arreglo?

R. Claro que tiene arreglo.

P. Una vez que ha sido publicada la ley, el principio de beneficio del reo es de aplicación aunque se derogue.

R. La única excepción de la irretroactividad de las normas es que beneficie a la persona.

P. ¿Qué giro copernicano supone esta ley?

R. Sobre todo, poner en el epicentro la voluntad de la persona. No me imagino nada más indigno que una relación sexual no consentida. Era algo muy necesario. Insisto: no es mi campo.

P. Es usted jurista y directora de la Cátedra de Estudios de las Mujeres.

R. Sí, pero no tengo el conocimiento técnico suficiente.

P. ¿Los jueces están haciendo una interpretación torcida de las rebajas?

R. Habrá que ver las sentencias. Quienes hacemos ciencia jurídica analizamos las sentencias.

P. Más de 2,8 millones de niñas y mujeres han sufrido violencia sexual en España en algún momento de su vida. ¿En qué clase de mundo vivimos?

R. Son datos terribles. Y todavía hay que convencer a la sociedad de que son ciertos. No sé si el mensaje de la igualdad está recibiendo en algunos sectores cierta coraza.

P. El 96% de los agresores sexuales son hombres. ¿Tiene la respuesta?

R. Tiene que ver con la forma de cómo se han construido las relaciones entre hombres y mujeres. Hay una hipersexualización de los chicos, que no es la misma que la de las chicas.

Hay gente que utiliza el feminismo como antónimo del machismo. No han entendido nada

P. ¿Y cómo se han construido las relaciones entre hombres y mujeres?

R. En un plano de desigualdad. El hombre representa el poder. Las tres ‘pes’: provisión y protección de la familia, y canalización de la potencia sexual, que es lo que lleva a la cultura de la violación. Una vez que ha ido desapareciendo el deber de protección y de provisión, nos ha quedado la exhibición de la potencia sexual. Si no, ¿por qué razón ‘la manada’ va a grabar un vídeo dejando una prueba? ¿Por qué esa necesidad de exhibición de la potencia sexual del hombre? ¿Por qué normalizamos la cultura de la violación? Tenemos que trabajar mucho la forma en que se construyen las nuevas identidades en la relación de hombres y mujeres.

P. ¿Y cómo podemos cambiar eso?

R. Aunque sea manido, la educación es una de las herramientas primordiales. Una de las líneas de trabajo de la Cátedra está en centros de educación secundaria y creo que deberíamos ampliar la colaboración a centros de primaria. Tenemos especialistas en la Universidad, y la función de la Cátedra es poner al servicio de la sociedad los estudios que se hacen aquí y trabajar la prevención.

P. ¿Confía en las nuevas generaciones?

R. Sí, claro. Confío en el ser humano.

P. ¿La violencia tiene género?

R. La violencia tiene género si estamos hablando de violencia de hombres contra mujeres. Hay otras manifestaciones de violencia que nadie niega que existan.

P. ¿El feminismo es una revolución imparable?

R. Esperemos que pare cuando no sea necesario reivindicar la igualdad. Hay un movimiento político, jurídico y social que se inició a finales del XIX y que ahora parece que ya tiene un espacio más consolidado. Y es mejor hablar de feminismos en plural que en singular.

P. ¿Usted a qué feminismo se adscribe?

R. Hablo de varios porque hay distintas corrientes de feminismo. De hecho, lo vemos en el propio Parlamento, donde la defensa del feminismo se hace desde posturas distintas en temas tan controvertidos como la gestación subrogada o la legalización de la prostitución. Hay sectores abolicionistas y defensores.

P. ¿Usted es abolicionista?

R. Prefiero no pronunciarme. Estoy haciendo la entrevista como Cátedra.

¿Que la ley del 'solo sí es sí' adolece de errores técnicos? Cierto

P. ¿Escuchamos a las prostitutas?

R. Una compañera de la Facultad quiso compartir ese espacio y fue un tema muy controvertido. Con la gestación subrogada ocurre lo mismo. Son cuestiones que están entre el blanco y el negro y parece que hablar de grises cuesta mucho trabajo. Son dos realidades que existen y habrá que buscar un marco normativo. Hay que estar dispuesto a escuchar a quien no piensa como yo. Solo así se puede construir.

P. Hay un cisma feminista partido por la Ley Trans. Qué cosa más extravagante.

R. Tiene que ver con los feminismos y la forma en que entendemos qué es una mujer.

P. ¿Y qué es una mujer?

R. No sé si el derecho tendría que dar esa definición. Ya no tendría que atender a un componente biológico, como hacía antes. Creo que hemos superado esa identidad biológica. También se decía que no se podía llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo. Espero y quiero pensar que esto está muy alterado y pronto olvidemos esa identificación biológica con lo que es una persona, que va mucho más allá de lo jurídico.

P. ¿De qué es síntoma VOX?

R. No sabría cómo contestar, pero es cierto que nos evoca otro momento de nuestra historia reciente. Hay quien dice que es un fenómeno de acción-reacción.

P. Hay un movimiento reactivo antifeminista. ¿Le quita el sueño?

R. Sí me preocupa, a veces. Cuando estamos dando difusión a actividades de la Cátedra, me ha llegado a preocupar la reacción del estudiantado que se siente incómodo con actividades feministas. O ciertos comentarios en redes sociales. Mentiría si dijera que no me violenta. Ese día te quedas mal. Qué gratuito: soltar un comentario y tachar de radical cuando hay un trabajo de estudio detrás y un objetivo de transformar algo que no resta derechos a nadie.

P. ¿Existe el feminismo radical?

R. ¿Qué se entiende por feminismo radical?

P. Le transmito lo que escucho.

R. Necesitaría que me dijeran qué entienden por feminismo radical. No he escuchado todavía ningún feminismo que implique la pérdida de derechos de nadie.

P. Ayer [por el martes pasado] escuchamos en el Congreso lo siguiente: “En mi casa manda mi mujer”. ¿Se le atragantó el café con leche?

R. No lo escuché. ¿Quién lo dijo?

Me parece acertado que el consentimiento sea la clave de la ley

P. Un señor que se llama Santiago Abascal.

R. Ah, vale. Son frases que representan a grupos parlamentarios que se representan a sí mismos.

P. Solo 11 rectoras de 83 universidades en España. ¿El machismo no era una cuestión de educación?

R. Es poder, no educación.

P. En la universidad se suponen mentes civilizadas y modernas.

R. ¿Quién ha repartido el poder hasta hace poco? Eso va cambiando. Hay que tener en cuenta que las mujeres han accedido a la universidad a principios del siglo XX. Al legislador no se le había ocurrido que, igual que el hombre pobre, la mujer quisiera estudiar. Entonces la universidad era un espacio para élites sociales. La mujer accedió en 1910, pero con restricciones. Y en el campo del derecho te dejan estudiar siempre y cuando no ejerzas la profesión. Como mucho abogada. Pero olvídate de judicatura, olvídate de notaría y olvídate de ser registradora de la propiedad.

P. Hasta 1966.

R. Antes pudieron acceder a judicaturas menores y magistraturas de trabajo, porque pensaban que esas cosas eran de mujeres. Manuela Carmena y demás son de esa primera promoción de juezas. Llevamos tan poco tiempo en esos espacios que entiendo que el proceso es lento. Y la mera presencia de la mujer en esos espacios tampoco la hace igualitaria. Porque puede haber una mujer que ocupa un espacio y, sin embargo, desarrolla un proyecto desigualitario.

P. Hay gente que dice que no es ni feminista ni machista. ¿Qué son?

R. Se utiliza el feminismo como un antónimo del machismo, y ¿qué vas a discutir ahí? No han entendido lo que es el feminismo.

P. La UCO acaba de cumplir su 50 aniversario. ¿Para cuándo una mujer rectora?

R. No lo sé. Es cierto que en el ámbito de la Universidad tenemos otros topes que no se han superado. Ocurre con los proyectos de investigación, que suelen estar liderados por hombres, debido a un modelo de cuidados que ha relegado a la mujer. Las excedencias y los permisos impiden, a todas luces, que puedas coordinar un equipo de trabajo.

No me imagino nada más indigno que una relación sexual no consentida

P. En el modelo de cuidados está la asignatura pendiente.

R. Es una de las piezas que hay que trabajar. Pero tenemos que dejar de repercutir los cuidados a la familia. La corresponsabilidad tiene un triple eje: Estado, sociedad y familia. No es una cuestión solo de la familia.

P. Falta el Estado.

R. Falta el Estado y falta la empresa. Tenemos que facilitar una estructura consolidada para que las personas puedan cuidar y ser cuidadas.

P. ¿Cuántas generaciones le quedan al patriarcado?

R. Hace poco Carmen Calvo decía que el patriarcado no se acaba: se transforma.

P. ¿En qué se transforma?

R. Puso como ejemplo la gestación subrogada. Yo quiero pensar que no. Tengo un hijo y una hija…

P. … y los dos se hacen la cama.

R. Sí. Entre semana vamos corriendo y es un sálvese quien pueda. Me gusta mucho escucharlos.

P. ¿Y qué dicen de la igualdad?

R. Tengo mucha esperanza en ese mensaje tan sano que tienen donde no se plantean lo contrario. Y les preocupa cuando conocen un caso de discriminación. Me dicen: “Mamá, ¿esto cómo se resuelve en el derecho?”.

¿Qué es una mujer? 'Creo que ya hemos superado la identidad biológica

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