La riqueza de lo intangible
Vive el ser humano, en no pocas ocasiones, obsesionado con lo material. Cree que en la acumulación de bienes, que en el dinero, está la felicidad. Y sin embargo no existe mayor riqueza que la de todo aquello que es intangible. Pero que puede llegar a tocar, si no tanto a palparse. Son los sentimientos, como también lo es la palabra. Más aún cuando esta es fuente inagotable de expresión libre. En el yacimiento de las coplas no dejan de aparecer versos que son patrimonio y que un día serán parte del legado de Don Carnal. La crítica y las emociones, así como el buen sentido del humor, volvieron a cobrar fuerza en la noche del lunes en la última función de semifinales del Concurso de Agrupaciones Carnavalescas, para el que ya se conocen los nombres de quienes competirán por premio el próximo viernes. Entonces, a partir de las 21:00, tendrá lugar el cierre de un certamen en el que lo único que está escrito es el repertorio de cada uno de los conjuntos participantes.
Entre columnas y patrimonio hallado de otros tiempos ofreció la Comparsa de Fernán Núñez en la sesión de este lunes una actuación cargada de sensaciones. Los arqueólogos de este grupo buscaron una vez más elementos de civilizaciones pasadas, aunque lo hicieron con una mirada puesta mucho más sobre la realidad actual. Su excavación fue emocional. Principalmente en sus dos pasodobles. En el primero, los componentes de ‘Bajo tierra’ realizaron un homenaje a todos aquellos que dedican sus días a dar un poco de felicidad a los niños que viven la guerra. Por ejemplo en Siria. A los hombres y mujeres que con el alma de Charlie Rivel tratan de alegrar vidas complicadas. “Una sonrisa, dos carcajadas, tres minutos de alegría, cuatro miradas, cinco sentidos. […] infinita compasión la de su corazón”, cantó esta agrupación sobre quienes ejercen de payasos en medio de conflictos internacionales. Mientras los miembros del conjunto desaparecían en la oscuridad, un foco iluminó a un clown y un pequeño. La ausencia de luz fue total acto después, para que acto seguido los integrantes de la agrupación continuaran con su pase con grandes narices rojas.
La Comparsa de Fernán Núñez, que por segundo año consecutivo logró entrar en la final del Concurso -ya lo hizo en 2016 con ‘Filigrana’-, valoró en su segundo pasodoble la donación de órganos. Fue a través de un relato delicado y a la vez estremecedor. “Son nueve meses esperando su carita, imaginando sus lindos ojos, sus sonrisas, sus manitas […] que mi niña va a nacer […] el médico me dice su niña sólo unas pocas horas de vida tendrá […] se me vino el mundo encima”. Y a la madre sólo le quedaban dos opciones: el aborto o esperar el nacimiento para que la chiquilla desafortunada pudiera ayudar a salvar otras vidas. La segunda fue la elegida en una letra marcada por la sensibilidad. El grupo volvió a dar muestras de su buena musicalidad y de su trabajada conjunción vocal en una noche que abrió otra formación finalista en idéntica modalidad. Fue la Comparsa de Pablo Castilla, que de nuevo rompió las cadenas de ‘La cuerda’ para acabar con la esclavitud del silencio, como sucede cada febrero.
El conjunto, que regresó a las tablas del Gran Teatro tras varios años de ausencia -su última participación fue en 2011 con ‘Los osados’-, habló de la emigración que viven no pocos cordobeses por medio de la carta de un amigo, que pide no saber más de su ciudad. Fue en el primer pasodoble de una tanda en la que se dio protagonismo a los pregoneros del Carnaval de este año, Fernandito Abad y Antonio Ramírez Añete. A ellos dedicó una letra Pablo Castilla, quien anunciara la fiesta en 2014, en una función en la que siguió sus pasos la Chirigota de Los Papas. Simpática y entretenida, esta agrupación recordó la verdadera esencia de la celebración por febrero, que no es otra que disfrutar y siempre aprender. En sus cuplés, ‘Ajú qué despiste’ hizo una graciosa interpretación de la moda de las fotografías con el morro pa fuera, ésas que se utilizan en redes sociales, y del mannequin challenge, que siempre sale mal porque al final se mueve alguien. “Lo mire por dónde lo mires lo que hace tol mundo es el capullo […] después de ver que al cuarteto le quitaban puntos por pasarse del tiempo, yo paso del mannequin y voy directo al popurrí”, cantó este grupo con unos versos de recientísima creación con referencia a la sanción impuesta a ‘Dos reales y pico’ en preliminares. Y concluyó la letra un toque de crítica, porque el Gobierno tiene a la gente parada. Igual que en la cosa ésta de hacerse el maniquí.
En ese momento el Gran Teatro todavía permanecía con una buena entrada, aunque no la mejor posible. Un panorama que poco a poco fue a peor. Tras ‘Bajo tierra’, que actuó en el tercer turno de la sesión, pisó las tablas otra chirigota. En esta ocasión fue la de Eduardo Molero Chache, que también retornaba al certamen -en este caso tras más de diez años-. Esta agrupación también realizó una crítica a la realidad actual del Carnaval, que después de una década se encontró “sin alma”. La tanda de cuplés de ‘Cantando por arribita’ giró en torno a su disfraz, de árabe en alfombra voladora y con una nube por debajo. Un atuendo que dificulta la micción. “Lo que me preocupa muy en serio de mi disfraz este año es sacarme la churra cuando yo tenga que ir al baño”, aseguraron los integrantes de esta formación.
Desde Aguilar de la Frontera volvió al Gran Teatro ‘Mi mundo’, comparsa que también logró el pase a la gran final. Este grupo criticó duramente la idea de levantar muros de Donald Trump. Tanto el físico en la frontera de Estados Unidos con México como los abstractos con países árabes y orientales con su prohibición de entrada al país de ciudadanos de dichas naciones. En el segundo pasodoble trazó con sutileza un relato sobre el cáncer de mama. Lo hizo con las palabras de un marido que entró en el baúl de sus recuerdos para aseverarle a la amada perdida que “tus hijos nunca olvidarán que fuiste una luchadora”. Y después fue turno para la Chirigota de Rafalín Castilla y Tomate, que demostró un siempre plausible saber estar ante un teatro cada vez más frío en ambiente. Destacaron sus dos pasodobles, el primero un canto a Andalucía -porque “no todo el mundo tiene la suerte de haber nacido andaluz”- y el segundo una dura crítica a Susana Díaz: “Mientras tú sigues engordando, el pueblo hambre está pasando y esto no se puede aguantar”.
Tras la actuación de ‘Los iluminati del tomati’, el teatro empezó a presentar un aspecto definitivamente desangelado. Fue una muestra más de la poca consideración que se tiene hacia la generalidad de los grupos. Cabe preguntarse si existe afición al Carnaval o por el contrario sólo hay pasión por unos determinados conjuntos. Cada uno es libre de actuar como crea conveniente, pero lo cierto es que resulta difícil ver a algunas agrupaciones sobre el escenario ante un patio de butacas sin apenas ocupación. Esa vicisitud hubo de superar la Comparsa de Peñarroya, que con ‘Viajeros’ regaló una vez más una brillante actuación a la guitarra de Rubén Corvillo. La música es una de esas riquezas intangibles que al final cobran forma física para acariciar el corazón. Y mucho más tuvo que trabajar para no decaer la Chirigota de Lopera, con su simpático tipo de ‘Los niños de la Verónica’. Ésta fue una corrida diferente y por momentos bastante entretenida. Los jiennenses fueron los encargados de poner punto final a la segunda fase del Concurso de Agrupaciones Carnavalescas.
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