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A. Fresno

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Con la llegada del fin de semana, las calles de Córdoba volvieron a llenarse de vida y color. La relajación de las medidas sanitarias, tras la positiva evolución de la pandemia en las últimas semanas, ha hecho posible que miles de visitantes lleguen hasta a nuestra ciudad en estos días. De hecho, bastaba con darse una vuelta por el entorno de la Mezquita Catedral o la Judería para comprobarlo de primera mano. Lugares que parecen haber recobrado la vitalidad que perdieron tras la llegada de la Covid-19 hace ya más de un año. Sin duda, gran parte de culpa de este regreso a las calles la tiene la Fiesta de los Patios, que un año más se convierte en uno de los atractivos principales de la ciudad califal con la llegada del mes de mayo.

Precisamente en este entorno -en los alrededores de la Mezquita Catedral y la Judería- es donde se desarrolla otra de las rutas más visitadas. Hablamos de la ruta Judería-San Francisco. Y es ahí, muy cerca de la iglesia de San Francisco, en la calle Maese Luis, donde comenzamos nuestro periplo en el día de hoy. Allí podemos contemplar tres magníficos patios, en los cuales nunca faltan colas -algunas de ellas de más de media hora de espera-. Comenzamos por el patio de la casa número 22, un precioso espacio que tiene su origen en pleno siglo XVII y donde abundan numerosos restos arqueológicos. Fuera, el ambiente es excepcional y los numerosos visitantes se refugian del calor en las pocas zonas de sombra que ofrece la calle. “Los patios son preciosos, pero vamos a tener que tirarnos al río para refrescarnos”, comenta entre risas uno de los pacientes visitantes.

Algo más arriba, en dirección a la calle San Fernando, nos encontramos con el segundo patio de la Calle Maese Luis, el del número 9. La cola, en este caso, se orienta hacia la calle Huerto de San Pedro el Real, donde varios voluntarios de Cruz Roja, que en ese momento pasan por allí, recomiendan a los visitantes situarse en la acera, junto a la pared, de manera que la calzada quede expedita para el correcto tránsito de vehículos. Una vez dentro del patio nos encontramos con diferentes variedades de plantas, donde destaca, sobremanera, una gran palmera. “Como está alcanzando un tamaño muy grande vamos a donarla al Jardín Botánico de Córdoba”, explica la propietaria de la casa a una familia que visita el recinto en ese momento. Posteriormente, concluimos nuestro discurrir por esta zona visitando el patio situado en el número, 4, donde de nuevo la cola sigue siendo extensa.

Abandonamos la calle Maese Luis y empezamos a descender por la calle San Fernando hasta llegar el remozado arco del Portillo, donde giramos a la derecha en dirección a la calle Julio Romero de Torres, 15. Allí nos encontramos con el siguiente patio de nuestra ruta y, de nuevo, toca esperar para poder acceder al mismo. En la cola nos da tiempo a charlar con varios visitantes, como por ejemplo una pareja de sevillanos que visita Córdoba por primera vez tras el estallido de la pandemia. “Conocimos Córdoba en mayo de 2019 y nos quedamos prendados de su belleza, por lo que hemos decidido volver ahora que podemos viajar entre provincias. En Andalucía tenemos auténticas joyas”, señalan a CORDÓPOLIS. Desde allí, atravesando la plaza de Jerónimo Páez, nos encaminamos ahora a la calle Martínez Rücker, 1, donde nos espera uno de los patios más hermosos de esta ruta. La cola vuelve a ser considerable y no es para menos, ya que nos encontramos a escasos metros de la Mezquita Catedral de Córdoba. Tras unos 35 minutos de espera, accedemos por un angosto pasillo a un precioso y evocador patio de origen barroco. Junto a nosotros, una guía que acompaña a un grupo de turistas explica que en este lugar murió el pintor, escultor y poeta cordobés Pablo de Céspedes.

Tras asomarnos a un Patio de los Naranjos atestado de visitantes, bordeamos el perímetro de la Mezquita Catedral para dirigirnos hacia la calle Samuel de los Santos Gener, 5. ¿Qué nos encontramos? Más colas. De hecho, los distintos restaurantes y bares de la zona se encuentran prácticamente llenos en su totalidad, algo que nos hace dudar por un momento si la pandemia sigue existiendo o se ha esfumado de un plumazo. Tras unos 20 minutos de espera conseguimos acceder a su interior. Eso sí, antes de entrar la controladora nos advierte de que tengamos celeridad en la visita con el objetivo de que pueda entrar todo el que lo desee sin esperar demasiado. Así, tras una visita exprés, buscamos nuestro siguiente objetivo en la calle Céspedes 10, a tan sólo unos pocos metros. En este caso la cola llega hasta la mitad de la calle, aunque con los distintos comercios de la zona no está muy claro quienes esperan cola o quienes simplemente pasean por la zona. “Mamá, yo no quiero esperar más colas”, dice entre sollozos un pequeño visitante a su madre mientras esperan para poder acceder.

Por último, tras un corto refrigerio en uno de los establecimientos de la zona -cuando el mercurio se sitúa por encima de los 35 grados- nos encaminamos hacia el último de los patios de esta ruta, el que se sitúa en la calle Judíos, 6, muy próximo a la Sinagoga. En nuestro itinerario no paramos de cruzarnos con viandantes, que en muchos casos se encuentran buscando un lugar donde almorzar y descansar antes de continuar con la intensa jornada. A nuestra llegada, la cola vuelve a ser bastante considerable. “A las 14:00 cerraremos hasta las 18:00”, advierte la controladora que se sitúa en la puerta. Sin embargo, la mayoría de los pertrechados visitantes deciden continuar en la cola. Otros, sin embargo, deciden dirigirse a la cercana Bodega Guzmán para degustar alguna que otra vianda acompañada de vinos de la tierra. Cuestión de prioridades. 

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