Juan Rufo, 19: donde el tiempo nunca se detiene
La casa-patio de Juan Rufo, 19 B es una de las “principiantes” del Concurso de este año dentro de la categoría de arquitectura moderna. Aunque los árboles y flores todavía no presentan una especial frondosidad, el propietario de la casa, Miguel Ángel, cuenta que “los visitantes se van del patio muy contentos” y prestan especial atención a una colección de relojes antiguos, restaurados por él mismo. En una galería cerrada con una cristalera, el visitante puede ver una colección de estos elementos de todos los tamaños y lugares, como un reloj de más de 100 kilos procedente de una iglesia antigua.
Miguel Ángel y su familia llegaron a esta vivienda, de 1920, hace pocos años y aunque no tuvieron que derribarla entera, “sí hubo que hacer algunas reformas o arreglar puertas y ventanas”. Tras un pequeño zaguán y una cancela de hierro pintada de color blanco, el turista accede a un patio con forma rectangular y suelo enchinado cordobés. A la derecha, una escalera de forja sube hacia la segunda planta de la vivienda, situada en el barrio de Santa Marina-San Agustín.
Hoy, el recinto luce como un patio tradicional cordobés, pero no fue así como se lo encontraron Miguel y su familia. “Cuando llegamos, vimos que al patio le habían puesto azulejos, lo habían transformado y había perdido la característica propia del patio. Conservaba la estructura principal y la distribución, pero poco más”.
Así, los propietarios decidieron devolverle al patio su esencia perdida, eliminaron los azulejos y lo restauraron. Un pozo de origen árabe, un bebedero de piedra antiguo y una fuente rectangular se extienden a lo largo del patio, acompañados de antiguos elementos antiguos y una variedad floral de la que sus propietarios esperan que vayan creciendo. “Los arriates antiguos se eliminaron” y en su lugar crece hoy una buganvilla, acompañada de begonias, gitanillas, hortensias, claveles, pilistras y un granado enano de más de 40 años.
Otro elemento característico del patio, tal y como señala Miguel Ángel, es la existencia de una pequeña capilla. “Ya que queremos recuperar lo tradicional, mi suegra nos contó que cuando era pequeña vivía en una casa de vecinos donde había una capilla. Ante ella, todos se ponían a rezar”. “La gente, por lo general, sale muy contenta del patio porque ve mucha variedad y muchas plantas, aunque todavía no estén muy grandes”, concluye el propietario.
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