La Calleja de La Hoguera recuerda que la Judería fue medina
Tal vez uno de los rincones más expresivos de la Judería cordobesa y el que da la medida de que esta zona fue medina en tiempos omeyas, es la calleja de la Hoguera. Con un urbanismo claramente musulmán, la calleja parte de la calle Céspedes y llega hasta la mitad de la calle Deanes o viceversa. Con apenas dos metros de ancho, es una vía en recodo en la que se van produciendo ensanchamientos y estrechamientos a la vez que cambios de dirección, típicos del urbanismo árabe.
En el siglo XIX, esta calleja sin salida o azucaque se llamaba calle de los Quero. Otra calle de las mismas características y con el mismo nombre abría a la Calle Deanes y según Ramírez de Arellano, antiguamente estas calles estuvieron unidas: “De los datos adquiridos colegimos que estas dos barreras fueron una sola calle llamada en lo antiguo de la Hoguera, sin que sepamos el motivo; después labraron una casa que las separó, aunque quedando de paso y viviéndola un sochantre de la Catedral de apellido Quero, nombre que le quedó a las dos callejas”.
Fue en la década de 1950 cuando ambas calles se unieron y, bajo la alcaldía de Antonio Cruz Conde, cinco años más tarde se iluminó y adecentó para ser reabierta al tránsito.
Mezquita de los Andaluces
En esta calle encontramos un pequeño oratorio de origen andalusí, construido en el siglo XII, en época almohade, que fue restaurado en el siglo XX. La mezquita se compone de un pequeño patio de entrada y una sala de oración con una sola nave. El muro de qibla está orientado al sur, en lugar de la suroeste, como ocurre en la mezquita alhama de la ciudad.
La mezquita está situada junto a la Universidad Islámica Averroes que estuvo en funcionamiento entre 1994 y 2001 y donde se cursaban estudios de filología árabe, ciencias del Islam y cultura andalusí, cuyo rótulo aún pervive escrito en árabe. La mezquita ha permanecido cerrada hasta 2011, en que abrió nuevamente para su uso religioso. Con anterioridad estuvo en uso de manera privada por la Yama´a Islámica de al-Ándalus-Liga Morista, que es la institución que la gestiona.
Desde la calle Céspedes (antes del Baño Bajo) se divisa el yamur (el remate en que suele terminar el alminar) de cinco bolas decrecientes, del pequeño alminar de la Mezquita de los Andaluces. Ricardo Molina dijo de ella hace casi cinco décadas: “esta plazuela con sabor a viejo patio es uno de los lugares más íntimos y secretos de la ciudad”, y , además, es un remanso de paz sólo alterado por las campanas de la torre, igual que lo fue por la voz del almuecín, que hasta hace unos años, a mediodía y al atardecer se escuchaba, a través de altavoces, su llamada grabada.
“Soy de Don Luis de Góngora”
La apacible placita empañada por demasiados veladores está dedicada a un ilustre vecino, el pintor Miguel del Moral, del entorno de Cántico, fallecido en 1998 y cuya casa en esta calleja deja entrever un patio de sabor romano que reposa tal y como él lo dejó.
El pintor e ilustrador de Cántico Miguel del Moral rescató a principios de los años sesenta una columna de la casa de Góngora en la plaza de la Trinidad. Cuando las palas del desarrollismo asolaron la última morada del poeta del Siglo de Oro, el pintor se hizo con una de las columnas del patio de don Luis y la puso en guardia de su estudio, en la calleja de la Hoguera. En su fuste mandó labrar: “Soy de don Luis de Góngora. Año 1627”.
Hoy la columna continúa en la misma esquina de la casa-estudio del pintor, una morada que quedó como un libro abierto, tal y como la dejó el propio Miguel al morir en 1998. La basa, el fuste y el capitel miran a la calle Deanes y a la portada de la que fue la casa en la que habitó y murió un contemporáneo de don Luis, el Inca Garcilaso de la Vega.
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