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Adamuz: donde los murciélagos guardan el tesoro del Neolítico de la Cueva del Cañaveralejo

Cueva del Cañaveralejo en Adamuz

Carmen Reina

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A pocos kilómetros de Adamuz y los 4.200 habitantes que viven actualmente en este municipio cordobés, se encuentra un tesoro que habla de la historia de los primeros pobladores de estas tierras. La Cueva del Cañaveralejo, horadada en el macizo rocoso de la sierra, da fe de quienes vivieron allí desde el VI milenio antes de Cristo, en el Neolítico. Ahora, sus pobladores y guardianes son una nutrida colonia de murciélagos, especie protegida que habla de la singularidad de este espacio.

La Cueva del Cañaveralejo toma su nombre del arroyo del mismo nombre del que es vecina y se encuentra entre la treintena de cuevas o cavidades naturales halladas en el término de Adamuz. Pero esta es, además, la única cueva visitable y abierta al público en toda la Sierra Morena cordobesa.

Para visitar la cueva, es necesario acceder a la Oficina de Turismo de Adamuz, desde donde se ofrece información y las llaves para abrir la cancela que guarda este sitio de quienes puedan dañarla. Se accede a ella por un camino rural desde la carretera que une Adamuz con Obejo. El macizo rocoso en el que se enclava, la sitúa en un paisaje incomparable, donde se mezcla la vegetación más característica del clima Mediterráneo en un reducto de naturaleza que, prácticamente, no ha sido alterado por el ser humano y donde especies como el lince ibérico o el águila imperial suman un incalculable valor medioambiental a este entorno.

El origen de la cueva se explica por el horadamiento en la roca provocado por una corriente de agua, en el Mesozoico, que fue labrando lo que actualmente es la cueva que se puede observar. Y el arroyo Cañaveralejo fue haciendo lo propio en la pared norte hasta dejarla al descubierto durante el Pleistoceno Superior.

La colonia de murciélagos da la bienvenida al visitante en cuenta lo escuchan y revolotean, colgándose de las paredes y el techo de la cueva, en cualquiera de sus cavidades. Esta especie protegida tiene en la cueva un hábitat ideal y, para que así siga siendo, durante los meses de calor donde estos animales son más activos, se cierra la visita a este lugar.

La cueva se divide en tres partes visibles: un gran vestíbulo, iluminado con luz natural bajo la gran higuera que la cubre; una galería principal que conduce a la zona más pequeña y oculta de la cueva; y una galería lateral, a la que solo se accede con material espeleológico adecuado.

Las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo -en los años 60 del pasado siglo las primeras, y luego entre los años 2005 y 2006-, confirman que esta cueva se empleó como lugar de hábitat humana en fechas del Neolítico, Edad del Cobre y Edad del Bronce, desde el VI al III milenio a.C. Posteriormente la cueva ha sido reutilizada en ocupaciones fugaces, hacia el final de la Edad del Hierro.

Los trabajos de los arqueólogos han logrado extraer restos de útiles de huesos de animales, piedras talladas y piezas cerámicas de gran calidad, como una pequeña ollita de cuello corto y cuerpo globular con decoración que aporta una cronología del VI milenio a. C. Mientras, una serie de platos de gran tamaño de borde engrosado arrojan una cronología del III milenio a. C. También se han documentado los restos de dos áreas de combustión, identificadas como hogares cuya cronología es del II milenio a. C.

Las principales piezas se encuentran en manos del Museo Arqueológico de Córdoba, pero muchas otras se pueden ver en el Centro de Interpretación de la Historia de Adamuz, en el casco urbano de este municipio. Allí, en el histórico edificio que fue el antiguo pósito y también cárcel en su día, se exhiben decenas de piezas que provienen de la Cueva del Cañaveralejo. Y forman ya parte para siempre de la historia de este tesoro natural, único en plena Sierra Morena.

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