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Alejandro Jiménez

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Hay muchas ocasiones en las que la edad es sinónimo de madurez. También hay otras tantas veces en las que la juventud abrumadora de algunos deportistas choca frontalmente con esa afirmación. Las experiencias que viven estos atletas de élite hacen que su forma de pensar sea muy diferente a la del resto, albergando una mentalidad de hierro que les permite afrontar cualquier tipo de problema en segundos, encontrando la solución más rápida y efectiva en tiempo récord. Esto se intensifica aún más en las pruebas de velocidad, donde cada décima de segundo cuenta, algo de lo que es muy consciente la protagonista del Ateneas de este mes de julio.

Gemma Naz (Córdoba, 2004) es una de las mayores promesas de la natación cordobesa. A pesar de su corta edad, tan solo 18 años, Naz ha ido cosechando medallas a lo largo de los últimos años, lo que le llevó, en 2020, a ir con la selección española júnior para participar en el 52º Meeting de Ginebra. Sin embargo, la irrupción de la pandemia por la Covid-19 y una desafortunada lesión en su tobillo le apartó de la disciplina nacional, aunque, a día de hoy, sigue teniendo muy claro su objetivo y su meta: volver a vestir los colores del combinado nacional y, además, tratar de conquistar el Campeonato de Europa.

La natación, una vía de escape para los nervios de su niñez

Como no podía ser de otra manera, la premura en su interés por la natación es total, aunque no vino por una elección propia como tal. En las gradas del Palacio Municipal de Deportes Vista Alegre, lugar en el suele entrenar junto con el Club Navial, Gemma Naz confiesa que todo comenzó por una recomendación de su médico. “Resulta que yo, de pequeña, era una niña muy nerviosa y fui al médico. A mis padres le dijeron que sería bueno que me apuntaran a natación, por lo que todo empezó a partir de ahí”. Sin embargo, lo cierto es que tampoco sirvió para ese propósito, ya que Naz era aún “súper pequeña, solo tenía tres años”, por lo que “al final no me relajó mucho -ríe-, sino que me pone más nerviosa todavía”.

Aún con ello, los nervios no le hicieron variar ni un milímetro en el camino proyectado. Probó con la gimnasia rítmica, pero tan solo duró dos semanas. “Lo compaginaba con natación”, relata, “pero no me gustaba, así que le pedí a mis padres que me quitaran ya que prefería la natación”. Y, desde entonces, una carrera meteórica por todas las categorías base de la natación. Pronto llegaron también los primeros miedos, los típicos del deporte. “Recuerdo que sentía mucho miedo a que me cambiaran de calle ya que claro, a mí me veían que era muy rápida, y me cambiaban muy rápido de calle y lo pasaba fatal, ya que veía a mis amigos que se tiraban tres meses en la calle pequeña, y a mí cada día me cambiaban”.

Primeras medallas, primeras expectativas

El metal no tardó en llegar al medallero particular de Gemma Naz. Lo cierto es, tal y como ella misma reconoce, ha tenido “la suerte siempre de nadar y competir muy fácil, de que me saliese todo súper bien a la hora de competir”. Y es que su superioridad era total, logrando victorias con mucho margen. Sin embargo, habrá una que no se le olvidará fácilmente, ya que fue la que definió el futuro de su carrera. Era un Campeonato de Andalucía, y por aquél entonces, la cordobesa aún nadaba a espalda. Sin embargo, su entrenador le ofreció la posibilidad de añadir una última prueba en su inscripción, y eligió los 100 metros mariposa. “Acabé ganando aquella prueba y es algo que se me quedó muy marcado, porque gané esos 100 metros mariposa y fue una risa para todo el mundo porque nadie se esperaba que ganase esa prueba, y ahora soy mariposista pura y dura”, admite. Y no lo hizo de cualquier manera, sino que firmó un tiempo de 1:16 cuando el resto superaba los 1:20. Y, pese a que ha probado otras modalidades y distancias, su foco sigue siendo en la velocidad a mariposa.

Esto supuso un obvio aumento de expectativas por parte de su círculo más cercano, que eran conocedores del gran potencial de la nadadora. Aún así, no todo fue un camino de rosas para ella, ya que también tuvo que afrontar adversidades, aunque con una madurez inusual a su edad. “Obviamente ha habido veces en las que me han descalificado y lo he pasado mal, pero siempre he seguido hacia adelante con normalidad. No he tenido problemas a la hora de competir o entrenar”, confiesa. Asimismo, pone como ejemplo una ocasión en un Campeonato de España en la que salió antes de tiempo en la prueba, y llegó a escuchar el “ooh” del público. “Aún así, estando descalificada y pensando en ir lento, llegué a hacerme mi mejor marca personal”, precisa, por lo que opta por “no olvidar nada ya que, como he dicho antes, cada error para mí es una nueva victoria”. Y es que, aunque ella misma reconoce que esas expectativas le generan cierta presión, es consciente de lo que está dando de sí, que es lo máximo. “Si esperan algo más de mí que no sale, sé que voy a seguir entrenando para eso, y que no deben quitar su confianza en mí”, declara.

Y en todo este proceso, guarda un lugar especial una de sus mayores referentes junto a Mireia Belmonte: Belén Domenech. La nadadora cordobesa ha sido su entrenadora desde que era pequeña, sirviéndole de motivación ya que siempre quiso “conseguir lo que ha hecho ella”. “Su figura me han supuesto unas ganas de continuar tremendas”, explica, ya que ella le “entrenó de pequeña, y yo tenía muchísimo miedo de pasar de calle, de seguir compitiendo, pero quería ser como ella. Entonces siempre tuve esa motivación, y me ha hecho seguir hacia adelante”.

Una preparación exigente basada en la mentalidad

Desde entonces, todos los días de su vida han tenido una gran parte de natación entre sus horas. “Entreno dos horas por la mañana y tres horas por la tarde, todos los días”, relata. Además, durante esos entrenamientos, una hora está dedicada sólo al físico, ya que la explosividad es vital en su disciplina. Luego, se juega con el enfoque, que en su caso se basa en el mariposa, como es lógico. Sin embargo, sí que se hecha de menos el hecho de tener una piscina más grande en Córdoba, ya que solo cuenta con piscinas de 50 metros. Es algo que se lleva pidiendo durante varios años, y que el mismo Rafa Muñoz recordó hace algunas semanas en el programa de 'Tiempo Muerto'.

Por otro lado, Gemma también trabaja mucho en su mentalidad a la hora de afrontar las competiciones, pues es fundamental para lograr los resultados. Con su entrenadora, se encarga de decidir “dónde y cuantas veces” debe “respirar, por ejemplo, ya que eso sí que se debe de controlar en los 50 metros. Si respiras dos veces en vez de una, lo has perdido todo, por lo que debes tenerlo muy claro”. No obstante, en su caso no debe pensarlo tanto, ya que una vez en competición, “es una cosa que sale sola”. Quizá influya también que, como ella dice, sea “muy loca”. “Yo me tiro y no me da tiempo a pensar”, reconoce, antes de añadir que “aunque parezca raro, la gente que nada 400 o 1.500, tampoco es que piensen muchísimas cosas. Están a lo suyo, y es que es como muy rápido. No te da tiempo ni en 400, ni en 50 ni en ninguna prueba”.

Con todo ello, Naz subraya que uno de sus puntos más fuertes es la confianza en sí misma. “Nunca he tenido miedo a competir. No he sido una persona que haya llorado por nervios”, explica. Además, hace una labor muy importante, ya que, quince minutos antes del inicio de la competición, va “a las cámaras de llamada para hablar y tranquilizar a la gente”. “Creo que ese es un punto muy fuerte mío, ya que no me preocupo tanto por lo que me va a pasar a mí, porque como voy convencida de que me va a ir bien, me gusta ayudar a los demás que se sienten mal. He tenido compañeras que incluso vomitaban antes de nadar, y mediante hablar mucho con ellas durante años, ya no les pasa nada”, afirma la joven cordobesa.

La llamada de la Federación, “un sueño hecho realidad”

Finalmente, todo ese trabajo acabó teniendo su recompensa en enero del año 2020. La Real Federación Española de Natación llamó a sus puertas para participar en el 52º Meeting de Ginebra, celebrado en el Centre Sportif des Vernets de la ciudad suiza. “Era un sueño hecho realidad. No me esperaba llegar a ese nivel, y cuando pensé que iba a salir de España con la Federación Española fue cuando me paré a pensar a dónde estaba llegando y me lo empecé a creer un poco más”, confiesa. Y es que ella misma afirma que nunca ha querido creerse “nada de lo que hacía”, y siempre se decía a sí misma que “era suerte”. “Cuando llegué a ese nivel, me creí un poco que podía ser muy buena nadadora”, asevera.

Gemma Naz estaba citada con la selección española para competir en las pruebas de 50, 100, 200 y 400 metros libres, además de los 50 y 100 mariposa. Sin embargo, la irrupción de la pandemia por la Covid-19 acabó alejándola de la Federación. “Fue horrible porque, de hecho, a partir de ahí, fue cuando me sacaron de la Federación Española sin ningún tipo de motivo. Yo estaba allí dentro, llegó la Covid-19, no tuve competiciones, quitaron los grupos y crearon otros nuevos, y claro, no tuve la oportunidad de dar mi máximo”, recuerda amargamente. Además, a esta situación se unió una desafortunada lesión que coincidió justo con la vuelta a las competiciones. Un esguince de segundo grado en el tobillo que no le impidió ganar una medalla en el Campeonato de Andalucía, pero que no le sirvió para volver a recibir la llamada del combinado nacional. “No lo vi justo, pero ya no hay nada que hacer. Creo que podría haber sido un poco más o alguna competición más”, asevera al respecto.

Un futuro prometedor, deportiva y laboralmente

Pese al varapalo que supuso este hecho, Gemma Naz siguió trabajando para volver a alcanzar su mejor nivel. Poco a poco, fue reencontrando sensaciones y volviendo a tocar metal, aunque realmente nunca dejó de hacerlo. Por poner algún ejemplo, en este mismo año 2022, Naz se alzó con la plata en el Campeonato de España Open de Torremolinos, mientras que, hace apenas unas semanas, logró el oro en el 4x100 libres femenino del Campeonato de Andalucía Júnior-Absoluto.

Sin embargo, el objetivo sigue estando claro. “Me encantaría volver con la selección, porque lo hecho mucho de menos y, si puede ser, ir al Europeo y dar lo mejor de mí”, afirma, con ese fuego en los ojos de quien sabe que es capaz de lograrlo. Por otro lado, fijando esa vista en un futuro más lejano, Naz se ve en los años venideros “con mi carrera de psicología hecha”, ya que es una de sus pasiones. “Me encantaría trabajar de psicóloga deportiva en clubes para ayudar a esa gente, como siempre he hecho desde que era pequeña”, puntualiza, aunque eso no quite que también se siga viendo nadando en el más alto escalón.

Este trabajo se ve reforzado por el buen hacer de todas aquellas que van detrás de sí. Ve el futuro de la natación “muy fuerte”, ya que conoce a los pequeños y sabe “que tienen potencial”. “Estoy contenta por ello porque sé que pueden llegar muy lejos”, afirma. Y lo cierto es que, tal y como ella vio en Belén Domenech una figura de inspiración y de motivación hace algunos años, cientos y cientos de niños harán alguna vez lo mismo con la figura de Gemma Naz. Porque el potencial y la calidad están ahí, y tan solo es cuestión de tiempo que vuelvan a explotar para demostrarle al mundo de lo que es capaz.

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