Como otros tantos proyectos que, al final, han estado marcados por el éxito, todo nace de un chispazo de locura. Hace cosa de siete años, se unieron dos continentes y tres nacionalidades en Córdoba capital. Un venezolano, un nicaragüense y un cordobés decidieron allá por 2016 hacer una realidad de lo que era una pasión compartida, y eso desembocó en la formación del proyecto conocido como Kyrios Córdoba, erigiéndose ya en ese momento como el primer club histórico de béisbol en la ciudad.
Con una única pretensión y un sentir común: la pasión por el bateo. Las raíces americanas se fundieron con unos cordobeses contagiados por la tradición presente desde hace años en Benamejí, el gran referente histórico de dicha disciplina en la provincia, por lo que decidieron trasladar el juego a la capital. Y es que el béisbol está tomando un pulso cada vez más significativo dentro de la provincia, y eso ha provocado el crecimiento de una disciplina exportada principalmente del otro lado del Atlántico, pero que se ha transmitido sin límites entre un grupo de cordobeses apasionados.
La ilusión por crecer no ha cesado en el Kyrios en estos siete años, en los cuales “hemos ido dando palos de ciego”, aunque “parece que ahora ya empezamos a coger un rumbo medio bueno”. Son las palabras de Enrique González, presiente de la entidad y uno de los fundadores. Animado por su familia caribeña, fue uno de esos locos que puso en marcha el club, y que ahora rema para trasladar su pasión entre las nuevas generaciones.
Es más, como se ha contado ya anteriormente, uno de los puntos destacados del Kyrios es su multiculturalidad, dado que “una de las cosas que el deporte nos puede dar, es una herramienta muy buena para que haya inclusión dentro de la sociedad”. Eso sí, aunque los valores son claros y así se procura transmitir, el dirigente reconoce que “los niños ven otros niños, no ven otra cosa, ni que sean de otros países. Los niños se divierten y ya está”.
De esa pretensión por formar, hace cosa de unos meses surgió un nuevo proyecto que viene a edificar aún más la estructura de la entidad. Un pilar que es pura base, nunca mejor dicho. Pequeño (de momento) en su forma, pero inabarcable en su fondo. Se trata de la escuela KyCo, promovida con el fin de fomentar la práctica del béisbol en jóvenes de entre 8 y 18 años.
“En septiembre fue cuando la pusimos en marcha oficialmente. Ya teníamos niños anteriormente, pero eran muy poquitos, y a finales del 2024 empezamos a darle más publicidad y oficializamos la escuela”, cuya evolución “me ha dejado muy sorprendido”, remarca Enrique, dado que “el nene que prueba, es raro que se vaya. Se lo pasa bien, se divierte, encuentra amigos. Después hacemos actividades en los entrenamientos. Ellos encuentran un espacio para poder realizarse”. Formar en doble sentido. Enseñar y recibir. Un aprendizaje continuo.
A día de hoy, la escuela KyCo cuenta con unos 25 niños y niñas que varias tardes a la semana se citan en El Fontanar para aprender de una práctica heredada de una tradición internacional. Un club que va por la primera base, pero aspira a su propio home run. De hecho, en sus objetivos para los próximos meses figura el reto de empezar a competir, de momento, en categoría sub 15, además de seguir sumando licencias formativas.
Un sueño cumplido por el propio Enrique González, además de todos aquellos que en su día fundaron el Kyrios y ahora mantienen la ilusión por transmitirlo a los más pequeños. Sin barreras, sin prejuicios. Con la mano tendida hacia el que quiere aprender y disfrutar contigo. Al que quiere batear esa bola que tú le lances. Y correr hacia otra base. Una aventura en familia, entre amigos.
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