¿Podría pasar esto en 2018?
Alejado de los grandes foros, instalado en una rutina gris y solo salpicado por esporádicos éxitos domésticos que aprecian minorías, el deporte cordobés aborda el clásico ejercicio de marcarse propósitos para el año nuevo. Para algunos -la mayoría- sobrevivir ya es un triunfo; otros elevan el listón de las aspiraciones y preparan a sus deportistas con la ilusión de que progresen... para marcharse. En los últimos (muchos) años, jugadores cordobeses de todas las modalidades llegan a la elite para regocijo y paz interior de quienes les forjaron en Córdoba.
Lo de montar proyectos sostenibles y reales desde aquí sigue siendo una tarea para utópicos y (benditos) chalados varios. En deporte, Córdoba es (también) ciudad de paso. ¿Puede esa tendencia cambiar? ¿Puede, al menos, empezar a hacerlo? ¿Existen razones para pensar en que algo puede cambiar a mejor? Veamos cómo se presenta 2018 y qué puede ocurrir tanto en el primero de los representantes provinciales, el inefable Córdoba CF, como en el resto de los clubes de sala, satélites que se mueven -algunos con una línea definida y otros a puro bandazo- en constelaciones lejanas a los campeonatos profesionales.
Volver a ser lo que (creímos que) fuimos: el examen del Córdoba
El primer club de la provincia atraviesa una coyuntura crítica. En lo deportivo marcha peor que nunca en los últimos tiempos -trece de las veinte jornadas en puestos de descenso, lleva ya tres entrenadores distintos y sus fichajes estelares fueron un chasco-, pero ha cambiado de propietarios y solo eso crea una expectativa distinta. ¿Es posible la salvación? Matemáticamente es viable, aunque las probabilidades parecen escasas a la vista de los hechos. Esa percepción debe cambiarla un equipo que será reformado a fondo en el mercado invernal. Se aguardan no menos de media docena de fichajes de impacto para que tengan un efecto inmediato y saquen al equipo blanquiverde de la zona fatídica. Un descenso sería fatal por el efecto dominó: arrastraría al filial de Segunda B hasta Tercera División.
¿Qué debe ocurrir? Lo mejor que puede decirse es que el cordobesismo sabe moverse en estas circunstancias. La adicción por los episodios dramáticos es una seña de identidad de la hinchada, que vive mejor el vértigo de las remontadas que la dura responsabilidad de pelear por los premios grandes al lado de los mejores. Eso, a día de hoy, no es planteable. La marcha de los González y la despedida del año en El Arcángel -con una pinturera goleada al Reus- han traído aire nuevo para espantar -no del todo, obviamente- el hedor a podredumbre que desprendía el Córdoba. La clave estará en el césped. Deberá hacer una segunda vuelta con números de campeón para aspirar a salvar el pellejo en las últimas dos o tres jornadas. Si es en la última, se celebrará como si fuese un título. Remember Anoeta, Getafe, Leganés...
Llegar para quedarse: sobre la cancha, la verdad del Itea
Lo más grande que ha ocurrido en el deporte cordobés en 2017. Así, a pelo. El Itea Automatismos, un club joven y humilde que llegaba hasta donde podía -bastante alto, pero sin pasarse- en Segunda B, se convirtió en este último ciclo en el Itea Córdoba CF Futsal. ¿Y eso que significa? Pues que encontró el apoyo económico del club de fútbol de la ciudad para hacerse con una plaza en Segunda División y que la oportunidad la está aprovechando de modo formidable. Sin proponérselo y tirando más de corazón que de cabeza, el club que preside José García Román se metió en el berenjenal de una categoría profesional -en su caso, solo de nombre- con todo el riesgo que eso implica.
¿Qué ha pasado? Con una plantilla casi exclusivamente cordobesa -todos, menos el brasileño Thiago- ha respondido con entereza a los retos de la competición y tiene ya apalabrado su objetivo principal: la permanencia. Pero su gran éxito no ha estado solo en la cancha. A sus partidos acuden más de 1.200 personas y en la Copa del Rey, frente al Pozo Murcia -vigente campeón-, logró un histórico lleno... ¡sin regalar tickets! Lo nunca visto en esta ciudad. Hay bases para ilusionarse con el futuro. Salen jugadores de la cantera y actualmente está en activo la mejor generación de futsaleros cordobeses de todos los tiempos. Alguna de esas estrellas podría volver, el club podría pelear por ascender, ha conseguido una afición fidelizada, la directiva tiene la cabeza en su sitio, han ganado peso mediático... Paren, paren, que nos volvemos locos.
El primer paso es la financiación. ¿Seguirá el Córdoba CF, con sus nuevos propietarios, ayudando al fútbol sala local? La entidad trabaja en todos los escenarios posibles. Hay un asunto claro, en cualquier caso: perder esta oportunidad en Córdoba dejaría a muchos -no en el seno del Itea, obviamente- en muy mal lugar.
¿Otro golpe en la cabeza?: el Yosiquesé, último proyecto hacia quién sabe dónde
Lo del baloncesto cordobés es de frenopático. Llevan dos años seguidos jugando la Fase de Ascenso a LEB Plata -que no es precisamente la NBA, pero que es mucho más que la cuarta división en que están actualmente- con dos equipos distintos: Bball y Cordobasket. No hace falta decir que ambas entidades se profesan el mayor de los desprecios por una serie de negros episodios en la historia reciente, aunque paradójicamente han logrado sus mayores éxitos con el mismo bloque de jugadores y con un mismo entrenador, Rafa Sanz. Este histórico de las ligas FEB se ha empeñado -por vocación y por obligación- en modelar un equipo compuesto por jóvenes canteranos de la provincia, con sus refuerzos foráneos, para competir por los puestos más altos de la Liga EBA. Y lo viene consiguiendo, lo que cabe interpretar -él mismo lo dice- como un milagro. Y un milagro repetido, que tiene más mérito.
¿Qué puede pasar en este año que entra? El Yosiquesé, que así se llama el equipo, marcha dentro de los cinco primeros -lo que le conducirá al grupo de ascenso-, pero no está mostrando un nivel de solvencia y solidez que permita construir unas expectativas más allá de la razonable ilusión del que compite a ver hasta dónde llega. Sin la presión de una meta. Eso hace que desaparezca el concepto de fracaso -lo cual alivia mucho a todo el mundo, que parece lo más importante- y favorece la percepción de que cualquier paso, por pequeño que sea, es un éxito. Y en esta serie interminable de alegrías de pobre se mueve el basket de Córdoba, donde sigue imperando la impresentable ley que lo viene lastrando desde hace décadas: el éxito propio es el fracaso del vecino. Podríamos seguir con la cantinela de que falta unidad, pero eso ya es una batalla perdida. Lo que se echa de menos es un liderazgo firme, sin complejos, impulsado por la valentía y construido sobre la exigencia. Una referencia. ¿El Cordobasket es eso? Se supone que está (o debería estarlo) en ello.
Se preguntarán si se puede salir de aquí [Aquí es la Liga EBA, una competición menor y sin atractivos]. Por supuesto que sí. Hay una masa de seguidores -en torno al millar, que crece según circunstancias-, una generación de jugadores jóvenes -algunos de ellos formándose en canteras ACB- bastante aprovechable a medio plazo, un entrenador de indiscutible capacidad -veinte años en ligas profesionales- y un club de estructuras modestas que tiene vías para ir ajustando su funcionamiento a lo que requiere un salto hacia adelante. ¿Qué falta? Pues una inyección económica -nada del otro jueves, como en la mayoría de los deportes de sala- para ajustar los puestos clave y rentabilizar lo que nadie entre los más de cien equipos de Liga EBA tiene: un armazón de plantilla de jugadores jóvenes y exclusivamente locales. Con poco más, el objetivo sería ascender en la pista. ¡Un objetivo alto! Y dejar de hablar de méritos y milagros... ¿Se lo imaginan? Igual pasa algo en el 2018.
El mejor club y el equipo ascensor: la paradoja del CBM
El Cajasur Córdoba Balonmano es el mejor club de la capital. Tiene todo lo que una entidad debe tener: respeto por su historia, raíces profundas, entrenadores expertos, una cantera productiva, una afición fiel... Sus éxitos en categorías formativas son contínuos. No es cuestión de rachas. La fábrica granate no deja de producir talentos. Pero jamás tuvo Córdoba un equipo de la capital en la Luga Asobal. Paradójicamente, los grandes beneficiados han sido los vecinos de la provincia, clubes que sí alcanzaron la élite en distintos momentos como Pozoblanco, Palma del Río o Puente Genil. También en la Asobal han militado -y siguen haciéndolo- muchos productos de la factoría del CBM. En 2017 siguió la tónica y no se aguardan variaciones en 2018. Desde infantiles a juniors, jugadores con una sólida formación acuden a las selecciones nacionales con asiduidad.
Llegamos al segundo capítulo: el equipo senior. El máximo representante del balonmano masculino en la capital milita en la Primera Nacional -tercera categoría-, junto al Maleta y Avión La Salle y al Aceitunas Torrent de Aguilar de la Frontera. Descendió el curso pasado de la División de Plata, en donde ha comparecido en el último lustro en varias ocasiones sin poder construirse una continuidad. Es su sino. En este 2018 trabajará para conseguir el retorno y las cosas no le van mal. Se mantiene entre los primeros y seguramente estará en la fase de ascenso. Si vuelve en este año a subir de categoría, necesitará la ayuda de los suyos -quizá de algunos de los que andan diseminados por otros clubes de la geografía nacional- para conseguir asentarse un escalón más arriba. Pero la economía es la que hay. Y la que hay le permite ser un rey en las bases y un luchador contra corriente en cuando los chavales llegan a los dieciocho años.
El lado femenino: entre la utopía y la reivindicación
El club femenino que está más cerca de la élite es el Adesal, una de las referencias en la División de Honor Plata del balonmano femenino. Hace dos años estuvieron en la máxima categoría, pero les fue imposible mantenerse. En el curso pasado jugaron por el ascenso y no lo consiguieron en las últimas jugadas de su partido clave. Se repusieron del mazazo -qué remedio- y ahora andan de nuevo metidas en su desafío: pelear por ascender. El equipo ha logrado hacerse un sitio en el corazón de La Fuensanta, el barrio en el que está enclavado. No reúnen multitudes en su pabellón, pero las chicas de Paco Bustos tienen un sello luchador que entusiasma a sus seguidores. El año que entra traerá el mismo reto de los últimos tiempos: subir. Deportivamente. Luego habrá que ver si se puede o no. El dinero, claro.
Que se lo pregunten al Deza Maristas, que ha conseguido -con el permiso del Adeba, un clásico- convertirse en el principal estandarte del baloncesto femenino cordobés. En este 2017 se dio un hecho novedoso: en Primera Nacional hay más equipos de mujeres (4) que de hombres (3). El conjunto colegial disputó en la pasada temporada la Final a Cuatro por el Ascenso a la Liga Femenina 2. En este 2018 abrirá el fuego situado en la zona alta, compartiendo protagonismo con un enemigo nuevo pero de extraordinaria potencia: el Unicaja. El club malagueño se ha propuesto convertirse en el abanderado del baloncesto femenino en el Sur de España y este verano decidió formar un equipo. Montó una plantilla con lo mejor y ha ganado todos los partidos. Así, a las bravas. En Córdoba van más a fuego lento. El Deza Maristas aborda 2018 con la idea de repetir presencia entre los mejores. Adeba sigue en su sitio -el mejor posible- y los recién llegados -Virgen del Carmen y La Carlota- esperan asentarse sin apuros. Llámenlo triunfo y no irán descaminados.
Caso especial es el fútbol sala. Córdoba tuvo no hace mucho al mejor equipo de España femenino. En serio. Ganaron ligas, copas y todo tipo de torneos. El Cajasur Deportivo Córdoba vivió una época de esplendor. Pero aquello se terminó, las mejores futbolistas se marcharon y después hubo cambio de directiva, de entrenador... En fin, que ahora están en Segunda División y rascando puntos con esfuerzo para no sufrir demasiado. Esperan tiempos mejores mientras sostienen los pilares del club para que no se los lleve el viento de la crisis, que es muy malo.
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