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Alejandro Jiménez

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Una de las claves del crecimiento del deporte en general, y del deporte femenino en particular, radica en la creación y consagración de referentes sobre las que edificar el futuro del mismo. Historias que inspiren, figuras que motiven, hazañas que persistan en el tiempo y, en definitiva, ídolos sobre los que las jóvenes deportistas puedan verse reflejadas y les empujen a seguir progresando en la práctica deportiva. Los ídolos, en este Ateneas, son fundamentales, ya que se repasa la historia de una hazaña épica en un tiempo en el que el fútbol sala femenino cordobés destacó sobre el resto. En el que una camada de jugadoras tocaron el cielo, entre las que estaba una joven que las veía como referente y que, ahora, es la referente de muchas otras jóvenes cordobesas que aspiran, algún día, a ser como ella.

Inma Sojo (Córdoba, 1991) es una de esas referentes para muchas jóvenes jugadoras de fútbol sala hoy en día. Su historia se cuenta sola. Y es que, en la entrevista que concede a CORDÓPOLIS, cuenta que “desde que nació lo tuve claro”. Nada de muñecas, ella solo quería balones y jugar al fútbol. Empezó en la calle, como todos, hasta que a los cuatro años, su madre la apuntó a la escuela de ColeCórdoba, donde compartió equipo con chicos. No sería hasta años más tarde cuando Miguel Ángel Hernández, presidente de la entidad colegial, crearía el equipo femenino. El resto, es historia.

María Uceda, prima y referente

En esta historia de ídolos y referentes, María Uceda ejerció de guía para Inma Sojo. Primas y familia, Inma vio en María una inspiración. Y es que, tras alternar durante varios años fútbol y fútbol sala, la figura de su prima sirvió para que la cordobesa se decantase por el 40x20. “Me llamaba la atención más el fútbol sala porque tenía a mi prima, y en el equipo había muchas jugadoras como Ampi o Sarita, que yo las veía como mis ídolas, y eso no lo tenía en el futbol presente. Por ello, me quería acercar a eso porque era lo que tenía más cercano, y me decidí por el fútbol sala”, cuenta.

Además de ello, todos los engranajes parecieron acoplarse en el momento oportuno. Tras acompañar a su prima a muchos entrenamientos “solo para sentarme en la grada y ver”, un día, Juanma Cubero, al contar con una ausencia, le dio la oportunidad de poder ejercitarse con el resto del equipo a Inma Sojo. Así, ese interés siguió en aumento, y poco despúes, el Colegio Córdoba se afilió con el Deportivo Córdoba, convirtiéndose en una especie de filial para el equipo cajista. Inma ingresó en la cantera, y fue alternando en los entrenamientos con ambos equipos hasta que finalmente, con apenas quince años, logró debutar en Primera División.

Unos inicios dorados e inolvidables

“Es complicado tener un equipo de Primera División en casa”, recuerda Inma Sojo al cuestionarle sobre aquél glorioso Deportivo Córdoba. Lo cierto es que, tal y como ella comenta, “en ese momento no te paras a pensarlo, pero ahora, con el paso de los años, sí que ves lo especial que fue”. Y es que, para Inma, el fútbol sala siempre había sido “algo que me gustaba, y nunca pensé en llegar a nada más. Iba, día tras día, a hacer lo que más me gustaba, que era jugar a fútbol sala”. Así, llego esa primera oportunidad que fue “como un sueño”. Imaginen. Debutar en la máxima categoría nacional de tu deporte favorito con tan solo quince años. Y la historia no se queda solo ahí, ni mucho menos.

Lo recuerda con lágrimas en los ojos, pero no de tristeza, sino de cariño y emoción. Ese Deportivo Córdoba supuso para ella “la oportunidad de dar el salto a Primera División”, y con muchas compañeras que comenzaron siendo ídolos. “Rodearte de compañeras como mi prima, Ampi, Sarita... Rodearte de jugadoras así, que, además, a mí me han ayudado a mantenerme, a hacerme a esa categoría, y a ser la jugadora que soy hoy en día”, reconoce. Con ese grupo de oro, el Deportivo Córdoba se consagró como el mejor equipo de España, logrando alzarse en dos ocasiones como campeonas de Liga (2008-09 y 2009-10), y en una ocasión como campeonas de Copa Ibérica (2009).

Todo parecía un sueño para Inma Sojo. “Ganar todos los títulos posibles de Primera División con apenas 16 años... es un sueño”, recuerda emocionada aún. Era “muy buen grupo, ambiente, y un vestuario muy sano”, añade, hecho que se complementaba con que una directiva que “tenía el objetivo muy claro: tener un equipo como lo que fuimos cuando conseguimos ganar todos los títulos, que era el mejor equipo de España”. Así, todo se confabuló para que diese lugar a ese éxito. “Creo que lo teníamos todo: buen vestuario, buena directiva, y buen tema económico, que eso ayuda. Pero sobre todo las niñas que había, que eran una pasada”, concluye.

Sin embargo, todo ciclo tiene su fin, y el ciclo del Deportivo Córdoba acabó cuando los problemas económicos acusaron al club cordobés, que se vio obligado a descender de categoría. Pese a ello, la experiencia sirvió para que “los equipos se interesasen y apostasen” por Inma Sojo una vez producido el descenso. “Creo que esos años que estuve aquí, con esa edad tan joven, todos los títulos que había ganado y la gran proyección que tenía, fue lo que me ayudó a salir de casa, a seguir jugando en Primera División, y a haber sido la jugadora que he sido hoy en día”, explica, haciendo especial énfasis en esos “cuatro años que he estado aquí en el Cajasur Deportivo Córdoba, más que los diez años que he estado fuera jugando en Primera División”.

En busca de nuevas experiencias lejos de casa

De esta manera, Inma Sojo, tras el descenso del club cordobés, puso rumbo hacia Valladolid. Pese a que siempre se ha considerado una persona muy casera, ahora recuerda esa experiencia y reconoce que le “alegra un montón el haber escogido eso, a pesar de que al principio no te vas convencida. A mí me gustaba estar en mi casa, pero para mí fue una experiencia que, si tuviese que empezar de nuevo, volvería a hacerlo. La verdad es que me ayudó tanto en lo deportivo como en lo personal, ya que sales de casa y te tienes que hacer más responsable, y para mí fue espectacular”. Además, contaba con la ayuda del club, lo que le facilitó su estancia en todo momento y le ayudó para, en un futuro, “tomar otros caminos”.

Esos caminos le llevaron, un año después, a Cartagena. El Jimbee Roldán apostó por ella, y llegaba de Valladolid, “un equipo más hecho y veterano en la categoría”, a un Roldán que era “un equipo prácticamente recién ascendido, que era su segundo año en la categoría, y a mi juventud, yo era como un fichaje 'estrella'”. Lo recuerda como un grupo “muy joven y con mucha proyección”, hecho que le hizo convencerse de que “ese equipo me iba a dar muchas alegrías a largo tiempo, y así fue. El primer año conseguimos media tabla, y poco a poco fuimos creciendo. Yo fui creyendo a la par, y nos íbamos haciendo a la máxima categoría: de recién ascendidos, a conseguir ser campeonas de liga”.

Ese campeonato de liga fue, sin duda, especial para Inma Sojo, pero no es comparable con la primera lograda en el Deportivo Córdoba. La de Jimbee Roldán la recuerda como “muy, muy especial, porque es un equipo que crecí con ellas, desde un ascenso a Primera División, a conseguir un título”. Así, siente que “quizás ese título lo trabaje mucho más que en Córdoba, ya que aquí, por el grupo que teníamos, me lo dieron prácticamente hecho, pero allí me tocó currar más, y por ello es muy, muy especial”.

Sin embargo, la cercanía a su casa le hizo decantarse por un nuevo rumbo después de seis años. Era turno de ir a Gualdacacín, en una nueva experiencia enriquecedora que, en esta ocasión, le llevó a luchar por evitar el descenso, aunque finalmente no pudo lograrse. “La gente me decía que no entendía como venía de ganar un título, e iba allí”, recuerda, aunque también puntualiza que “me cuesta mucho tomar decisiones pero, cuando las tomo, es porque lo tengo bastante claro, y a mí no me importó tomar ese reto. Quería tomar otro rumbo”. Así, sabía que “si salía bien, podría ser como en Jimbee Roldán, pero salió mal y el equipo no pudo mantenerse”. Sin embargo, se queda con “esa experiencia que supuso asumir otros roles”, ya que “cada partido ibas intentando objetivos diferentes, y como jugadora, todo suma. Para mí, ese descenso es como otro título, pero de otra manera”.

Vuelta a casa con el objetivo de volver a Primera División

Así, tras el descenso con el Guadalcacín, Inma Sojo tomó la decisión de volver al club de su vida, al Deportivo Córdoba, en Segunda División. Tenía ofertas de la máxima categoría nacional, por lo que la decisión no fue fácil, pero era consciente de lo que suponía para el club. “Sé que hago mucho porque el equipo tiene unos objetivos que, para conseguirlos necesita no una jugadora como yo, sino muchas más jugadoras con experiencia”. Por ello, tras la apuesta del club cajista por ella, puso de nuevo rumbo a casa a “seguir disfrutando del fútbol sala”.

Así, fue recompensada también con la capitanía, sucediendo a otra gran líder del vestuario, Marixu. “Es una responsabilidad grande. El club tomó esa decisión de dármelo a mí, y para mí es muy bonito”, subraya. Y es que “no es solo ponerte el brazalete, es lo que representa esa experiencia y la jugadora que soy. Intento, tanto en la pista como en el vestuario, ser esa figura”. Una referente como un día lo fue para ella su prima, María Uceda, con la que compartió de nuevo vestuario la pasada campaña.

Pese a ello, el objetivo de volver a Primera División está costando más de lo previsto. Hace dos años, el Deportivo Córdoba estuvo a punto de lograrlo, pero no fue posible. “Sabemos que no es un objetivo a corto, sino a largo plazo”, reincide Sojo. Y es que es consciente de que “el club trabaja todos los veranos para empezar en agosto con una plantilla por y para eso”, pero “el fútbol sala es complicado”, ya que “hay mil circunstancias” que afectan al devenir de un equipo. Sin embargo, la fe sigue intacta, ya que “desde mi llegada a Córdoba, el objetivo es el ascenso. No sabemos cuándo va a llegar, pero estamos en el camino, con años mejores y peores, el camino es ese”.

Esta temporada no está resultado sencilla, con un inicio dubitativo que las ha llevado a ocupar puestos de descenso en Segunda División. “El deporte es como es”, recuerda, afirmando que “puedes tener los objetivos muy altos pero, hasta que no llega la hora de la verdad y el árbitro pita, no sabemos qué va a pasar”. Por ello, cree que “no hemos tenido un buen comienzo y parece que los partidos se nos están atragantando”, pero están “trabajando para ello, y esperemos salir pronto de esa mala dinámica”. “Estamos al principio, llevamos cinco partidos, y ahora nos vienen los partidos contra los de abajo, que son los que tenemos que sacar sí o sí. Cuando enganchemos esos tres partidos que nos vienen, creo que estaremos ahí”, matiza.

Un futuro ligado al fútbol sala, como jugadora y entrenadora

Así, el futuro de Inma Sojo seguirá ligado, por muchos años más, a su pasión, el fútbol sala. El objetivo es llevar al Deportivo Córdoba a Primera División “con las zapatillas puestas”, y su ilusión sería reunir, en un último baile, a parte del grupo que logró esa época de oro del club cordobés. “Llamadas y WhatsApps con Sarita hay todos los días”, reconoce, aunque es consciente de que “ahora mismo ella tiene las cosas muy claras”. Sin embargo, “siempre se intenta. ¿Por qué no volver a casa? Siempre, las cordobesas que están fuera se siguen en el día a día. ¿Por qué no, algún día, tanto ella como Cristina García volviesen?”, se pregunta. Es una de las espinitas que tiene, y reconoce que “sería fantástico” y que estaría “la mar de contenta” si se diese.

Otra espinita que tiene es no haber sido nunca convocada con la Selección Española. “Es por la que, a lo mejor, más me ha dolido bajar a Segunda División. Es el único objetivo que me ha faltado”, reconoce. Recuerda que estuvo “en una concentración de las mejores jugadoras de Primera División, contra la Selección”, y, al menos, se lleva ese gusto de “estar ahí entre las mejores”. Pese a ello, está “tranquila porque he estado muy contenta todos los años que he estado en Primera, y siempre lo he dado todo. Para mí es un logro el estar todos esos años ahí, y que año tras año se interesen equipos de Primera en mí”.

Ahora, sus objetivos, más allá de defender la elástica del Deportivo Córdoba, se centran en entrenar al equipo cadete del club cajista, y en seguir formándose laboralmente. Con respecto a las cadetes, lo ve como “una responsabilidad grande”, ya que “nunca había entrenado algo tan formal”. Sin embargo, lo afronta “como una más. Yo no soy una entrenadora normal, yo soy jugadora, y las vot a tratar como lo que he sido como jugadora. Es lo que intento transmitirles a ellas”. Y es que el entrenar es algo que le gusta mucho. “En un futuro, cuando deje de jugar, quiero estar ligada al fútbol sala. Entonces, ¿por qué no entrenar algún equipo?”, apunta.

Así pues, el objetivo más cercano que se propone es “salir de esta mala racha”, mientras que a largo plazo espera “que se cumpla el objetivo de estar en la máxima categoría”. Personalmente, se sigue viendo en Córdoba, y le gustaría seguir formándose laboralmente ya que acaba de terminar de formarse como higienista bucodental, y busca alguna clínica para seguir con su progreso. Sin embargo, reconoce que quiere “estar siempre ligada al fútbol sala”. Un fútbol sala que le debe mucho a una Inma Sojo que, ya, es una leyenda del deporte cordobés. Una referente. Un ídolo. Y una inspiración para muchas chicas que, como Inma vio a sus compañeras un día, la ven ahora a ella.

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