Frío en las gradas en una tarde de tímida reivindicación
Villa respiró tranquilo tras un encuentro en que El Arcángel no vivió el ambiente de sus mejores citas, quizá por la racha del equipo o probablemente por su juego ante el Tenerife
Quizá en ocasiones sucede que uno espera de una cita más de lo que debiera. Quizá aspira a lo que no puede, simplemente porque desconoce la totalidad de la situación. Lo cierto es que quien pensara que El Arcángel sería algo así como una caldera en punto de ebullición se quedó con las ganas. Probablemente la racha con que llegaba el Córdoba al último partido del año en su estadio ayudara. También pudo ser razón de peso el ambiente enrarecido que se vive en torno al conjunto blanquiverde en las últimas semanas. Villa se la jugaba ante su afición. El equipo que dirige no lo hacía menos. Perder suponía mirar a la zona de descenso desde una pequeña distancia de dos puntos y para el técnico su posible destitución. Aunque el presidente afirmara en la presentación del nuevo director deportivo de la entidad califal hace unos días que su puesto no había corrido peligro en ningún momento. Fuera lo que fuere el motivo, el latido del templo ribereño esta vez se escuchó menos que otras.
Un cuarto de hora antes de que comenzara el encuentro con el Tenerife, se intuía que eso podía suceder, pues las gradas presentaban un aspecto lejano al deseado. Mejoró algo esa circunstancia con el paso de los minutos, si bien al final no se alcanzaron ni siquiera los 10.000 espectadores. Con el duelo ya en juego, el ambiente se mantuvo igual que antes de que arrancara. Existía una sensación de frío que en nada tenía que ver con la tarde que regaló este 15 de diciembre. No eran necesarios abrigos ni bufandas, no al menos hasta el tramo final del choque. Sin embargo, desde la grada no llegaba el calor que algunos pudieran esperar. El partido, cierto es, no invitaba a un dispendio de esfuerzos por parte de una afición que bostezaba por momentos y que no se borraba de la cabeza la tormenta que atraviesa en la actualidad un Córdoba que ofreció una vez más una imagen muy diferente a la del anterior partido. La continuidad del entrenador estaba también en mente.
Con la amenaza cernida sobre Villa, un sector de la afición decidió darle un respaldo que finalmente resultó ser tímido. “Illa, illa, illa, Villa maravilla”, se escuchaba en Fondo Norte al paso del partido por el minuto diez, el mismo número que vistió como jugador del Córdoba su actual técnico. La incertidumbre quizá podía ser mayor a partir de ese momento. Todo se jugaba a una carta, a la de la victoria. Un triunfo que parecía difícil según el juego que se veía sobre el verde. El cuadro blanquiverde apareció impreciso, atenazado probablemente. Zaragoza quedó atrás y en el horizonte se presentaba un duelo escaso de brillantez. Fue lo que faltó a lo largo de todo el encuentro, con algún susto incluido y salvado por Saizar. La tarde era cada vez más fría, en el termómetro y en las gradas. Sólo el gol de Abel Gómez, con reivindicación incluida, despertó un poco a una afición que ya no sabe qué se va a encontrar ni en el terreno de juego ni en los despachos.
Por fortuna, el Tenerife no aguó una fiesta con sonrisas un tanto forzadas en el adiós a El Arcángel hasta 2014. Los turrones y los mantecados están a la vuelta de la esquina. Ojalá el dulce y un triunfo en Valdebebas la próxima semana apaguen el sabor amargo que parece paladear un día tras otro una afición y un equipo que quieren retomar el rumbo hacia el destino marcado a principio de temporada. Quien supera el amargor es Villa, que tendrá la oportunidad de respirar tranquilo al menos la semana que se avecina. El técnico ofreció una de las imágenes del partido a su conclusión. Su salto al campo y el abrazo a sus jugadores valió más que cualquier montón de palabras. Fue el punto final a una tarde rara, fría, entre la incertidumbre y la reivindicación.
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