Guillermo del Pino, la última perla califa
El talento brota de muy cuando en cuando. Es insospechado. La mayor parte de las veces, imprevisible. No sólo en el quién, sino también en el cuándo. Hay previsiones que se cumplen, otras que nunca llegan. Y muchas de ellas se dan por sorpresa. Pero lo que es indudable es que en todas hay una gran cantidad de horas (e incluso años) de trabajo. De este modo, el último diamante en bruto que ha emanado de la cantera cordobesa es Guillermo del Pino Luque. Un jugador que, a sus 13 años recién cumplidos, se ha familiarizado a vivir en el éxito. Con toda naturalidad. Por pura diversión y pasión por el baloncesto. Ahí es cuando el talento surge solo. Y este cordobés atesora mucho.
De hecho, el canterano del Cordobasket acumula un par de temporadas de puro desenfreno competitivo. Y si no que se lo pregunten a sus padres. Partidos de la competición local y del Campeonato de Andalucía con su club, convocatorias y torneos con la selección cordobesa y con la andaluza, a lo cual se suman ya varias convocatorias con las categorías base de la Federación Española de Baloncesto, que a estas edades trabaja casi en exclusiva en sesiones de entrenamiento. Las competiciones ya le llegarán. “Es muy sacrificado y llevamos unos años que no paramos”, señala Óscar del Pino, padre de Guillermo. Eso sí, el progenitor no pierde en ningún momento la sonrisa al contemplar orgulloso a su hijo. Como sucede en estos casos, los padres (la madre es exjugadora de voleibol del Adecor, por lo que lleva el deporte en las venas) son un pilar indispensable para que todo marche por el buen camino. “Son muchos partidos, entrenamientos, muchos viajes, pero disfrutamos mucho viéndole jugar”, destaca Óscar.
El talento precoz del joven base ha hecho que alcance un hito histórico, pues en las últimas temporadas ha conseguido hacerse con la medalla de oro en minibasket (2018) e infantil (2019) con la selección andaluza en el Campeonato de España. Fruto de un trabajo de cantera excelente. De hecho, en ambos conjuntos compartió vestuario con otros jugadores cordobeses, aunque él ha sido el único que ha repetido en los dos campeonatos. Talento y regularidad. En evolución constante. Asimismo, cabe resaltar que, en este último caso, es decir, el torneo infantil, Del Pino es uno de los dos únicos jugadores de la expedición autonómica nacidos en el 2007, mientras que el resto son un año mayores. Una nueva muestra de que su talento está fijado en el radar del baloncesto andaluz.
Pero lo cierto es que Guillermo del Pino asume sus pasos con total espontaneidad. Es la recompensa de una disciplina en la que disfruta. Sin más. Esa es la clave. Juega sin despeinarse, en sentido metafórico, claro, pues en sentido físico sí que lo hace, para disgusto de su padre. Bromas aparte, su desempeño ya es historia del baloncesto cordobés de cantera. Y lo que puede estar por llegar. Real Madrid, Unicaja o Betis ya han puesto sus ojos en el jugador, que de momento solo piensa en disfrutar.
“Empecé a los tres años. Un día vine aquí (Colegio Al-Andalus) y quise probar y desde entonces no he practicado otro deporte”, señala él mismo. Ahora, por las mismas canchas que le vieron dar sus primeros botes, pasea con dos medallas de oro colgadas del cuello. Y todo sin perder de vista los estudios, pues este curso ha afrontado el salto a la Educación Secundaria Obligatoria. “En los estudios todo muy bien, sin problema”, destaca, para puntualizar a continuación que “me gustaría estudiar algo relacionado con el deporte, aunque aún no lo tengo muy claro”. Ya habrá tiempo. Así, entre canastas se forja la nueva promesa del baloncesto califal, que ahora continúa su progresión en las pistas del Almedina bajo la batuta del técnico José Santaella. De hecho, en el apartado de clubes marcha con paso firme con el Infantil A del club colegial, que acumula un balance inmaculado de once triunfos y ninguna derrota. Una vez más, trabajo de cantera.
Y uno de los que mejor lo conoce es precisamente Ángel Lopera, presidente del Cordobasket, con el cual se adentró Guillermo en sus inicios en el mundo de la pelota naranja. Lopera lo recuerda como “un niño de tres años con una vitalidad increíble, larguirucho y con una coordinación fuera de lo normal”, y sobre cuya evolución resalta que “fundamentalmente es muy buen niño, con unos padres que han cuidado su educación por encima de todo, que siempre tiene los pies en el suelo, aunque su cabeza esté en las nubes y su baloncesto en otra galaxia. Nunca se ha creído superior a nadie siendo, desde siempre, muy destacado respecto al resto. Es un fenómeno”. Síganle la pista.
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