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Velada de violín bajo la Puerta del Puente (se ruega vestir limpio)

Manuel J. Albert

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Luneados organiza un concierto sorpresa a Klara Gomboc, la violinista callejera del Guadalquivir

El turista llega a Córdoba por la orilla sur del Guadalquivir. Bordea la torre de la Calahorra, camina rumbo norte atravesando el Puente Romano y contempla todo el complejo de la Mezquita, el Triunfo de San Rafael y el Arco de Felipe II. Se acerca por el monumento restaurado y peatonal, escuchando el sonido del agua. Y de repente, las notas del río se convierten en la música de un violín. Bajo el Arco del Puente, a la derecha, una mujer toca un repertorio clásico. Se llama Klara Gomboc, está allí casi todos los días y prácticamente se ha convertido en un elemento más de la postal turística de Córdoba. Ayer por la tarde dio un concierto muy especial. Ella no lo sabía, pero tenía una cita con Luneados.

Luneados es un colectivo de amigos que nació en 2008 organizando conciertos privados en azoteas de casas particulares. En estos años han actuado artistas como el sevillano Señor Chinarro o los estadounidenses de Howe Guelb y John Parish. Su última acción fue hace un año, con el poeta Pablo García Casado como protagonista. Y anoche, lo fue Klara Gomboc, la violinista eslovena de 26 años que lleva dos tocando bajo el Arco del Puente.

Como la mayoría de las tardes, Klara, que estudió en el conservatorio de su Liubliana natal, llegó con su atril y su violín. Dispuso los discos que ha grabado ella misma y comenzó a tocar. Una chica morena aparece entonces con una silla plegable. La abre y la pone delante de la intérprete. Antes de sentarse, se acerca a ella y le entrega una entrada de color azul. Una media luna blanca la encabeza. Y debajo puede leerse: “Velada de violín. Klara Gomboc. Jueves 23 de mayo a las 8 de la tarde en la Puerta del Puente. Se ruega vestir limpio. También llevaremos vino y fresas. 5,00 euros”. Klara abre mucho los ojos, se sonroja ligeramente y dice con una impasible media sonrisa: “Pues ya son las ocho”. Comienza el concierto.

Al ritmo de la música, otros muchos se acercan con sillas plegables. Todos tienen su entrada y se sientan a escuchar el recital. Los turistas se unen al concierto. Klara dirá después que estaba alucinada. “Creía que era uno de esos flashmobs que a veces se hacen”. El concierto fue largo e intenso. “Tal vez se ha notado que estaba un poco nerviosa”, se disculpa mientras sostiene una de las copas de champán que ha traído Luneados.

Klara Gomboc vino a España tras pasar una temporada en Dinamarca. Allí abandonó una beca de estudios musicales, defraudada por el nivel. Algo harta de los conservatorios, decidió viajar a Córdoba -“mi primera idea era ir a Sevilla, pero no me arrepiento”- y aprender castellano -“algo que siempre quise”-.

Klara sigue formándose. Pero lo hace con cada concierto debajo del Arco. “La primera vez que pasé por aquí estaba todo en obras, había incluso un puente que pasaba por debajo. Pero cuando lo vi arreglado me dije: este es mi sitio, lo he encontrado. ¡Es como si lo hubiesen arreglado para mí!”, ríe.

Klara apura su copa de champán. Firma algunos discos de los que está vendiendo, vuelve a ponerse el violín al cuello y toca. Su concierto no ha acabado.

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