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El origen de la riqueza de la 'Corduba' romana y su escaso estudio arqueológico

Restos de la vía Corduba-Emerita Augusta.

Alfonso Alba

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Hace dos milenios, una gran autovía atravesaba el norte de la provincia de Córdoba. Donde hoy no hay ni un kilómetro de una carretera de gran capacidad (ni tampoco previsiones para su construcción), hace 2.000 años pasaba una de las grandes vías de comunicación de la Península Ibérica, la Corduba-Emerita. Junto a esa antigua carretera estaba una de las zonas que generaban más riqueza de toda la Península Ibérica antes incluso de la dominación romana y también de las que menos atención ha prestado la arqueología.

Este martes, el Museo Arqueológico Nacional ha acogido en Madrid la conferencia del profesor de la Universidad de Córdoba Antonio Monterroso sobre La gran vía Corduba-Emerita, el territorio y la explotación del corazón aurífero del conventus Cordubensis. El profesor, presentado por Ángeles Castellano, detalló cómo la arqueología, hasta ahora, le ha prestado poca atención a Sierra Morena, origen de la verdadera riqueza de la Corduba romana. “Las comarcas cordobesas del Alto Guadiato y de Los Pedroches eran el gran pulmón metalúrgico de la tierra de Corduba en la Antigüedad. Estamos en una de las zonas privilegiadas de extracción de cobre, plomo y plata de la Península Ibérica, que no ha gozado nunca de proyectos de investigación generales, hasta los últimos ocho años”, explicó durante su ponencia.

Tanto la Corduba republicana como la posterior imperial, que llegó a ser Colonia Patricia, gozaron de un tremendo esplendor. Monterroso asegura que “se conocían las familias, la edilicia, los negocios o las posesiones”, pero “no las fuentes de tal riqueza”. Un ejemplo: el Foro Romano de Córdoba, justo en el centro de la ciudad y junto al actual Ayuntamiento, se construyó con unas enormes piezas de mármol, muy caras para la época y presumiblemente procedentes de la península itálica. Costó millones de denarios, que tenían que salir de algún sitio.

Las familias patricias de la Corduba romana funcionaban como una suerte de empresas que tenían los derechos de extracción minera de toda Sierra Morena concedidos por Roma, seguramente a través de las grandes empresas concesionarias, cuyo capital debió estar en gran parte en sus manos. A cambio, como ocurre hoy día, tenían que pagar un canon.

El norte de la actual provincia de Córdoba, e incluso el sur de Badajoz o Ciudad Real, “es el ámbito que mejor explica y permite conocer, en su justa medida, la extraordinaria potencia financiera de la capital de la Bética”, Corduba. Las minas de cobre, plomo y plata aportaron más riqueza incluso que el aceite de oliva que se exportaba a Roma a través del río Betis (actual Guadalquivir). Tanto aceite se exportó que los restos de las ánforas acabaron en un vertedero que es hoy un monte en Roma, el Testaccio, pero esa es otra historia.

Corduba depende tanto de Sierra Morena para su esplendor que cuando estas decaen la ciudad lo nota. “En el siglo II casi no se construye nada nuevo en Corduba”, explica Monterroso. Roma conquistó entonces la Dacia y allí es más barato extraer el mineral. Poco a poco decae el poder de la zona, que sigue viva varios siglos más, pero sin ese esplendor económico que prácticamente convertía a Corduba en la capital de facto de Hispania. Aunque esa es otra (polémica) historia).

La conferencia en el Museo Arqueológico Nacional presentó este martes en Madrid las investigaciones de distintos proyectos de investigación de la Universidad de Córdoba. “Obviamente un territorio tan vasto ha necesitado de un esfuerzo en teledetección y fotogrametría aplicada a la prospección arqueológica”, ha detallado Monterroso, que ha liderado varias de las prospecciones en la zona. Actualmente dirige la de Mellaria, un interesante yacimiento bajo el cerro de Masatrigo origen de la actual Fuente Obejuna, la que inspiró a Lope de Vega. Y esa sí que es otra historia.

Mellaria o Solia son dos grandes ciudades romanas en el norte de la actual provincia de Córdoba a las que no se les ha prestado atención. Son ciudades que prosperan gracias a unas minas que en algunos casos siguen siendo visibles hoy en día. Desde Mellaria, por ejemplo, se puede llegar andando a unas curiosas minas que suministraron gran parte del metal que necesitaba el Imperio Romano para funcionar.

Monterroso explica que el objetivo pasa por rescatar, “poco a poco con todo ello, el verdadero pulmón productivo de la tierra de Córdoba en la antigüedad. Y esa, es también la obligada función social de todo proyecto de investigación, explicar lo que fue para comprender ciertas situaciones de parálisis y aislamiento actuales”, explica Monterroso.

Hoy, las comarcas del Valle del Guadiato y de Los Pedroches son las que sufren un mayor aislamiento, cuando incluso en el siglo XIX fueron de las primeras en tener un servicio de ferrocarril. Como durante la dominación romana, las minas necesitaban vías rápidas para exportar el material a la metrópolis. Y como en el siglo II, el cierre de las minas en el siglo XXI han provocado gran parte del olvido y abandono en el que viven estas zonas que ahora buscan resurgir también gracias a su inesperado patrimonio arqueológico.

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