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Así eran los edificios comerciales de los arrabales de la Córdoba islámica hallados bajo la Ronda Oeste

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Alfonso Alba

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El lugar por el que hoy circulan miles de coches al día, la Ronda Oeste de Córdoba, era un hervidero comercial en el siglo XI. Curiosamente, a pocos metros del gran centro comercial del Hipercor, en la Madinat Qurtuba que era capital de Al Andalus, se levantaban tres edificios comerciales a los que los cordobeses de entonces acudían a comprar. Ahora, y gracias a la arqueología virtual desarrollada por Cristina Camacho Cruz y Rafael Valera Pérez es posible imaginarse de una manera casi exacta cómo eran esos zocos comerciales encajados en los intensos arrabales occidentales de Córdoba, arrasados por la expansión de la ciudad a finales de los noventa y especialmente a principios del siglo XXI.

Esta reconstrucción está basada en el minucioso trabajo que se desarrolló durante los trabajos previos a la construcción de la Ronda Oeste. En los primeros años del siglo XXI, la Junta promovió la construcción de esta ronda. El gobierno andaluz decidió conservar una almunia y construir un túnel para salvarla, pero sí que se decidió arrasar con casi todos los restos hallados en el resto de los tramos, entre ellos arrabales islámicos enteros. En tres manzanas de estos arrabales, perfectamente definidas, se encontraron otros tantos grandes edificios, posiblemente comerciales. La arqueología virtual ha logrado emergerlos, según un trabajo que acaba de ser publicado en la revista Antiqvitas de Priego de Córdoba.

Estos arrabales, y estos tres edificios públicos, evidencia la enorme importancia de Qurtuba en el siglo XI. De hecho, ha tenido que pasar un milenio para que la ciudad actual alcanzase un casco urbano de tamaño similar al que tuvo cuando era capital de Al Andalus. Los arrabales han aguardado enterrados bajo extensiones agrícolas durante 1.000 años hasta que la ciudad ha vuelto a ensancharse por el oeste.

Los edificios comerciales se adaptaron a las parcelas de la zona y tenían amplias salidas a vías principales. Los tres, además, se configuraban con un enorme patio. Alrededor se levantaban las tiendas y muestrarios en los que se unían comerciantes y cordobeses. En el centro, un pozo abastecía al recinto de agua potable. Alrededor había varias habitaciones que hacían las funciones de almacenes o estancias. Una de ellas, elevada, sería la del administrador de este zoco.

Estas estancias estarían cubiertas por un tejado a dos aguas. Y el patio rodeado por losas de arenisca por las que deambular alrededor en los días de lluvia en que se embarraba el patio. Es probable, señalan los arqueólogos responsables de la investigación, que tuviesen una especie de soportal vegetal, probablemente de cañizo, pero no han llegado evidencias.

“Aunque no nos han quedado restos materiales que indiquen qué tipo de producto se vendía en cada estancia, las fuentes escritas nos informan que solía tratarse de espacios especializados en la venta de un tipo de producto concreto. Los datos arqueológicos no han permitido confirmar esta hipótesis o si, por el contrario, se trataría de un espacio comercial que ofertaba diferentes productos a los habitantes de estos arrabales”, señalan en la investigación.

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