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Descubren una cueva en la Sierra llena de secretos y que fue usada en la época de la Córdoba califal

Uno de los espeleólogos, entrando en la cueva.

Alfonso Alba

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Ha sido bautizada como la Cueva de Al-Kanz. El 18 de enero de 2019, el espeleólogo Abén Aljama Martínez, durante un paseo por las calizas de la Sierra de la Estrella y la Sierra del Castillo, en el término municipal de Espiel, dio con una cavidad extraña en el terreno. Al día siguiente, acompañado por otros compañeros de espeleología, Juan Antonio Moriana Elvira y José Raúl Cano, regresó al lugar. “Tras adentrarse en la pequeña boca de entrada y realizar el descenso por el resalte vertical, observaron en el nivel inferior de la cueva numerosos elementos cerámicos, cuya cronología califal confirma ese mismo día la arqueóloga Gloria María Lara Mengual, constatando de esta forma el hallazgo”, según relatan ellos mismos en un artículo que acaba de ser divulgado en la revista Antiquitas, de Priego de Córdoba. Ese mismo día pusieron su descubrimiento en conocimiento de la Consejería de Cultura.

El hallazgo es muy interesante y, además, está repleto de interrogantes. ¿Qué hacía allí esa cerámica califal? ¿Habitó alguien esa estrecha cueva, con un acceso tan estrecho y complicado? ¿O se trata de un refugio? ¿O más bien un lugar sagrado?

Los espeleólogos y la arqueóloga entraron por una boca de apenas medio metro. En la oscuridad, descubrieron que la cueva se iba haciendo más ancha. Tras un descenso no muy largo, la cueva llega a tener techos de hasta ocho metros de altura y paredes que dejan una anchura de hasta tres metros. Un espacio perfecto, aunque reducido. En el interior de la cavidad, los espeléologos y los arqueólogos dieron con un total de unas 23 piezas cerámicas. Las piezas son, a su vez, muy curiosas. Parecen formar parte de una especie de ajuar, ya que ninguna de ellas tiene restos de comida o de haber sido puestas al fuego para cocinar. ¿Qué hacían allí, por tanto?

Dentro también se encontraron restos óseos de animales, de posibles cabras y hasta un pequeño becerro. Los restos son de una época similar, por lo que es probable que fuesen depositados en la zona de alguna manera concreta. También se han localizado lo que parecen ser pinturas rupestres, con una figura humana que se puede apreciar y otros restos que se han perdido.

Pero, ¿qué es lo que había dentro de la cueva?

En el informe ha participado un enorme equipo disciplinar que ha llegado a tres conclusiones diferentes. El equipo ha estado formado por Gloria María Lara Mengual (arqueóloga directora); Carmen González Gutiérrez (arqueóloga técnica); Emilio José Navarro Martínez (arqueólogo técnico); Rafael Bermúdez Cano (estudiante del Grado de Arqueología); Abén Aljama Martínez (espeleólogo); Juan Antonio Moriana Elvira (espeleólogo) y Francisco Giraldo Palma (espeleólogo).

La primera conclusión es que la cueva no ha sido un lugar ocupado de manera habitual. Nadie vivía dentro de manera continua, ni por el tamaño de la cueva ni por su espacio. A la dificultad del acceso se unía que no podía ser habitada por más de dos o tres personas como máximo. Además, “no se observan restos de hollín en las paredes y techos, ni vestigios de hogar en ninguno de los cuatro sectores de la cavidad”. Tampoco han aparecido restos de candiles o fuego para su iluminación. Eso es lo que lleva a pensar en la cueva como un refugio, un lugar donde esconder cosas o hasta un espacio sagrado.

La primera hipótesis está relacionada con la inestable situación política y social del momento. Así, los arqueólogos citan por ejemplo el saqueo que sufrió Córdoba en el año 1010, cuando la ciudad fue invadida por un ejército catalán de más de 9.000 soldados en los alrededores del castillo del Vacar, a menos de 15 kilómetros de distancia de la Cueva de Al-Kanz. También se refieren a la guerra civil, la fitna, que vivió el califato, durante 20 años. “Es posible que durante esta violenta etapa, algún habitante de la zona decidiese usar la cueva que nos ocupa como refugio para él mismo y/o sus allegados más próximos”.

Los arqueólogos también plantean otra hipótesis relacionada con “la tradición popular cordobesa”: la famosa leyenda de los Siete Infantes de Lara, que narra la batalla acaecida en inmediaciones del castillo del Vacar, concretamente en un paraje conocido como Campo de Arabiana, donde el ejército cristiano comandado por los infantes se enfrentó al islámico encabezado por Almanzor. “Con este panorama es factible que alguno de los habitantes del lugar intentase buscar un cobijo seguro donde protegerse de estas amenazas, y la Cueva de Al-Kanz, dada su difícil localización y acceso, sería un lugar idóneo para ello. A la caverna se trasladarían diferentes piezas cerámicas en las que hacer acopio de alimento y líquido para poder resistir hasta que retornara la estabilidad”, señalan.

La segunda hipótesis “está relacionada con la labor de pastoreo que en la comarca del Valle del Guadiato se viene desarrollando desde tiempos inmemoriales, fundamentalmente con ganado caprino y ovino”. Así, plantean que un pastor pudiera haber usado la cueva para guardar su cerámica, sus bienes, o su manera de ganarse la vida. Eso sí, está claro que dentro no cabía su ganado, ni había manera de que entrase.

La última hipótesis “tiene un carácter muy sugestivo y hace referencia al uso religioso de cavidades naturales llevado a cabo durante el periodo que nos ocupa en diferentes partes de Al-Andalus y el Magreb”, señalan. Así, plantean que las cuevas siempre fueron consideradas lugares sagrados o destinados a “la meditación, la oración o la mortificación corporal, entre otras prácticas”. “Además, las cuevas eran consideradas de una forma no muy ortodoxa, como una manifestación de la divinidad desde tiempos preislámicos y destacando la presencia de agua en la mayor parte de ellas”. De hecho, dentro “se encontraron recipientes colocados junto a la blanca columna ubicada en el sector 4 y que todavía hoy mantiene actividad hídrica”, concluyen.

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