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Loriga y Arriaga: el amigo mexicano

Loriga y Arriaga en Orive | ALEX GALLEGOS

Juan Velasco

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Antes de explicar cómo se conocieron y se fraguó su amistad, el guionista y novelista mexicano Guillermo Arriaga y el también guionista y novelista español Ray Loriga, explicaron muchas otras cosas que les unen y también algunas otras que les separan. Lo hicieron sentados a una mesa frente a las grabadoras, primero, y frente al público de Cosmopoética poco después, en la que era una de las actividades más distinguidas de esta edición, la primera con un país invitado: México.

Y poca gente representa mejor la narrativa mexicana actual que Arriaga (1958). Novelista, guionista, cineasta y diagnosticador de los miedos y traumas de Occidente, que tan bien ha radiografiado como guionista de la trilogía de la muerte (Amores Perros, 21 Gramos, Babel) o en sus novelas. La última de ellas, la reciente El Salvaje (2016). Frente a él estaba el también novelista, guionista y cineasta Ray Loriga (1967), acreedor del último premio Alfaguara por Rendición, y una de las plumas más internacionales de la literatura española de las últimas tres décadas.

Tres décadas en las que han escrito indistintamente para cualquier medio de expresión y en las que, según ellos mismos reconocen, todo lo que han hecho ha estado impregnado de poesía. “La narración no puede existir sin poesía”, decía Loriga este miércoles en Cosmopoética. “Aunque es verdad que el poeta es más preciso que nosotros, ni tú ni yo estamos reñidos con la poesía”, respondía Arriaga. Y es que, para ambos, los resortes que activan la narración son los mismos, aunque cada uno los llama de una manera.

Por ejemplo, para Arriaga, el motor de cualquier escritor ha de ser la obsesión, una fuerza que escape a su absoluto control. “Todo lo demás es superficial, porque la primera regla del arte es que no hay reglas”, especifica el mexicano. Para Loriga, por su parte, el primer empujón es siempre una voz, “un aliento narrativo” propio, que permita un discurrir. “Luego puedes disparar al aire o acertar al búfalo, pero todo eso serán sucesos”, remarca el madrileño.

También coinciden en despojar a la obra de mensaje. Ambos. Sin fisuras. Para Arriaga, “politizar una novela o darle un mensaje, es cargarla con algo que no se debe” y que la condiciona. Por ello, cuando escribe renuncia a todo, incluida su ideología. Loriga, sin embargo, es más explícito: “Estamos demasiado llenos de mensajes”. Lo dice alguien que no tiene redes sociales y que hasta hace unos meses tampoco usaba móvil.

Chistes de guionistas y lecturas recomendadas 

Sobre el papel, Loriga y Arriaga no distinguen su obra por el medio con el que llegue al público. Ambos han llegado muy lejos con proyectos cinematográficos, aunque al mexicano le disgusta que lo consideren “guionista” y prefiere hablar de escritor de cine. No obstante, reconoce que hay quien está en desacuerdo con él. El primero, Loriga, que ironiza con que peores cosas le han llamado aunque reconoce que el guionista es el rol “más mancillado de la historia del cine”. “El guionista que espera que le inviten al estreno es como la prostituta o prostituto que espera que la inviten a desayunar”, cuenta el madrileño. “Era una actriz tan tonta, tan tonta, que se acostaba con el escritor”, le sigue jocoso Arriaga.

Salvo este intrascendente momento de tragicomedia profesional, Arriaga y Loriga transmiten en persona la misma apariencia de intensidad que sus narraciones. Loriga habla bajo pero lleva una bala en cada discurso. Arriaga es más reflexivo en sus respuestas, pero no por ello más concreto. Ambos son narradores excepcionales que suelen narrar situaciones excepcionales.

¿Y qué narración no querrían leer? Como en las películas guionizadas por Arriaga, se fractura el tiempo. Si en la primera pregunta, ambos rechazan la idea de novelar los tiempos de Trump o los sucesos de Cataluña, veinte minutos después, Arriaga recomienda a Trump, a Mariano Rajoy, incluso a Kim Jong Un que lean fervientemente la última novela de su amigo, Rendición.

“Es uno de los documentos antibélicos más fuertes de la literatura contemporánea. El conflicto, cuando llega al grado de guerra, no conduce a ningún camino. Y eso está en la obra de Ray. Quién no querría ser amigo del autor de Rendición”, remarca. Loriga, a su lado, parece absorto. Un poco antes había reconocido que él y Arriaga son amigos a partir de la admiración que les ha provocado sus lecturas mutuas.

Sin embargo, el amigo mexicano, más atrevido, confiesa: “Yo le pedí a mi agente que me presentara a Ray Loriga”.

Las fronteras para Loriga

El paso de Ray Loriga por Cosmopoética este año le ha servido para glosar al país invitado, ese México al que viaja a menudo y del que vuelve siempre “cargado de experiencias fascinantes y peligrosas, pero siempre interesantes”. También ha podido hablar de la frontera, y evitar, en todo momento, los clichés buenistas.

“En la confluencia es donde se produce la magia de los encuentros y las sinergias entre pueblos”, reflexiona el escritor madrileño, para el que la frontera suele separar “pueblos muy cercanos”. “En todas las fronteras ocurre. Las familias están entrelazadas, las relaciones están muy unidas, los niños juegan juntos, hay amores de uno y otro lado, y desamores a ambos lados, hay comercio e intereses compartidos”, va narrando el último premio Alfaguara, que rechaza a quien abra fronteras que sean “un abismo en medio” capaz de destruir toda esta riqueza.

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