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Sara Mesa: “Los libros tienen los tentáculos más largos de lo que se imagina”

Sara Mesa

Juanjo Fernández

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Los lectores y la crítica bendijeron la novela Un amor, Sara Mesa (Anagrama, 2020) como uno de los libros del año de la pandemia. La inquietante historia de la traductora Nat que se instala en el pequeño pueblo ficticio de La Escapa y que no es recibida ni con los brazos abiertos ni con hostilidad manifiesta atrapa, por extraña y fascinante, por su complejidad sicológica y por su aparente sencillez.

Sara Mesa es dueña de una literatura muy especial, que deja regusto en los lectores, plantea preguntas y genera debates. No es fácil hacer una sinopsis de una novela de Mesa sin que se te abran varios caminos y eso es un signo de su manera de escribir que fascina. La escritora nos confiesa que no quiere hablar mucho más de Un amor después de su aceptación y de las múltiples entrevistas y encuentros virtuales; pero sí se presta con amabilidad a comentar algunos aspectos de su obra y de su trayectoria a través del correo electrónico.

Son algunas cuestiones que pueden interesar a sus lectores y lectoras y que, confiamos, pueden hacer también que otros y otras se asomen a su literatura. Sus respuestas pueden darnos también pistas de cómo la autora se enfrenta al hecho literario o de cómo los libros, una vez escritos y publicados, se completan por quien los lee.

Nunca he escrito nada desde la premisa de partida de ir a la contra o de ser incorrecta

PREGUNTA. Sabemos que dices no releer tus libros, pero algo quedará en ti de ellos ¿Qué hay ahora en la escritora Sara Mesa de Un incendio invisible o de Mala letra?

RESPUESTA. Montones de cosas. Mi decisión de no releer lo que escribo tiene que ver precisamente con eso: con mi miedo de encontrarme ahí y no estar con “mi mejor cara”, ese afán hipercorrector que nunca se acaba. Prefiero no leerme para no ver mis defectos como en un momento dado se huye de la imagen de un espejo.

P. Un amor ¿Cómo estará ahora Nat? ¿O tal vez la has abandonado a su suerte? Creemos que Nat somos cualquiera de nosotros, nos puede pasar cualquier cosa…

R. Nat no existe más allá del libro. Esto es importante destacarlo porque es precisamente la esencia de la ficción: está “viva” mientras se la lee, mientras la construimos a través de la lectura. Por eso su historia no puede resumirse ni explicarse como si se tratara de una persona real a la que le pasó algo. Más allá de esto, puede vivir en nuestras cabezas, pero yo ahí ya no me meto. Algunos se identifican con ella, es verdad, pero otros muchos lectores la consideran una loca y una tonta, algo que me llama mucho la atención.

P. Nos acordamos del dramaturgo David Mamet cuando le invitaron a hacer cine y se preguntó ¿Dónde poner la cámara? Nos recuerda a Cara de Pan, también a Un amor. ¿La perspectiva es una decisión en tu literatura?

R. Es una gran decisión, puede que la más relevante. Las historias ya se han contado todas. Queda quizá contarlas desde los lugares desde donde no se han contado antes. La otra noche veía Breve encuentro de David Lean y me daba cuenta, por ejemplo, de lo diferente que hubiera sido la película contada desde el punto de vista del hombre. Diferente y peor, porque lo llamativo es la focalización femenina en una película de 1945. Es solo un ejemplo, pero me parece muy gráfico.

P. Dijimos que no queríamos hablar demasiado de Un amor, pero debemos confesarte que, tras leerla, nos pusimos el viejo DVD de Perros de paja, de Sam Peckinpah. ¿Por qué crees que una cosa nos llevó a la otra? O, bien, el lector hace ya lo que le dé la gana con un libro…

R. Jaja, el lector hace lo que le da la gana, eso ya lo hemos visto, pero las asociaciones no dejan de ser curiosas. Un amor no es tan violenta como Perros de paja, pero sí se parece en la atmósfera de presagio de la tormenta, la sensación de ser observada y no entender… A la novela también se la ha comparado con Dogville de Lars von Trier. Para mí todo esto son elogios, sobra decirlo.

P. Cara de pan es inquietante. Hasta se diría “incorrecto”. Pero es algo que debe ser contado. ¿Te costó mucho escribir eso? O bien tuviste una especie de tentación tipo: “alguien tenía que decirlo…”

R. Nunca he escrito nada desde la premisa de partida de ir a la contra o de ser incorrecta. No conscientemente, quiero decir. En Cara de pan quise contar la amistad de una niña y un adulto y las reacciones que esta relación suscita en su entorno. Se publicó en plena era del #Metoo y en medio del debate sobre las relecturas de la Lolita de Navokov y desde ahí la novela fue interpretada como un posicionamiento al respecto. Esto también escapa a mi voluntad. Los libros tienen los tentáculos más largos de lo que se imagina…

Las historias ya se han contado todas. Queda quizá contarlas desde los lugares desde donde no se han contado antes

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