Coque Malla, pasando de Ikea
Con un no hay billetes desde hace días, el artista presentó su último disco en la sala Hangar
¿Sabéis eso de un guantazo sin manos? Pues eso me lleve. No soy seguidor acérrimo de Coque Malla y muchas veces los prejuicios te dejan llevar por derroteros poco aconsejables. Poco o nada había escuchado del madrileño desde esos tiempos de Los Ronaldos y de esa discoteca llamada Disco 3 Luna, en los que Sabor Salado era uno de mis musicassettes preferidos. Sorpresón gratísimo por Coque, por la bandaza que lleva, por el sonido y por el histrionismo que se esconde debajo del sombrero con el que apareció.
No había entradas desde hacía días y las grupos de whatsapp ardían en busca de una entrada perdida o que no se pudiera aprovechar. Sala completa de diversidad cosmopolita, gente que era fan de su anterior banda y peina canas, nuevos seguidores con estética pseudo-hipster y hasta algún despistado atraído por la canción del anuncio de Ikea. Coque presentaba su nuevo disco “El último hombre en la tierra” y había mucha expectación.
Y a las 22:30 se subió con ese sombrero que lo perseguirá esta gira acompañado por cuatro fieras de las tablas. Guitarra eléctrica minuciosa sin estridencias (Toni Brunet) , bajo con preciosas armonías (Héctor Rojo), batería de las que da gusto mirar y escuchar (Gabriel Marijuán) y teclados haciendo los arreglos pertinentes (David Lads). Con estos mimbres, magnífico canasto.
Dos horas de bolo y 21 temas seleccionados en el set list haciendo hueco para momentos eléctricos con toda la banda entregada, de taburete y acústica. Hueco para una exquisita versión de Heroes de Bowie, para canciones que casi nunca ha tocado en directo, para una suelta de Los Ronaldos, para que se le cayeran unas lágrimas interpretando Me dejó marchar y para un Coque que en escena se eleva por encima de ese espectador infinito al que todo el rato se dirige.
Despliegue magistral, sonido pulcro, metrado sin aspavientos, elegante hasta el punto de mandar callar como solo los gigantes pueden hacerlo. “Escuchar los silencios también es música, escuchémoslos”, dijo con manifiesto enfado hacia esos que nunca callan en las salas de conciertos.
Lo hago por ti, El último hombre en la tierra, Berlín, Todo el mundo arde, Una moneda, At the movies, Lo intenta, etc hasta una más que esperada No puedo vivir sin ti que activó el karaoke dando paso a Santo, santo y un posterior bis.
Coque Malla, pasando de Ikea es como se me ha ocurrido llamar a esta crónica del descubrimiento en escena de un “bicho” nada prefabricado que no se monta con manual de instrucciones con nombres raros. Porque Coque viene como un bloque pulido con la gubia del tiempo, porque se ha ido moldeando a su ser abandonando ese estereotipo de eterno niño malote con sonrisa y cuasi barbilampiño. Gracias Coque por el recital, por la lección aprendida, por el saber hacer. Gracias.
PD1: Mientras escribo esta crónica a golpe de teclado no paro de escuchar Me dejó marchar en modo bucle recordando tus lágrimas al contraluz de un foco par. Ahora lo entiendo todo.
PD2: Dedicado a todos los que van a salas de conciertos a hablar y contar vuestra vida y milagros mientras alguien encima del escenario trata de exponer lo que tanto trabajo le ha costado componer. Sinceramente, como diría Extremoduro en ese discazo del 97 Iros todos a tomar por culo ( siempre desde el mismo respeto que mostráis vosotros).
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