Un comedor social le canta las verdades al obispo
La religión se cuela en el Concurso Oficial de Agrupaciones de Carnaval | Dos grupos tratan en sus pasodobles la polémica inmatriculación de la Mezquita-Catedral por parte de la Iglesia
Nadie sabe si el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, es afín a esta fiesta del pueblo, donde se cantan las verdades y las desvergüenzas de lo ajeno. Si la escucha o si reflexiona sobre aquello que se dibuja entre acordes, punteaos y gargantas desgarradas. Pero sí debe saber que ayer le dieron una lección de Historia, ésa que parece no recordar.
Curioso. Unos sin techo, aquellos a los que el obispo cuida en sus oraciones, le gritaron las verdades. La comparsa ‘El comedor’, de Marcos, Suso y Julito, sacó a la palestra la polémica generada tras la inmatriculación de la Mezquita-Catedral por parte de la Iglesia. Porque, “aunque te han dejado el apellido de tu madre solamente”, el monumento tiene “sus reyes califas”. La historia no se cambia con 30 euros, ni “aunque lo haga en secreto”.
‘El comedor’ se olvidó de monumentos y le dio cualidades humanas a la Mezquita-Catedral. La convirtió en una hija desterrada de los apellidos de su padre, quitándole “mis costumbres, mi vida, mi religión musulmana”. Y como si fuera un malhechor, seguirá yendo a ver a su hija, “aunque lo haga a escondidas, porque mi sangre estará”. Y en su agonía, este padre sólo pide una cosa: “Los cordobeses, ojalá, no olviden ese nombre y la historia”.
En su segundo pasodoble, los de Marcos, Suso y Julito soñaron con otro mundo carnavalero. Cantaron a la rivalidad entre comparsistas, a la envidia mal entendida. Que “mientras que no eres nadie y no amenaces sus puestos”, todo irá rodado. Pero con la victoria, todo reluce. “Pero si tú un día destacas y entras en el candelero, ya verás cómo te atacan porque has quitado algún premio”. Y entonces, ¿qué? Este comedor no quiere seguir en esa lucha, ni quiere ver huidas de comparsistas o ausencias de carnavaleros. “Yo prefiero soñar con que sea el carnaval un bonito lugar donde poder cantar y aplaudir al compañero”. Ahí queda. Declaración de intenciones.
La chirigota ‘Yo tengo el poder’ dijo basta ya a la “absurda guerra” entre el Carnaval y la Semana Santa. Y aunque es difícil describir “lo que siente un costalero y un carnavalero”, estas dos fiestas “luchan por hacer más grande nuestra tierra”. La chirigota ‘Estamos en la onda’ también habló de religión; su religión “chirigotera” sin dioses, santos ni budistas. Pero sí con iglesia: el Gran Teatro. Con un cura que no es tal, sino un director que “enseña el buen camino”. Y con un rosario que no se anuda al cuello, pero sí un “pito chirigotero”.
La chirigota ‘Hablando claro’ también hizo mención a la Mezquita-Catedral. “Mi tierra tenía Mezquita y ahora se la quieren arrebatar. Siempre será Mezquita para los cordobeses”. Y le cantó a la dramática situación a la que muchas familias se están viendo abocadas por la crisis y a la dificultad de hacer frente a una hipoteca. A ella también se refirió ‘Yo tengo el poder’, personificada en todos aquellos licenciados que han tenido que emigrar en busca de un futuro laboral. “Aquí lo que vale es tener padrino y no lo que vales”, para terminar dando a “aquí, donde el pueblo vota a los chorizos”. ‘Estamos en la onda’ verbalizó las realidades de otras familias, aquéllas donde son las personas mayores las que, con su pensión, se ven obligadas a dar a sus hijos lo que el Estado no ofrece.
Miguel Amate y su ‘Piedra escrita’ hablaron de la amistad y el amor. Todo lo que ha traído la fuente de la piedra escrita durante 30 años, “porque es una corriente que lleva el orgullo de ser cordobés”. Comparsistas, con nombres y apellidos, “porque es la verdad le pese a quien le pese”.
Y como si el tiempo no hubiera pasado, Amate se deshizo de nuevo con su ciudad. A pecho descubierto le cantó al amor. A Córdoba y a su río. Como el amor que no puede ser, aunque se quiera. “El amor prohibido”. Como dos amantes que tienen las horas contadas, a ellos los separa el amanecer. Como quien ama en silencio y calla delante de todos, porque es “una historia que nadie ha vivido”. Cuando el sol aparece, el amor se esconde. Tránsfugas de este sentimiento. Y a pesar de esta farsa, ella se mantendrá ahí. Firme y serena. Pero él “seguirá con su camino de dolor a las claritas del alba”. Cantado por derecho. Y por revés.
La chirigota ‘Si se me cruzan los cables te reviento’ atizó a los medios de comunicación “que se mueven por el odio” y criticó la supremacía de la que la religión sigue disfrutando en algunas rotativas.
La comparsa ‘Los anfitriones’ pusieron sobre el escenario a Rosario Valle, fiel carnavalera que falleció hace tres años y que era la “claveles” del Gran Teatro. Con su butaca ocupada por un ramo de flores, los de Antonio Roldán Chico, y con letra del Vacas, pidieron en un pasodoble el nombre de una calle de Córdoba en homenaje a Rosario. Y el Gran Teatro se deshizo en aplausos. Tras esto, y con la imagen de dos abuelitos sentados en un banco, estos anfitriones hablaron de una enfermedad tan extendida en la tercera edad como lo es el Alzheimer.
Su presentación dice eso de “no moverse de ahí”. Y así fue. La chirigota ‘En un país multicolor’ despidió la función con ritmo frenético. Estos samberos, aunque vengan de Brasil, supieron expresar todo lo que el español emigrante se está perdiendo fuera de su ciudad y echó un capote a España. Ni flojos, ni fiesteros ni de verbenas todos los días. “Esos son tópicos”. “Esto no es sólo playa, son agricultores, pescadores, Andalucía y Paco de Lucía”.
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