REPORTAJE
El Calli, paradigma del cante gitano cordobés: “Fue un cantaor que enamoraba a los artistas”
Fue un cantaor para cantaores. Y una figura a la que se le resistió el reconocimiento del gran público en vida, a pesar de que, precisamente este sábado, vaya a llenar el Gran Teatro de Córdoba en un homenaje póstumo y tardío. Se trata de José Antonio Plantón Moreno, más conocido como El Calli, una de las grandes y más desconocidas figuras del arte jondo cordobés, fallecido en el año 2021 y paradigma del cante gitano.
El Calli no sólo era una presencia habitual en los círculos flamencos de la ciudad, sino que era un tipo muy reconocible por la propia vecindad. Nacido en 1953 en barrio del Alcázar Viejo, El Calli formó parte de una familia en la que ya eran conocidos en el mundo del cante su abuela, Tía Basilia, y su tío, el cantaor Fernando Tinico. El flamenco estaba ya en el ADN de su familia y él mismo, junto con sus hermanos -el también cantaor El Güeñi y el palmero El Mori-, se encargó que de que se mantuviera como santo y seña de la estirpe.
Los plantones son, de hecho, una de las principales familias flamencas de Córdoba. Un linaje propio que pervive en la actualidad con otra nueva generación, la que forman el percusionista Lolo Plantón y los cantaores José y Rafa del Calli, estos últimos hijos de El Calli, de quien han heredado no sólo la afición por el cante, sino la necesidad de hacerlo a su manera.
Un instrumento privilegiado
El Calli fue un cantaor especial. Un artista de los que sacaba un disco cada 12 o 15 años. El guitarrista José Antonio Rodríguez, que le produjo y compuso su primer trabajo, Sueño Gitano (1986), recuerda que aquel disco reflejaba la ilusión y la dedicación del cantaor por explorar nuevas fronteras en el flamenco. Rodríguez y el cantaor se habían conocido antes y el guitarrista lo acompañó en varios concursos. “Los ganaba todos”, recuerda en una entrevista con Cordópolis el tocaor, que dio sus primeros pasos en la producción de la mano de El Calli.
Sueño Gitano salió en casete y vinilo en Fonoruz, un sello de Montilla. Rodríguez destaca que El Calli hacía ya entonces gala de “un instrumento privilegiado”. “Tenía un eco especial. Hay cantaores que a lo mejor, como dicen en el flamenco, son más cortos porque cantan menos estilos, pero no era su caso. Y él tenía una voz diferente. A veces recordaba a El Lebrijano, pero le gustaba Fosforito. Otras veces hacía algo similar a Camarón pese a que no tenía nada que ver su timbre de voz. En definitiva, era un muy buen aficionado y había cantes que él hacía mejor que bien”, reflexiona el guitarrista.
También recuerda que a punto estuvieron de volver a colaborar en su último disco, Sonidos con Alma (2012). No pudo ser. “Me acuerdo porque yo vivía en Los Ángeles y, paseando un día que vine a ver a mis padres de vacaciones, me lo encontré y me habló de aquel trabajo. Yo no pude hacérselo porque, bueno, en aquella ocasión estaba blindado por una compañía y no me dejaban hacer más de dos o tres colaboraciones al año”, cuenta José Antonio Rodríguez, que apunta que le sorprendió aquel día que El Calli mostrara la misma ilusión por grabar un nuevo trabajo que cuando hicieron juntos el primero, treinta años antes.
Un gran aficionado
Para aquel último disco, en el que colaboraron Fosforito, Pansequito, El Pele, Montse Cortés, Vicente Amigo, Paco Cerero, José Serrano, Paco Heredia, Juan Reyes “El Pollo”, Antonio Soto y Niño Seve -un all star del flamenco-, El Calli también convenció al musicólogo Faustino Núñez para que le grabara un violonchelo. “Me lo encontré por la calle y me lo pidió. Y yo le dije que soy muy mal violonchelista, pero lo hicimos. Nos metimos en el estudio de Lauren (Serrano) y lo grabamos. Y creo que al final no lo metió en el disco”, recuerda por teléfono entre risas el musicólogo gallego, que cuenta que El Calli fue una de las primeras personas con las que entabló contacto cuando vino a Córdoba a dar clases al conservatorio.
En todos estos años de relación en Córdoba, Núñez no tardó en detectar que El Calli no era un flamenco cualquiera. “Era de estos flamencos que los veías siempre en las cosas del flamenco. Porque hay mucho flamenco que no va nunca a nada. El Calli no. El Calli estaba en todos los actos”, apunta Núñez, que recuerda que la última vez que lo vio cantar fue en una peña y que el cantaor le sorprendió cantando por granainas.
Al término del concierto, El Calli se acercó a Faustino y le dijo: “¿Sabes por qué los gitanos casi no cantan granadina? Porque si por seguiriya cantamos como cantamos, imagínate ya por granainas como cantaríamos”. Faustino se ríe al recordar la anécdota, y remarca que El Calli hacía cantes que no hacen tanto los gitanos, lo que evidencia que era un gran aficionado.
Letras propias y renovación constante
Esto lo corrobora su hijo, Rafa del Calli, último ganador del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Rafa triunfó el año pasado allí donde su padre quedó finalista -y con polémica, ya que en 1992 le retiraron los premios-. Así, cuando su hijo ganó el concurso, le dedicó el premio y dio por saldada la deuda que el concurso de Córdoba tenía con su padre.
Su deuda, la suya personal con su progenitor, aún la mantiene. “A mí y a mi hermano nos lo ha enseñado todo. Desde chico, siempre estuvo pendiente de que estudiásemos mucho, que escuchásemos lo antiguo. Y que luego viésemos cada uno nuestra personalidad, pero siempre fue muy exigente”, afirma el joven cantaor, convertido en una de las voces que más expectación levanta en el mundo del flamenco actual.
Rafa define a su padre como “un friki del flamenco”. Un tipo que se levantaba por la mañana y lo mismo ponía Fosforito que José Valencia o Antonio Reyes, cuando estos estaban empezando. Porque, esa es otra, según su hijo, El Calli “siempre estaba renovándose” y tenía un oído siempre dispuesto para escuchar a los jóvenes. Y todo lo filtraba hacia lo que hacía. “Todo lo que cantaba era suyo. Valoraba mucho que un cantaor cantase sus cosas propias”, explica Rafa del Calli sobre un artista que llenaba cuadernos de letras flamencas.
Letras y canciones que no siempre eran ortodoxas. En Orgullo de estirpe (2000), su segundo LP, que fue disco de oro y que grabó con Manolo Franco, hay una seguiriya con guitarra eléctrica titulada Yo, Jamón, tú hamburguesa. Esta fusión de flamenco y rock era algo con lo que ya había experimentado en su primer trabajo, que incluía Mi niña María, un tema morentiano en el que su cante va acompañado de flauta, batería y bajo eléctrico.
Como dice su hijo, El Calli tuvo “una carrera discográfica mu apañá”. Aunque, al final, pasó a la historia como un cantaor para cantaores. “Es verdad que siempre tenía esa espinita de que Córdoba no le había reconocido como él creía que debía de ser reconocido. Pero, entre los artistas, era otra cosa. A los artistas los enamoraba. Yo me acuerdo de chico que íbamos a Cádiz y Pansequito, Paco Cepero, Gabriel Moreno... todos morían con mi padre y decían que era un cantaor increíble”.
Este sábado, cuando se cumplen casi tres años de su muerte, El Calli ha agotado las localidades del Gran Teatro de Córdoba. Nunca es tarde, si el cante es bueno.
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