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La obra del escultor cordobés López del Espino adorna las calles de Madrid

'Angelo' de López del Espino en Madrid

María Berral

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“Si no transitas por el mundo de la cultura, tener una buena idea es muy difícil”. Francisco Javier López del Espino, imaginero lucentino, tiene muy clara cuál es la clave del éxito para un artista. Pasa las horas metido en un pequeño estudio en Lucena, mientras que sus obras le llevan a recorrer medio mundo, ya que son expuestas y compradas hasta en Dubái.

López del Espino confiesa a Cordópolis que su pasión por la escultura llegó en una cinta VHS que llevó su padre a casa cuando él tenía unos 13 años. En el vídeo “aparecía un escultor tallando una imagen y ahí surgió el click” que hizo que a partir de ahí todo lo quisiera enfocar en el sueño de ser escultor“. Para comenzar, lo haría con la imaginería, ya que ”ser imaginero es lo más fácil que podemos tener en Andalucía por la Semana Santa“.

En 2002 llegó a la capital para estudiar Talla Artística en Madera en el Mateo Inurria y luego comenzó el Ciclo Superior de Escultura, aunque no lo llegó a terminar “porque empecé a recibir encargos”. Así es cómo mejor se conoce el mundo, según indica, ya que “una cosa es que te enseñen ciertas nociones en una escuela y otra, ser escultor y desarrollar carrera a nivel nacional o internacional”. Además, añade, “de los estudiantes de Bellas Artes, sólo el 15% o el 10% se dedica a vivir del arte” -sin ser profesor-, lo que es “una proporción ínfima que denota que algo falla”. Porque aunque haya una parte muy importante en la genética, “el éxito se achaca más a la lucha y a la superación constante”. “Cuando estudiaba, veía que había gente que tenía más dotes artísticas que yo, pero estar al 200%, influyó”, indica.

“El lugar donde vives condiciona, pero con las redes sociales, si estás al 200%, el sol sale por algún lado sí o sí”. Aunque eso no quita que el viajar hasta Madrid hace que sea más fácil crear “negocios con galeristas fuertes”, por ejemplo. Sin embargo, López del Espino tiene claro que su estudio en Lucena le da “un tiempo de tranquilidad, sosiego, un tiempo de maduración de las obras y los proveedores están más cerca”.

Angelo, expuesta en Madrid

Ahora trabaja en unos ocho proyectos, pero una de sus últimas obras está disponible para los viandantes que paseen por las calles de Madrid. La obra Angelo forma parte de una serie compuesta por seis esculturas inspiradas en su último viaje a Nueva York. Esta se podrá disfrutar hasta el 10 de septiembre en el Paseo de la Castellana de Madrid.

“Recuero que cuando iba en el avión pasé por encima de todos los rascacielos de Manhattan e iba como un cateto grabando con el móvil porque me impactó”, cuenta. Esa imagen se quedó grabada en la memoria del teléfono pero también en la del lucentino hasta que volvió al estudio y quiso “simular los rascacielos dentro de una propia escultura que sería mezclar arquitectura y escultura”.

En las primeras que hizo como prueba, como Mohicano, vio que la idea funcionaba bien. Aunque antes de materializar con las manos la idea, lo primero que hizo fue “contárselo a cinco o seis personas de mi confianza por si sabían si ya se había hecho algo así”, para intentar diferenciarse. “Porque cuando haces algo en el mundo del arte, hay que intentar hacer algo que no se haya hecho”, lo que no quita que sea “muy difícil pasar por un camino por el que nadie ha pasado y además sorprender”.

En un primer momento, explica, las seis obras que formaban parte de esta obra -a la que no le ha puesto nombre- fueron expuestas en Madrid y después iban a viajar a Huston en noviembre. Pero, “por suerte”, la colección se ha vendido prácticamente entera. La del Mohicano, por ejemplo, viajará hasta México. La venta de Angelo fue a través de un galerista que conoció en reuniones en Nueva York y con quien quiso hacer colaboraciones. El artista se muestra encantado con la idea ya que “en la calle la obra se ve con otra luz, otras texturas, y transmite otras sensaciones”.

En estos momentos se encuentra trabajando en proyectos, como “una escultura de mármol para México, un Cristo para Cádiz, altos relieves para Dubái, dos caballos a tamaño real y varias exposiciones para México y Dubái”. Además de varias pinturas, el último camino artístico en el que se ha adentrado. El cordobés ha llegado a realizar obras de gran tamaño a lo largo de su carrera, como unos relieves en 2009 de cinco metros, pero que ahora está superando. “Ahora estoy haciendo una obra para Dubái de ocho metros de ancho”, para lo que se necesita no solo espacio, sino “recursos mentales para mover volúmenes grandes y que se sigan viendo bien”.

Recorrer mundo con su arte

Pero, además, López del Espino recibió el pasado año la Medalla de Oro de las Bellas Artes en Francia, algo que a él lo mantiene igual de humilde, pero que no puede negar que “al cliente le da más confianza y profesionalidad”. Esta también le ha ayudado a tener aún más visibilidad en el mundo del arte y a llegar a alcanzar sueños que no se pasaron por la mente del lucentino en ningún momento. “Me han pasado cosas que por más que yo haya podido imaginar, eran imposibles”, como el conocer y comer con el Papa o conocer a la familia real de Dubái quienes contactaron con él a través de Instagram.

Pero uno de los sueños del lucentino es seguir trabajando en México, “un sitio con hambre de cultura y de corazón caliente, muy parecido a España”. A partir de octubre, su obra se moverá hasta allí y asegura que “está enamorado”. Seguir abriendo mercado en Estados Unidos es otra de sus metas, aunque siga trabajando en su pequeño estudio en Lucena “teniendo dudas todos los días”.

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