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Tránsito no hay más que una

Salida procesional de Nuestra Señora del Tránsito | TONI BLANCO

Redacción Cordópolis

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Éste no era un 15 de agosto cualquiera. No era un buen día de la Asunción. Quizá el peor que recordaba. Se había encaminado hasta el barrio que tanto quiere, porque lo lleva en la sangre, con desazón, un poco hastiado de procesiones y también de cofradías. Con el hartazgo que la vida produce cuando no va como uno espera o desea. Pero la Virgen lo había llamado. Y no era la de Ella cualquier llamada porque tampoco era la suya cualquier advocación. Nuestra Señora del Tránsito que tantas satisfacciones le dio siempre lo esperaba y quería verlo. Él también quiso verla a Ella esta vez, así que hizo el gran esfuerzo de salir de su casa.

Al entrar por una casi desierta Puerta de Sevilla y desembocar en la calle San Basilio los buenos recuerdos afloraron en la mente y el corazón se le animó. Iban a dar las ocho de la tarde, hora a la que tenía prevista su salida el cortejo de la hermandad del Tránsito camino de la calle Enmedio y el Arco de Caballerizas, y así lo anunciaban las campanas de la parroquia. A la hora señalada en los carteles de cultos comenzaba la procesión con unos niños vestidos de monaguillos pidiendo para Cáritas. Detrás la cruz parroquial y representaciones de otras hermandades entre las que estaban las de Fátima, el Carmen de Puerta Nueva y el de San Cayetano, el Socorro o Pasión con su bacalao. Iban también hermanos de la humilde corporación con portavelas y algunas mujeres vestidas con mantilla blanca.

No tardó mucho en salir la Virgen que en Córdoba representa la antiquísima tradición cristiana de la Dormición de María Santísima antes de ser llevada en cuerpo y alma al Cielo concluida su vida terrena como proclama el dogma declarado por el Papa Pío XII en 1950. Iba la Virgen con abundantes y olorosos nardos en las esquinas del paso que la cobija en una urna dorada. La pureza que la definió desde su Inmaculada Concepción seguía presente en la Virgen en su Asunción al Empíreo y se simbolizaba en el color de su vestido, formado por el tradicional conjunto de saya y manto blancos bordados en oro. Había sido vestida así para la procesión después de que los días previos en el triduo en la parroquia de San Basilio llevara ropajes azules de brocado en plata cuya tela regaló la vecina hermandad de Pasión y habían convertido en vestiduras las hermanas de la cofradía Josefa González y Josefa Puerto.

El Himno Nacional recibió a la Virgen y pronto la banda de música Tubamirum, de Cañete de las Torres, comenzó a interpretar para Ella marchas de procesión que sonaban en la tierra y en el Cielo de la mano de la joven componente de esta formación que hace unos días perdía la vida y a quien sus compañeros tuvieron muy presente. Las tres primeras marchas sirvieron como homenaje al también recientemente fallecido compositor Pedro Morales, uno de los más grandes del siglo XX, y fueron Virgen de la Paz, Virgen de Montserrat y Esperanza Macarena, con la que la Virgen pasó bajo el arco por el que se accede a su barrio y enfiló Caballerizas Reales en obras.

La música fue el mejor vehículo para la oración de quien se había citado con Ella sabiendo que tan bien sabe hacer su papel de mediadora entre Dios y los hombres. Y es que la Virgen del Tránsito es, principalmente, Madre, y sabido es por todos que las madres median como nadie lo hace cuando las cosas entre padres e hijos no van del todo bien haciendo uso de su mano izquierda y su ternura, que en el caso de María Santísima es infinita.

Así, la Virgen del Tránsito hace también cuando es preciso el papel de mediadora entre el Padre del Cielo y sus criaturas cuando los hombres se enfadan hasta con el mismo Dios después de gritarle desde su cruz particular por qué los ha abandonado. Ella es la cara que sigue amable y comprensiva cuando el Padre es severo por motivos que Él solo sabe y los hijos pierden la fe. Y Ella es también la que reparte bendiciones para los que las necesitan como necesita el agua quien tiene sed.

Iba haciéndolo por Amador de los Ríos con un calor que por momentos se hacía insoportable. Pasó solemne por el Seminario y se unió a la Catedral por su muro oeste poco antes de las nueve y tras recibir el saludo de San Rafael desde lo alto de su triunfo entre el bullicio del público en el que se mezclaban cordobeses y turistas que nunca faltan a esta cita de mediados de agosto. Era aún de día y decenas de móviles captaban el paso de la Virgen ante los muros califales de la antigua mezquita. Sonaron Pasa la Virgen Macarena y después Virgen del Valle para terminar de enfilar Torrijos.

Después, la banda interpretó La Estrella Sublime mientras se terminaba de hacer de noche y la Virgen entraba por la Puerta del Perdón. Con María Santísima del Subterráneo cruzó el Patio de los Naranjos, que arropaban su sueño, y que estaba lleno de gente. En el paso cumplían ya su función de alumbrar a la imagen los codales de los candelabros arbóreos y las tulipas que rodeaban la urna. El primer templo brillaba como el oro y la Virgen se miró en la Fuente del Olivo tiñendo sus aguas de su pureza.

Poco antes de las nueve y media accedió la Virgen por la Puerta de las Palmas al interior del templo catedralicio, donde la hermandad hizo estación ante el Santísimo Sacramento. Alcanzarían allí seguro los presentes la gloria como la Virgen alcanzó este 15 de agosto la gloria celestial. Se hizo la noche cerrada y tras salir de nuevo al Patio de los Naranjos siguió la procesión rodeando la Catedral hacia la Puerta del Puente, un entorno que en los últimos años han buscado las hermandades hasta que finalmente se ha convertido en carrera oficial de la Semana Santa. El paso con la urna se reflejó en el Guadalquivir al pasar por su vera para seguir por Santa Teresa de Jornet y llegar a las inmediaciones de su barrio a punto de terminar la procesión.

Había cumplido ya la Virgen del Tránsito una de sus tareas en el día en que sube al Cielo. Había alegrado el corazón de quien llegó hasta Ella sin apenas ganas. Así, la pena fue a su lado gozo y las oraciones y peticiones que le elevó quien no quiso faltar a la cita fueron la tarea esta vez hecha y siempre pendiente. Como Madre que es, Tránsito no hay más que una, la que acercará al Padre y a los hijos, la que unirá también bajo su manto a los hermanos separados. Ella, la Virgen de la Dormición, es de que así ocurrirá la certera y única esperanza.

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