El Reina Sofía empieza a aplicar terapia canina en adolescentes que sufren trastornos alimentarios
El Hospital Universitario Reina Sofía ha puesto en marcha un pilotaje del programa Terapia asistida con animales en un grupo de adolescentes con trastorno de la conducta alimentaria. Esta iniciativa, impulsada por la Unidad de Salud Mental Infanto Juvenil, las Unidades de Actividades Motivacionales y Pediatría, así como la empresa Perruneando tiene como objetivo probar la eficacia de la interacción de adolescentes en tratamiento con perros específicamente adiestrados para fomentar la autoestima y el refuerzo positivo.
La Unidad de Actividades Motivacionales del hospital implantó hace un par de años la terapia canina con niños y niñas ingresados en el hospital, de la mano de la empresa Perruneando. Según explica su responsable, Ana Calvo, “gracias a los beneficios y la experiencia acumulada en este periodo hemos decidido este año ampliar la interacción con otros grupos de pacientes pediátricos, como los que acuden al hospital para la extracción de una muestra de sangre. Y, ahora, además, empezamos con el grupo de adolescentes que reciben tratamiento en la Unidad de Salud Mental Infanto Juvenil por trastorno de la conducta alimentaria”.
En este sentido, el responsable de la Unidad de Pediatría, José Rumbao, destaca la importancia del trabajo multidisciplinar, ya que “intentamos ofrecer un tratamiento integral que tenga en cuenta el punto de vista clínico, asistencial y humano. Así, nuestras pediatras especializadas en alimentación y dieta trabajan directamente con psicólogas, psiquiatras y con la Unidad de Actividades Motivacionales que busca que el paso del paciente por el hospital sea una experiencia positiva y tenga en cuenta sus emociones”.
Primer grupo
La psicóloga Pilar Martín ha guiado este primer taller en el que un grupo de 12 personas han desarrollado su sesión de terapia con un invitado especial, Bourbon, un labrador adiestrado que ha permitido, según la doctora Martín, “rebajar el estrés que provoca el primer encuentro de terapia grupal en los niños y niñas de forma general y, también, cohesionar más al grupo, ya que la atención y el interés se centran en el perro y esto ayuda a que desdramaticen la situación”.
Otro elemento importante es que el perro actúa como catalizador facilitando la comunicación y ayudando a que los asistentes se desinhiban y pierdan el miedo típico del principio. Asimismo, el contacto con el can ayuda a que las personas se sientan más acompañadas y reciban un cariño especial. “Incluso en algunos casos puede ayudar a que la niña o el niño aprendan a relacionarse, a acariciar, abrazar o tocar al resto de personas de su entorno con los que han marcado distancia, una sintomatología propia de los trastornos de la conducta alimentaria”, destaca Pilar Martín.
Para el responsable de la Unidad de Salud Mental Infanto Juvenil, Rafael Burgos, “es un reto, del que existe poca evidencia aún, pero los resultados de la primera sesión son bastante esperanzadores e ilusionantes. Tendremos que analizar el pilotaje que hemos iniciado y confirmar si es o no efectiva o en qué casos es más recomendable”. Hasta ahora, la terapia asistida con perros se ha desarrollado en una ocasión (se retomará tras las vacaciones) y la previsión es continuar introduciéndola de forma progresiva como recurso complementario a la psicoterapia. El objetivo es medir y evaluar los resultados para ir implementando mejoras y métodos de aplicación.
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