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El ‘Modelo Córdoba’: 45 años de participación ciudadana pionera en el país

Asamblea Estatal de Asociaciones de Vecinos que se celebró en Córdoba en 1985 | ARCHIVO MUNICIPAL DE CÓRDOBA

Carmen Reina

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En 1979, con la conformación de los primeros ayuntamientos democráticos tras la dictadura franquista, en Córdoba nació la participación ciudadana como una práctica municipal para la gestión de la ciudad. Fue pionera entonces en España y su particular modo de acción y representación le ha valido el nombre de Modelo Córdoba, consolidado en 45 años de manera ininterrumpida, para hablar de una participación ciudadana que ha perdurado con gobiernos de todo color político, con mayorías absolutas y coaliciones al frente del ayuntamiento.

“En otros lugares del país, al final estos procesos participativos están dirigidos por políticos, pero el Modelo Córdoba significa que en el movimiento participativo quien lleva el protagonismo son los ciudadanos. Eso ha otorgado la garantía de tener cierta autonomía de los cambios políticos (…) y de que se den cuenta que esta ciudad está organizada para hacer las cosas conjuntamente o al menos con la ayuda de los ciudadanos”.

Quien define así al movimiento de participación ciudadana que se creó en Córdoba y se ha consolidado es Juan Andrés de Gracia. En aquellos primeros años formaba parte de las vocalías de juventud de las asociaciones vecinales desde las que se generó el movimiento participativo y hoy en día es el presidente del Consejo del Movimiento Ciudadano (CMC) de Córdoba.

Pero, ¿cómo ha sido la historia y la evolución de la participación ciudadana en Córdoba en estos 45 años? Fue en aquel 1979, con Julio Anguita (PCE) como alcalde, cuando se establecieron los inicios de ese modelo, protagonizado entonces por las asociaciones vecinales, que venían de tener un papel relevante de acción política contra la dictadura, recuerda De Gracia. “En los primeros inicios, sobre todo eran las asociaciones vecinales las que lo nucleaban todo” en la participación ciudadana.

1983, primer Reglamento de Participación Ciudadana

Era una época donde la ciudad moderna estaba por construir y la falta de servicios y equipamientos centraba las reivindicaciones de los vecinos. En 1983, con mayoría absoluta del PCE en el ayuntamiento y Julio Anguita como alcalde, se generó el primer Reglamento de Participación Ciudadana.

La acción se realizaba a través de las denominadas Juntas Vecinales, por los barrios de la ciudad. “La realidad entonces estaba unida a las asociaciones vecinales y el concepto de barrio estaba muy asentado. En una ciudad con falta de equipamientos el trabajo central que se hizo con la participación ciudadana fue el diseño de los nuevos barrios”.

Asambleas y comisiones de trabajo eran los medios de participación, sin renunciar a “las reivindicaciones puras y duras cuando no se obtenía respuesta”, rememora De Gracia. “Siempre la gente siendo protagonista”.

En todo ese tiempo no había aún una ley que regulara a los ayuntamientos y no fue hasta 1985 cuando entró en vigor la Ley de Régimen Local, “plasmando el derecho reconocido en la Constitución del vecindario a participar en la gestión municipal”. Un año después, en 1986, se aprobó un nuevo Reglamento de Participación Ciudadana en Córdoba, donde ya se organizaba la representación vecinal, en los distintos distritos de la ciudad.

“Fue una época en la que en Córdoba también se aprobó el Plan General de Ordenación urbana (PGOU)”, con lo que conllevó en cuanto al desarrollo de la ciudad y, ahí, la participación ciudadana de nuevo jugaba su papel: “Se desarrollaban barrios nuevos, había dar servicios, equipamientos, colegios… Y la voz de los vecinos estaba presente como, por ejemplo, en el distrito Levante para recuperar el cuartel de Lepanto”, cuenta Juan Andrés de Gracia sobre cómo esos terrenos se destinaron a distintos equipamientos como querían los vecinos.

“En esa época también se empieza a hablar de participar (los representantes vecinales) en las empresas municipales, en el Pleno del Ayuntamiento, etc. Se trata de desarrollar un mecanismo más amplio de participación”. Todo ello, sin abandonar la calle, en casos como el denominado Plan Renfe, la acción urbanística que enterró las vías del tren y permitió unir así la zona norte de la ciudad con el resto. “Cuando aquello estaba parado, simbólicamente hubo vecinos que se encadenaron en un paso a nivel, fueron detenidos y hubo juicio”.

Una vida asociativa más amplia y un reglamento con la Ley de Grandes Ciudades

Fue ya a comienzos de los años 90 cuando se constató una evolución más de la participación ciudadana y de una vida asociativa más amplia que pedía su voz propia. Se permitió entonces ampliar en cada distrito de la ciudad que tuvieran presencia las asociaciones, aparte de las vecinales, de temáticas específicas como los colectivos juveniles, medioambientales, feministas y ampas. “Se ve que hay otras realidades que tienen que participar. Y en esos momentos ya se hace con voto en organismos municipales, participando en plenos, generando consejos sectoriales, etcétera”.

En 2003 llegó la Ley de Grandes Ciudades y marcó el nacimiento de un nuevo Reglamento de Participación Ciudadana. “Ahora ya tenía categoría de orgánico, es decir, comuna tramitación administrativa, legal y jurídica con entidad propia”. Fue aprobado por unanimidad en la época de Rosa Aguilar con IU como alcaldesa. Este nuevo reglamento de cómo establecer la participación ciudadana en la vida municipal ya “está más detallado y preparado, basado también en la experiencia previa”.

La representación ciudadana se establece a través de 14 Consejos de Distrito -actualmente son uno más-, y se permite que haya hasta catorce tipos distintos de asociaciones y colectivos para tener voz propia: juveniles, ecologistas, feministas, inmigración, comercio, etc. Participan en consejos sectoriales, federaciones o eligiendo a sus representantes. “Se quedan fuera partidos políticos, fundaciones y empresarios, que tienen otros modos de representación”.

En los últimos quince años, aproximadamente, también hay nuevas realidades que incorporar a la participación ciudadana, como son las asociaciones de personas y familiares relacionados con asuntos de cuidados e inclusión, cita De Gracia. “Se organizan para defender la calidad de vida de estas personas y ser también protagonistas de la ciudad”.

Esta evolución es la que ha configurado el llamado Modelo Córdoba de participación ciudadana, espejo en sus primeros años que se exportó a otros puntos de España. “Con sus elementos positivos y negativos, es algo asentado en la ciudad y exteriormente se ha trasladado”.

¿Y por dónde pasa el futuro? “Debemos hacer una reflexión de hacia dónde queremos ir, pero siempre desde una gestión participada, con un modelo colectivo, de voluntariado y no profesionalizado. Córdoba no entiende esa gestión sin participación”.

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