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'El manifiesto de Córdoba': la llamada a una ética que propicie el diálogo entre pueblos y culturas

Ponentes en el Congreso.

Juan Velasco

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La clausura del Foro ‘Del Diálogo Islamo-Cristiano a la Familia Abrahámica’, organizado por la Fundación FICRT en colaboración con el Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones de la Universidad Complutense y con la Cátedra Unesco de Resolución de Conflictos de la Universidad de Córdoba, ha dejado como colofón un manifiesto que recoge el espíritu de la ciudad de Córdoba en un llamamiento a generar una ética que propicie el diálogo entre pueblos, creencias y culturas.

El evento se ha celebrado este lunes y martes en la sede de Córdoba de Casa Árabe, con el objetivo de recoger el testigo y ampliar el alcance de los dos primeros encuentros islamo-cristianos que se celebraron en la misma ciudad en los años 1974 y 1979.

En este contexto, este I Foro de Córdoba ha contado con cuatro paneles, en los que han intervenido once prestigiosos ponentes, en representación de diversos estados, universidades, centros de investigación y confesiones religiosas.

Todo el saber puesto en valor, centrado en el diálogo interreligioso, ha cristalizado en el Manifiesto de Córdoba, presentado en la jornada de clausura. El texto íntegro es el siguiente:

El Manifiesto de Córdoba. Declaración por la Vida, la Paz, y la Justicia y la Fraternidad

El Foro de Córdoba, Del diálogo islamo-cristiano a la familia abrahámica, en el que han participado diferentes personalidades religiosas, políticas e intelectuales de todos los continentes, recogiendo la mejor herencia patrimonial, espiritual y cultural, de la figura simbólica del patriarca Abraham, desea manifestar en esta hora del mundo global lo siguiente:

  • Llamar a la responsabilidad personal y colectiva a favor de la vida, la paz y la justicia desde un renovado compromiso con la dignidad de toda persona humana desde el cumplimiento efectivo de los Derechos Humanos.
  • El drama y la fe de Abraham nos hace ser conscientes de la vida como el bien más preciado, pero también de la fragilidad de la vida humana. Muchas son sus debilidades y desafíos, como el hambre y la enfermedad, pero la guerra es sin duda su lacra mayor y humanamente evitable.
  • Nuestra manifestación en favor de la paz implica la necesidad de resolver los conflictos mediante un nuevo orden internacional con leyes justas, que sean acatadas por todas las naciones, lo que implica que estas naciones respeten los derechos humanos de todos sus ciudadanos.
  • Por su vocación de universalidad, las religiones coinciden en su decidido compromiso en pro de la fraternidad y por ello deben dirigirse a cada uno de sus fieles y, en general, a todos los hombres y mujeres con un mensaje radical e inequívoco de respeto a la vida y a la paz, basándose en la dignidad de todos los seres humanos y en la justicia social que la garantice.
  • Apelamos así a la conciencia de una ética general, que propicie el diálogo entre personas, pueblos, creencias y culturas para los fines enunciados.
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