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Carmen Reina

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A primera hora de la mañana, un grupo de universitarios acude al cementerio de La Salud de Córdoba. Son estudiantes del grado de Historia y, lo que tienen ante sus ojos, es la prueba evidente de uno de esos episodios históricos que han aprendido en clase teóricamente. Bajo su mirada se abre la gran fosa común de personas represaliadas al inicio de la Guerra Civil en la capital cordobesa, donde los sondeos que han certificado este hallazgo, muestran ya a una veintena de individuos fusilados, arrojados y amontonados, con evidencias de muerte violenta. Es una clase práctica sobre la Historia de la Guerra Civil y la represión, a pie de fosa.

Son una veintena de estudiantes de 3º y 4º de Historia de la Universidad de Córdoba que, acompañados por su profesor, Francisco Acosta, llegan dispuestos a recibir esta vez la clase más práctica. La historiadora y el antropólogo que dirigen la excavación -Carmen Jiménez y Luis Tovar-, son los que les explican lo que van a ver, lo que hay allí, el método para descubrirlo y cómo se trabaja con ello. Porque, ante todo, el hallazgo de los restos de los represaliados “es producto de un trabajo científico, con una fundamentación académica, que van a conocer de primera mano sobre el episodio histórico de la represión”, cuenta el profesor.

“Este es el sentido de la conjunción de Arqueología e Historia”, reflexiona Juan Miguel, uno de los estudiantes. Otros, convienen con él en señalar que “se habla del franquismo, pero esta parte de la Historia no se conoce tanto, y es parte de nuestra nistoria reciente en Córdoba”.

Por eso, la historiadora les introduce en los trabajos previos hasta llegar a la excavación en el cuadro de la Virgen de los Dolores del cementerio: todo el estudio de material documental y de testimonios orales, cómo se recoge de los libros del capellán del cementerio, los libros de enterramiento, los archivos militares e históricos, el archivo de la prisión.... Todo lo que se ha analizado y dispuesto para dar forma a la información que, precisamente, reconstruya la Historia de esos años. Ese estudio habla de miles de represaliados en Córdoba y provincia y de cómo, hay hasta 15.000 nombres con sus apellidos de personas represaliadas que acabaron en la cárcel en los años de la Guerra Civil y posteriores. Y, sobre todo, de una cifra: hay más de 4.000 fusilados enterrados en los cementerios de La Salud y San Rafael de Córdoba, de los que, con ese estudio previo, hay identificados unos 2.600.

El silencio que llevó a localizar la fosa

Los estudiantes conocen, por boca de la historiadora, cómo además de los nombres, los documentos consultados componen un puzzle para determinar el lugar donde realizar los sondeos en busca de la fosa en el cementerio. Y conocen cómo el silencio en esos documentos, también es una señal para excavar en cierto lugar. Como donde ahora se ha encontrado la gran fosa en La Salud, de cuyos enterramientos de 1936 -en plena Guerra Civil-, no había rastro en el libro del camposanto, pero con las parcelas limítrofes llenas y pidiendo ampliar el cementerio, todo hacía prever que en este lugar también habría personas enterradas aunque eso no fgurara en ningún sitio. Y el estudio dio su fruto.

Ante los ojos de los jóvenes universitarios, futuros historiadores, se muestra ese fruto de la investigación y el método científico: la montaña de tierra extraída, a un lado, y al otro, el amplio sondeo de la excavación. En él, huesos amontonados de unos cuerpos encima de otros y objetos que permiten dibujar a quienes fueron allí enterrados: botones de camisas y chaquetas, restos de calzado, tejido y un cinturón, un peine o hasta una pluma estilográfica.

“Impresiona ver lo que hay aquí y más que te cuenten la historia que hay detrás de todo esto”, afirma el profesor de los jóvenes, que con esta visita intenta acercar la teoría de la asignatura de Historia Contemporánea a la realidad vivida.

Evidencias de violencia

Sobre ello, el antropólogo que dirige los trabajos les habla de las evidencias de violencia en los restos -proyectiles, roturas de huesos, manos atadas y hasta una enorme piedra junto al cráneo de una de las personas, “para desfigurar su rostro”-. Las pruebas les dirigen a un único camino y es el de haber hallado “una fosa común de represaliados por fusilamiento en el verano de 1936”, nada más empezar la Guerra Civil.

Con todo ello, les cuenta cómo ahora trabajan en exhumar los restos, guardarlos en cajas selladas y tomar partes de los huesos que se envían al banco de ADN -en Granada- para extraer las muestras que permitirán una futura identificación. La tarea en la excavación trata de comprobar a qué profundidad sigue habiendo enterramientos -“no cavaban, esto era una superficie e iban echando a las personas y capas de tierra encima, una y otra vez. Queremos saber la cota máxima de enterramiento”-. Todo ello les dará la medida para “entender cómo era la fosa” y poder extrapolar lo hallado en este sondeo a la totalidad de este cuadro del cementerio. Y ya apuntan a que allí, al menos, podrían encontrarse los restos de unas 500 personas.

Las cifras, los datos, los documentos, pasan a ser hechos, ante la fosa común y los restos de las personas represaliadas halladas. Ante ellos, los estudiantes, algunos de los cuales trabajan específicamente en proyectos sobe Memoria Histórica, lo tienen claro: “Hay que conocer todo esto para ir cerrando heridas”.

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