“Es entregado a la Guardia Civil para ser conducido el titular al lugar de su ejecución. Firmado por el director, el subdirector y el oficial de la prisión de Córdoba”. Es el último apunte del expediente de un represaliado durante la Guerra Civil en la prisión de Córdoba. Como este, miles de expedientes forman parte del Archivo de Instituciones Penitenciarias; miles de nombres de personas represaliadas en los años de la guerra y posteriores, en unos documentos que están siendo catalogados ahora y donde, investigadores en Memoria Histórica y familiares de las víctimas, bucean para hallar pistas sobre dónde descansan los restos de estas personas, muchos de los que se creen están en las fosas de los cementerios cordobeses.
Los expedientes de los prisioneros durante la Guerra Civil hablan de una época en la que la cárcel de Córdoba estaba en el Alcázar, mientras se construía la que después sería la prisión en el barrio de Fátima. Los archivos de entonces se han conservado por Instituciones Penitenciarias y, ahora, con la nueva cárcel en la zona de Alcolea, se trabaja en este largo y delicado proceso de catalogación, según explica a Cordópolis el subdirector de Gestión del que depende el archivo, Josué Calero.
Los datos son esclarecedores y hablan por sí solos: los expedientes de prisioneros entre los años 1935 y 1938, más una ínfima parte de los de 1939, suman un total de 6.941. Son 55 cajas llenas de expedientes, ya catalogados, que fueron transferidos en 2012 para su mejor conservación y digitalización al Archivo Histórico Provincial de Córdoba. A eso se suma una nueva remesa de otros miles de expedientes: cerca de 8.000 más, unas 80 cajas nuevas, correspondientes a los años 1939 y posteriores, hasta 1949. Estos se encuentran aún en proceso de catalogación en Instituciones Penitenciarias -actualmente ya se ha hecho ese trabajo sobre unos 6.000, explica Calero-, y el objetivo es que entre finales de este año y comienzos de 2022, sean trasnferidos también para su digitalización y conservación al Archivo Histórico Provincial.
En total, alrededor de 15.000 expedientes, con sus nombres, huellas dactilares e historias detrás, con todo los detalles de lo acontecido durante el tiempo que pasaron en prisión, entre los que se guarda la memoria de los represaliados en la Guerra Civil y los años posteriores en Córdoba.
Bajo las normas de la Secretaría General Técnica del Ministerio del Interior, el proceso de catalogación que llevan a cabo funcionarios de Instituciones Penitenciarias sostiene la esperanza de investigadores en Memoria Histórica y, sobre todo, de familiares de los represaliados, para certificar los nombres de quienes estuvieron presos en esa época, qué información puede extraerse de los expedientes y conducirlos hasta donde pueden descansar sus restos, encajando todas las pistas para conocer si, como se cree, forman parte de los fusilados en los cementerios de La Salud y San Rafael, a los que se busca en las fosas comunes halladas.
Los expedientes, que en general presentan un “buen estado de conservación” pese al paso de los años, sin que salvo excepciones se hayan visto afectados por humedades u otros elementos que los deterioraran, son estudiados al detalle para su catalogación. En cada expediente, además del nombre del preso, se recoge todo lo que le aconteció en el tiempo en que estuviera en la cárcel, hasta su salida de prisión. Por eso, en muchos de ellos aparecen además nombres de otros presos, circunstancias alrededor de su detención o incidencias sobre su paso por la cárcel, que son tenidas en cuenta en la base de datos del archivo y que pueden ayudar a reconstruir la memoria, la vida, de todas esas personas.
Desde las fechas de entrada y salida, a los presos con los que se relacionaban o -como en el ejemplo del expediente que se cita al comienzo de este reportaje y es la imagen inicial-, si iba a ser ejecutado, todas y cada una de estas circunstancias se detallan en los documentos de la prisión.
Uno a uno, los expedientes se digitalizan ya en el Archivo Histórico Provincial de Córdoba, donde se revisan las descripciones sobre cada documento, para evitar duplicidades o errores en los nombres cuando, por ejemplo, una misma persona es citada de distintas maneras o incluso con apodos.
La huella dactilar de cada preso en su ficha les identifica. Y es precisamente esa identificación final la que buscan los investigadores y los familiares: poder ayudarse de los datos de estos expedientes para completar la historia de los represaliados y que se incluyan para siempre en el listado de miles de personas que fueron fusiladas y enterradas en las fosas comunes de los cementerios de La Salud y San Rafael.
Es lo que reclaman colectivos como la asociación de familiares Dejadnos Llorar: que al menos sus nombres queden para siempre inscritos en ese listado, que sirva de reparación y verdad sobre sus vidas. Y, si algún día -que esperan próximo-, se completan las exhumaciones de los restos que se hallan en las fosas de los cementerios, que puedan ser identificados plenamente, entregados a sus familias y recibir una sepultura digna, 85 años después de la Guerra Civil.
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