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La apicultura, declarada Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial

Un apicultor con sus colmenas entre almendros en flor en la provincia de Córdoba | MIEL SIERRA MONTORO

Carmen Reina / Redacción Cordópolis

11 de marzo de 2025 20:16 h

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El Consejo de Ministros ha aprobado este martes, a propuesta del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, el Real Decreto por el que se reconoce la apicultura en España como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial. El reconocimiento contribuirá a la salvaguarda de esta práctica presente en múltiples regiones del territorio español, con fuertes valores de carácter identitario y de gestión territorial.

Solo en la provincia de Córdoba hay unas 300 explotaciones apícolas con 55.000 colmenas, la mayoría en la zona de la Sierra de Hornachuelos que, junto a los parques de Cardeña-Montoro y el de las Subbéticas, son las tres grandes zonas de la apicultura cordobesa. En 65 municipios de la provincia se reparten los más de 400 colmeneros que hay en Córdoba.

En el conjunto de Andalucía hay unas 630.000 colmenas, el 15,6% del censo nacional. Hay explotaciones apícolas en 488 de los 777 pueblos andaluces y representa el 25% de la producción nacional, siendo la primera comunidad autónoma productora de miel.

En la actualidad, esta actividad se enfrenta a múltiples riesgos y amenazas derivadas del cambio climático, de los plaguicidas y de la competencia en un mercado globalizado, entre otras. Además, el papel de la comunidad portadora en el conocimiento y práctica de la apicultura es fundamental y, sin embargo, en algunas zonas apenas hay relevo generacional, lo que dificulta la continuidad de esta manifestación.

Una práctica viva

El procedimiento de producción apícola consiste, desde sus inicios, en lograr que se sostengan colonias de abejas en colmenas en las que elaboren panales de los que se recoge miel y de los que se obtienen cera y otros productos derivados. La implantación de la apicultura a lo largo de los siglos ha ido avanzando con distintos métodos desde el Neolítico, hasta las técnicas apícolas modernas, como es el caso de la apicultura movilista, que en España empezó a ser mayoritaria a partir de los años 70. Sus prácticas y saberes están asociados a distintos ámbitos, desde la relación con la naturaleza a las actividades agroganaderas, los usos culinarios o los rituales asociados a cada una de las fases: captura de enjambres o enjambrazón, cata y colado, a las que se suma la transhumancia apícola.

Asimismo, en torno a estas prácticas productivas se ha desarrollado todo un marco de festividades, creencias, valores, oficios y actividades, formas de vida y de gobernanza de los recursos territoriales, así como las distintas herramientas e infraestructuras relacionadas. Estas prácticas siguen dejando huella en las comunidades implicadas y en ellas se integran tanto profesionales como personas que desarrollan la actividad apícola como complemento de otras actividades primarias, para el autoconsumo.

Mantenimiento de la biodiversidad

Por otra parte, la apicultura es una práctica que aporta importantes beneficios ecosistémicos tanto para la polinización y el mantenimiento de la biodiversidad como para la detección de las modificaciones producidas por el cambio climático, derivados del conocimiento tradicional de los procesos de floración, del clima, de las abejas –en particular, de la especie autóctona– y de su salud y comportamiento.

El valor de la polinización para el mantenimiento de la biodiversidad y la regeneración de ecosistemas también es un beneficio derivado de la protección patrimonial de la apicultura.

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