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Regreso del infierno de Nepal

Antonio Caballero junto a su perro Kron en la estación de Córdoba después de llegar de Nepal | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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Un bombero del Consorcio Provincial y su perro de rescate regresan tras una semana buscando a personas bajo los escombros del terremoto

Kron es un perro de seis años especializado en el rescate de personas vivas sepultadas por derrumbes de edificios. El can, en compañía de su dueño, el bombero de Baena Antonio Caballero, ha pasado una semana en Nepal ayudando en las labores de emergencia tras el último terremoto. Han sido los dos únicos representantes de Córdoba en los equipos de ayuda desplazadas a aquellas tierras.

Siete días de trabajo arduo en medio del caos, la desesperación y el drama. Siete días de desastre en el que ni el perro ni el bombero cordobés han encontrado a nadie con vida bajo las montañas de ruinas y cascotes.

Antonio Caballero lleva nueve años integrado en la Unidad Canina de Rescate del Consorcio Provincial de Bomberos y ha participado en distintos operativos en Cordoba y otras provincias, si bien este es su primer desplazamiento al extranjero. “En Nepal hemos encontrado un caos que no puedes imaginar hasta que no lo ves allí realmente”, relataba este martes el bombero a su regreso a Córdoba.

Kron y Antonio han estado en la zona de la capital, Katmandú, y en distintas áreas del país, buscando a personas sepultadas. “Íbamos allí donde nos decían que había personas desaparecidas. Hemos hecho búsquedas con los perros buscando a dos niñas en una aldea pero ha sido imposible encontrar a nadie”, lamenta.

El tiempo siempre corre en contra de la supervivencia en este tipo de desastres. Y el domingo pasado el Gobierno de Nepal determinó que ya no podía haber más personas vivas bajo los cascotes, por lo que ordenó la suspensión de las labores de rescate. El trabajo de Kron y su dueño terminaba tras días de trabajo a las órdenes de Naciones Unidas.

Atrás dejan un país que ya era pobre antes del seísmo y que está sobrepasado por el desastre. Las comunicaciones, ya de por sí complicadas, se han visto todavía más entorpecidas por el corte de las carreteras, asoladas las coladas de barro y piedras, además de la apertura de grietas y derrumbes. Ha hecho falta días para que Antonio empezase a ver algunos convoyes de ayuda humanitaria acceder a las zonas rurales más afectadas.

Antonio vuelve con un sabor agridulce. “Por un lado con decepción y por otro alegría de muchas cosas que hemos hecho”, reconoce . “Voy a necesitar unos días para asimilar todo lo que he visto y vivido”, reconoce, “pero sin duda repetiría la experiencia, he vuelto queriéndome haber quedado unos días más allí”.

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