La última fusión de dos pueblos de Córdoba, cerca de cumplir el siglo
A unos 100 kilómetros de Villanueva de la Serena y Don Benito, los municipios que este domingo han celebrado un referéndum para unirse, está el último pueblo cordobés que se fusionó. El guión entre Peñarroya y Pueblonuevo delata que al principio fueron dos pueblos que se acabaron uniendo, en una historia en la que no hubo referéndum y que fue bastante más rápida que lo será la extremeña. En un par de años se cumplirá un siglo del inicio de aquella fusión de los pueblos que más crecían de toda la provincia de Córdoba y que concluyó en febrero de 1927, en plena dictadura de Primo de Rivera.
Peñarroya y Pueblonuevo del Terrible eran dos municipios muy jóvenes que se habían emancipado de Belmez a finales del siglo XIX y justo con dos años de diferencia. La explosión económica de la comarca por las minas y la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya, una multinacional francesa, había provocado un espectacular crecimiento de la población. Peñarroya era una especie de gran cortijo, ya nombrado en las crónicas de Alfonso X. Pueblonuevo decían que debía su apellido, Del Terrible, a un pueblo llamado así que olisqueando descubrió una mina de carbón. Los dos pueblos eran muy jóvenes, tenían sus ayuntamientos, elegían a sus alcaldes, disfrutaban de sus tradiciones y sufrían sus enfrentamientos. Peñarroya era más apegado a la tierra. Sus casas tenían patio y cuadras. Pueblonuevo del Terrible surgió casi de la nada, con la necesidad de construir casas cerca del trabajo para los empleados de la SMMP.
El proceso de fusión está relatado en una publicación que en los años ochenta coordinaba Joaquín Criado Costa y en la que escribían los cronistas de los pueblos de Córdoba. En el capítulo quinto le tocó el turno al de Peñarroya-Pueblonuevo, Jerónimo López Mohedano, que se fue a archivos históricos y a la escasa prensa local de la época (había un periódico en la zona llamado La Razón). El resumen de la fusión es la historia de dos pueblos condenados a entenderse, con alcaldes nombrados por el gobernador civil de la Dictadura, José Cruz Conde, en la que no se le preguntó a los ciudadanos. Pero lo que sobrevuela es la necesidad de la multinacional francesa por que se creara un nuevo pueblo que superara históricos problemas de servicios.
Como ahora, con Villanueva de la Serena y Don Benito, la fusión de Peñarroya y Pueblonuevo abarató el coste de llevar servicios a los vecinos. De dos ayuntamientos se pasó a uno, de 40 concejales entre ambos, se quedaron en 20. Peñarroya-Pueblonuevo pasó a ser también ciudad, tras recibir el título por parte de Alfonso XIII, y se convirtió en el municipio más importante de la provincia de Córdoba, tanto en habitantes (salvando la capital) como en potencia económica. En Pueblonuevo vivían 18.000 personas. En Peñarroya eran 8.000.
La fusión fue impulsada clarísimamente por el alcalde de Pueblonuevo del Terrible, Eladio León y Castro, que era un médico gaditano que trabajaba en la multinacional francesa de la SMMP. El origen estuvo en la demanda de la barriada de Buena Vista, de Peñarroya. Los vecinos pedían la segregación y la unión con Pueblonuevo, ya que estaban más cerca. Peñarroya no podía darle el servicio de luz y alcantarillado que necesitaban. Pueblonuevo sí. Ahí fue donde se inició la idea de que lo mismo lo mejor era que los dos pueblos se uniesen, aunque al principio hubo oposición peñarriblense.
Peñarroya llegó a tener tres alcaldes. Todos se negaron a la segregación de la barriada y por supuesto no quisieron ni oír hablar de la fusión. Pero la situación económica de Peñarroya era muy delicada. Mientras Pueblonuevo construía y daba servicios a sus vecinos, Peñarroya era incapaz de atenderlos. En 1926 se suceden las dimisiones en Peñarroya y el gobernador civil nombra alcalde a un industrial, José Regidor Cáceres. Y es ahí donde se vuelve a desbloquear la fusión.
Tras varios meses en los que la opinión mayoritaria en Peñarroya cambió, el Pleno de este municipio acabó votando mayoritariamente por la fusión el 10 de noviembre de 1926. El día siguiente, el de Pueblonuevo del Terrible hizo lo mismo, pero por unanimidad. Se puso en marcha una comisión que fue veloz. El alcalde fue Eladio León, que era regidor de Pueblonuevo.
Aunque hubo un tímido intento de referéndum, finalmente no se celebró y el 3 de febrero de 1927, en un tiempo récord, el Boletín Oficial de la Provincia (BOP) publica el decreto de la fusión.
Eso sí, apunto estuvo el nuevo municipio de llamarse Pueblonuevo-Peñarroya. Se consideraba más pujante al municipio del Terrible, pero finalmente los delegados peñarriblenses reclamaron su lugar en la historia y en la famosa Peña Roja que da nombre al municipio.
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